Entrevistas sin Fecha: Clyo Mendoza
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Entrevistas sin Fecha: Clyo Mendoza

“Estamos totalmente disociados de nuestro cuerpo”


Entrevistas sin Fecha: Clyo Mendoza | El Imparcial de Oaxaca
Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993), que ha irrumpido firmemente en el mundo de la novela

El espiral creativo, el desierto y la neurodivergencia son algunas de las obsesiones de la escritora Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993), que ha irrumpido firmemente en el mundo de la novela con su libro Furia (Almadía/ 2021), relato de un árbol genealógico lleno de ramas heridas que camina entre el erotismo, el abandono, la ira y la transición de la conciencia.

Luego de publicar el poemario Anamnesis, en 2016, y ganar en 2018 el Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz con su poemario Silencio, regresa para reafirmar su poder narrativo; incluso ha sido considerada por la prensa internacional como una Juan Rulfo de la modernidad. Al cuestionarle sobre esto reconoce que si bien Rulfo es una influencia muy importante, lo descubrió mucho después de expresar la oralidad, ya que creció en algunos pueblos originarios de Oaxaca y la tradición oral se convirtió desde muy chica en parte de su imaginario cotidiano.

Leer a Rulfo me hizo darme cuenta de que esa visión del mundo podía ser literaria, que se podía escribir y se podía enunciar, con un valor que hasta ese momento de mi vida no había logrado concebir. Y el hecho de verlo en un mundo literario como el de Rulfo, me hizo reconocer que tiene un valor muy importante y que probablemente como mexicanos y mexicanas nuestro legado más valioso sea acoger la oralidad en un discurso literario”, reconoce que más que imitar al autor de Pedro Páramo lo que quiere es legitimar la oralidad y los discursos rurales, pues “sin ellos ni siquiera hubiese tenido la convicción de escribir”.

Pese a todo esto, el escenario de Furia es el desierto y es interesante que a una autora joven como Clyo Mendoza le interese un territorio tan inhóspito. “He ido al desierto varias veces, es mi lugar de descanso más profundo y de autoconocimiento más complejo y adverso; no lo conozco tan bien como me gustaría, pero estoy en ello y el libro es también un tributo a ese lugar que me ha ofrecido tanto: el Desierto de Wirikuta (en San Luis Potosí) específicamente es un lugar por el que tengo mucha devoción”, cuenta. “Desde lo más simple como el espectáculo sonoro y también esta situación de estar todo el tiempo cerca de la tierra, creo que es un lugar donde se puede aprender a ser muy humilde y solitario; ahí el tiempo no existe claramente”.

Luego de semanas de no coincidir finalmente conversamos vía telefónica con la autora, cuya voz se acompasa constantemente con el ladrido de sus perros Xoloitzcuintle que se manifiestan en la llamada.

Entonces le pregunto si cree que es posible sanar las heridas generacionales y responde: “Es una pregunta que yo misma me hago, mi manera de contestar es escribiendo, siento que es de alguna manera una especie de provocación para empezar a cuestionar un montón de estructuras y bueno, la estructura familiar es la estructura por excelencia [enfatiza], más allá de instituciones o gobiernos”. Aunque aún no sabe si realmente se pueda sanar el árbol genealógico admite tener mucha esperanza.

 

Furia (Almadía/ 2021), relato de un árbol genealógico lleno de ramas heridas

 

La violencia normalizada

Todas las mujeres que había visto eran otras mujeres como ella, apagadas y heridas, dejándose meter, dejándose sacar sin que un gesto en su cara hiciera la diferencia entre el placer y desasosiego. [Fragmento de Furia]

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Las mujeres de tu novela son violentadas y maltratadas, pero todas normalizaron esa violencia ¿Por qué?

—Porque se nos ha educado para eso, es más fácil aceptar la violencia y acostumbrarse que tratar de desautomatizarla porque al final todo el sistema y la hegemonía está sustentada en la violencia, desde el consumo cotidiano y las narrativas de nuestras vidas. Creo que hay que empezar a cuestionarnos por qué persisten estas prácticas y no por qué existen, porque eso ya más o menos lo tenemos claro. Quiero creer que, si algún día tengo hijos, el trabajo que estoy haciendo con mi familia, se verá reflejado y a mí me dará cierta paz que, por lo menos, se cuestionen en qué sistema están participando.

***

La dualidad hombre-mujer

“Yo no veo la dualidad hombre-mujer como una oposición, en todo caso como una correspondencia y así como en los colores, hay un montón de matices que deberían ser más asumibles para nuestra conciencia”, dice.

Tal vez el crecer entre pueblos originarios ha hecho que cambie su perspectiva sobre los géneros, pues en muchas comunidades no se conciben únicamente dos géneros, sino más variables, incluso en el terreno espiritual que no necesariamente se manifiesta de manera corpórea. “Socialmente estamos en esa lucha de asumir que hay muchas otras variables de género, la idea es que esto deje de ser una lucha y se asuma con la naturalidad que lo asumen ciertos pueblos originarios” y exclama que una de las herramientas más fuertes que tenemos es el lenguaje, pues “las variantes lingüísticas admiten muchas otras complejidades en una profunda aceptación y creo que podemos articular desde ahí historias en las cuales se incluyan a esas otredades excluidas y violentadas”.

Mendoza habla también de la relación cuerpo y mente, y cuenta que hace poco leyendo un libro de física encontró que “el gran error de la humanidad ha sido concebir la respuesta de nuestro origen en la materia y no en la idea de la conciencia, porque este es el verdadero origen y lo que dio después paso a la materia”. En su concepción, “nuestra conciencia se manifiesta a través del cuerpo” y uno de los grandes males de nuestra época es que estamos totalmente disociados de nuestro cuerpo, “yo he sentido en varios momentos de mi vida esa disociación de maneras muy profunda”, finaliza.

@Urieldejesús02


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