Santiago Roncagliolo: “Mis hijos son lo mejor que he hecho en la vida”
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Arte y Cultura

Santiago Roncagliolo: “Mis hijos son lo mejor que he hecho en la vida”

Los personajes que Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975) crea, sienten que no pertenecen a su entorno social, no terminan de encajar, se sienten ajenos por donde quiera que vayan; muy…


Santiago Roncagliolo: “Mis hijos son lo mejor que he hecho en la vida” | El Imparcial de Oaxaca

Los personajes que Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975) crea, sienten que no pertenecen a su entorno social, no terminan de encajar, se sienten ajenos por donde quiera que vayan; muy similar a su autor, quien es un extranjero en todas partes, que ha pasado su vida desperdigando recuerdos en los diferentes países donde ha habitado, pues –dice– su país de origen ya pertenece a su pasado; sin embargo, vuelve a él en su nueva novela Y líbranos del mal (Seix Barral/2021).

Usando en su escritura un español de combate (listo para cualquier territorio), embarca a los lectores por las calles de una Lima conservadora, religiosa y elitista, donde crece Sebastián –padre del narrador de esta novela– que encuentra en una secta religiosa su sentido de pertenencia, sin importar que aquello lo lleve a negarse a sí mismo y a tratar de olvidar con silencio sus acciones. 

Para Roncagliolo, infantilmente repartimos el mundo entre buenos y malos; no obstante, advierte que “el mal está hecho de miedos y sentimientos que cualquiera tiene”, lo cual explora de una manera magistral en esta novela, en donde cada quien se salva como puede: 

¿De alguna manera el mal es cotidiano?, ¿Forma parte de nuestra vida sin que nos percatemos? 

—Está más cerca del que cree que es más bueno, un fanático, alguien que cree que es tan bueno, que ya no tiene que discutir por qué hace las cosas. El mal se disfraza de bondad siempre; nadie cree que es malo, no importa lo que hayan hecho. La necesidad de sentir que somos buenos, es con mucha frecuencia la justificación del mal.

¿A qué cree que se deba esta necesidad de sentir que somos buenos?

—Creo que no podemos vivir de otra manera; todos tenemos una narrativa de nosotros y en esa narrativa, necesitamos considerarnos el héroe de la historia. Vivir pensando en que eres malo –de hecho– es casi una enfermedad mental. Creo que no soportamos vivir pensando en que dañamos a los demás y a la vez pensamos que solo se es bueno o malo, cuando eso binario es una ficción que inventamos para vivir, necesitamos muchas mentiras para poder vivir tranquilos. 

¿Cuál ha sido la mentira más grande que se ha hecho para poder vivir?

—Bueno mi primera novela, que nunca la cuento como mi primera novela, (sonríe como niño travieso), yo estaba en España tratando de ser escritor y fracasando miserablemente. Surgió  la oportunidad de hacer novelas de viajes por ríos, yo les ofrecí hacer una sobre el Amazonas, porque sabía que iban a contratar semejante río, pero no podía ir al Amazonas, ni tenía dinero, ni papeles en España para volver; así que fingí que había ido, desaparecí durante meses del radar, me encerré en mi casa, leí todo lo que pude sobre el lugar y salí con una novela sobre el Amazonas diciendo que acababa de ir. Ahora me resulta muy extraño leerla, porque parece de otro autor, no tiene nada que ver con lo que escribí después, pero me demostró que yo podía mentir durante 300 páginas, así que seguramente esta era mi vocación. 

Bueno al fin los escritores son mentirosos sin culpa…

—Así es (responde apresuradamente, luego piensa su respuesta)… pero somos mentirosos muy honestos, se sabe (risas).

Sus primeras novelas fueron incendiarias y después comenzó a buscar en la ficción una barrera que lo protegiera ¿por qué?

—Porque mi vida era un infierno. Todos estos líos, a todo el mundo le parece que eres muy valiente, pero te los comes solo: las denuncias, los ataques de gente, la censura, los impedimentos de que mi trabajo se distribuya. Estaba agotado y siempre he pensado en la literatura como un viaje, en algo que te lleva a otro sitio, así que empecé a hacerlo directamente un viaje. 

¿Por qué sus libros abordan mucho el tema de la paternidad? 

—Me interesan mucho las relaciones de padres e hijos, no tanto por mi padre, sino por cómo marcan los cambios de una sociedad. A mí me interesa mucho la historia, y más del siglo XX, un siglo que lo cambió todo. Para ver los cambios en la historia tienes que comparar gente de distintos momentos, y no hay nada mejor que los padres e hijos para mostrar –a través de ellos– cómo ha cambiado América Latina y el mundo (…). Y es fácil porque los hijos siempre tenemos una relación tensa con nuestros padres, a las madres las idolatramos mártir, y los padres son más complicados. 

¿Tiene hijos? 

—Tengo dos. He tenido la suerte de tener en el mundo a mi padre y a mi hijo, y es muy curioso, porque cuando ves a tu padre y a tu hijo juntos, ves lo que vas a ser y lo que fuiste. Cuando tienes hijos, lo más importante no eres tú, son tus hijos. 

¿Cómo es de padre Santiago Roncagliolo? ¿Cómo cree que sus hijos lo perciban? 

—Intenso. (Se sincera), soy como graciosito, tengo poca autoridad, la madre es la que lo organiza más, yo soy muy divertido, pero si estoy de mal humor, también soy expansivo, así que muchas veces ellos me enseñan tranquilidad, me dicen “papá relájate”, entonces aprendo mucho de ellos, juego a descubrir cosas que ya había descubierto hace mucho, son mi mejor obra, lo mejor que he hecho en la vida y me hacen mejor a mí. 

En Y Líbranos del mal dice que los hijos son lo que queda de los padres cuando ya no están…

—Bueno, tus hijos van repitiendo cosas que dicen tus padres y que no sabes cómo llegaron ahí, estaban en los genes o yo que sé. Cuando yo tuve hijos, precisamente descubrí en cuántas cosas me parecía a mi padre, que yo mismo no iba a admitir antes. En algún momento ellos descubrirán con sus propios hijos, que tienen cosas en común conmigo que no esperaban y así, los hijos nos hacen inmortales, los libros no necesariamente, pero los hijos sí, hacen que algo de nosotros siga después. 

@Urieldejesús02