Entrevistas sin fecha: Mónica Lavín
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Entrevistas sin fecha: Mónica Lavín

“Una ciudad depara sorpresas y espacios que conquistar”


Entrevistas sin fecha: Mónica Lavín | El Imparcial de Oaxaca
Mónica Lavín (México, 1955) piensa que la ciudad siempre ofrece una posibilidad de ser leída en sus grandes eventos y en la complejidad de sus secretos

“Yo siempre he vivido en la Ciudad de México, a veces me he ido a Los Ángeles, a Madrid, a residencias literarias, pero en realidad siempre he vivido aquí”, me dice Mónica Lavín (México, 1955) hace unos días por videollamada. Quizá porque es bióloga de profesión me habla de la simbiosis que ha tenido con la ciudad; testigo del terremoto del 85, no puede caminar por la calle de Versalles, en la Colonia Juárez, sin recordar que ahora sobre esos edificios que se cayeron, hay cosas nuevas.

Como también es escritora piensa que “La ciudad siempre ofrece una posibilidad de ser leída en sus grandes eventos y en la complejidad de sus secretos” por eso está convencida de que nuestra educación sentimental está ligada a espacios que van mudando de vocación y más en una urbe de tantas mudanzas como es la capital del país, “no todo permanece igual, cuando algo lo hace dices wow esto ha durado”.

Así trae a su memoria espacios que han configurado la cartografía de su vida, como La pista de hielo en Insurgentes, Sanborns y “El Café de la Amargura” en San Ángel o “El Coyote Flaco” en Coyoacán; no podía faltar La Zona Rosa que para la escritora era el corazón de la vanguardia “ahí ibas a tu primera discoteca, ahí estaban las tiendas de las minifaldas y de los discos importados”.

Con un evidente sentimentalismo me dice “Yo todavía ando buscando las mojoneras —aunque no me gusta mucho la palabra en español—, en inglés es landmark, marca de la tierra… me gusta conocer los lugares que aún tienen un significado”.

¿Cree que cada generación modifique su entorno y haga su propia ciudad?

—Yo creo que sí, cada generación traza sus coordenadas y hace su mapa de lo significativo. Como decía Carlos Fuentes después de La región más transparente esta ciudad es muchas ciudades… yo que vivo en el sur cada vez que voy a la zona norte digo ¡Esto es otro lugar!

José Emilio Pacheco que capturaras con tus ojos lo que ves porque nunca volverá a ser igual…

—Es como yo digo en un artículo sobre La Montaña Rusa de Chapultepec, “Tómenle fotos porque ya no la van a ver en el horizonte”. A mi me gustaba mucho oír a mis padres como iban al centro de la ciudad y se tomaban un café en la esquina de Madero; me encantaba que me contaran su ciudad y sus lugares… la ciudad siempre nos habla de nosotros mismos.

 

 

La juventud de los 70: Libertad y Rock and roll

Sobre la juventud en su generación, Mónica Lavín me dice “Fuimos muy afortunados porque nos tocó vivir un tiempo con privilegios”. Claro, la Guerra de Vietnam preocupaba al mundo y las dictaduras militares imperaban en Latinoamérica, eso movió a la contracultura y la protesta entre los jóvenes de los años 70s, pese a ello imperaba esta sensación que ya José Agustín decía “el mundo les pertenecía a los jóvenes, no es cierto que le perteneciera al establishment de los señores de corbata y las señoras de crepe”.

Fue una generación donde “sentías que la ciudad te deparaba sorpresa, espacios que conquistabas para ti y tu grupo de edad”, con el rock and roll y las utopías de libertad a flor de piel, una ciudad donde Insurgentes se llenaba de jóvenes para festejar o para protestar.

Sobre la terrible situación de inseguridad que viven las nuevas generaciones, la autora de Yo, la peor (2009) dice “antes sentías esos años del descubrimiento sin los peligros de ahora, que hacen de la vida cotidiana una batalla más complicada”.

Privilegios y contrastes

“A mí me tocó vivir la sensación de que no tenía que pelear por mi espacio como mujer, era una consigna del tiempo, entre los jóvenes universitarios, hombres y mujeres sin cuestionamiento, si vamos por lo mismo, nada nos es vedado, incluso la idea del sexo cambió mucho desde 1962, Ian Mcewan lo retrata en su novela Playa Chesil perfectamente”.

Lavin reconoce que cultivó “una visión muy optimista, quizá hasta ingenua, donde creíamos en un espíritu solidario, uno utópico donde había lugar para los proyectos positivos, creativos y amorosos”. Hasta que transgredió su pequeño círculo y se dio cuenta que había otras circunstancias. “Conocí a otros parientes, fuimos a nadar al río en la Huasteca y de repente me dicen las mujeres que no se ponían bikini porque sus esposos no las dejaban y yo me quedé sorprendida diciendo ¿Se requiere permiso?, Los que vivíamos en un sector más cosmopolita, no podíamos creer que había que pedir permiso para portar una prenda”, cuenta.

Niñez, enfermedad y libros

Lavín, como una larga lista de escritores, padeció enfermedades durante la niñez. En su caso fue hepatitis a los 9 años que la obligó a estar aislada durante dos meses, inevitablemente los libros se convirtieron en ese refugio para saciar la soledad. Antes ella leía Super Man, Archie o la Pequeña Lulú, pero en ese aislamiento llegó Robinson Crusoe a sus manos, flipo:

En su obra la amistad es un tema recurrente ¿Será que a partir de ese encierro en la niñez empezó a dimensionar la amistad como algo importante?

—Sí, a partir de la hepatitis, porque me acuerdo de que la revelación para mí fue que Robinson Crusoe encontraba a un amigo [viernes] y entonces la pasó menos solo, tenía a alguien con quien reírse, aunque no hablaran el mismo idioma. De niña no dices esa palabra, pero fue una transformación, desde entonces algo se destapó. Soy entre solitaria y gremial, siempre me ha gustado la pertenencia al grupo. Me era difícil saber estar sola, al menos que estuviera leyendo, escribiendo o tejiendo; no era alguien a quien le gustara mucho tiempo estar sola.

@Urieldejesús02

Nota: Queridos lectores “Entrevistas sin fecha” termina hoy. Gracias por acompañarnos durante 4 años y 106 ediciones, por adentrarse en el mar de diálogos de cada uno de los personajes de la vida cultural que pasaron por esta sección. Es momento de seguir ¡Gracias!


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