Natalia Loayza, del “casi” al todo
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Natalia Loayza, del “casi” al todo

Cae la tarde nublada del 16 de octubre. El legendario frío de muertos comienza a sentirse, y con el aire las hojas caen a ratos sobre la mesa donde se…


Natalia Loayza, del “casi” al todo | El Imparcial de Oaxaca

Cae la tarde nublada del 16 de octubre. El legendario frío de muertos comienza a sentirse, y con el aire las hojas caen a ratos sobre la mesa donde se encuentra Natalia Sánchez Loayza, que —tras una larga jornada de entrevistas— se muestra cansada, pero conversa optimista. Hace unos días estaba en Nueva York estudiando cuando se enteró que había ganado el séptimo Premio Internacional de Literatura Aura Estrada.

“Al principio creí que se habían confundido de persona”, confesó, pero su manuscrito Sopa de perro convenció al jurado. Horas más tarde, en conferencia de prensa, su nombre fue anunciado y los medios inmediatamente quisieron saber quién era. Ahora está aquí presentándose en la 41 edición de la FILO para recibir su premio, “fue una sorpresa muy grande que cambia el rumbo de mi vida” dice, pues según narra, luego de muchos NO, finalmente le tocó el éxito y eso va a cambiar su experiencia para escribir, porque ahora se siente con más posibilidades de ser escuchada.

“El valor de mi voz ha cambiado por el premio, eso es algo indudable”, asegura mientras mira a los lados como si intentara esquivar la cámara; aunque su rostros es muy expresivo, al verla ahí sentada con su vestido negro, su largo cabello, sus lentes redondos, sus arracadas y con apenas un poco de labial rojo, no me atrevo a sacar conjetura de quién es Natalia Sánchez Loayza, por eso en cuanto puedo se lo pregunto, ella comienza a reírse y lentamente me responde “un ser humano, una mujer cis género, peruana que sigue existiendo, creando e inventando. No soy algo que pueda categorizar tan fácil, soy del sur de Lima y estoy encantada de seguir aquí”, luego sonríe y de inmediato recuerdo el discurso que pronunció al recibir el premio, donde se presenta como nieta de una abuela que tuvo que dejar de hablar quechua porque se mudó a Lima, como una hija que nació antes de que comenzara una serie de esterilizaciones forzadas en su país, supuestamente para frenar el crecimiento de la población. La vida de sus ancestros ha sido compleja, dolorosa e injusta, en su vida, desde muy chica ha estado presente como letanía un “casi”, que le recuerda que no es pobre, que no ha pasado hambre, que no ha sido violada ni forzada, pero casi. Porque dice que esa es la condición que la sociedad blanca les ha dado.

Y reconoce con halo de dolor en la garganta que entender las luchas y las diferencias que hay atrás no es un lugar cómodo, porque es doloroso saber que eres menos para otros, pero en memoria de aquellos antepasados suyos con quienes la vida ha sido injusta ella piensa que “desde ahí se pueden construir otras cosas, desde ahí yo puedo entender la complejidad de quien soy, que sigo entendiendo y aprendiendo, es un lugar por el que no todos estamos dispuestos a pasar”. Pero ella lo ha pasado, de la vergüenza al orgullo, un proceso difícil que ha recorrido con valentía, ella es Sánchez Loayza, de quien en próximos meses leeremos su primera novela y de quien me quedo la impresión de “casi” haberla conocido.

@Urieldejésus02