Rufino Tamayo,“un maestro al que recurriremos toda la vida”
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Arte y Cultura

Rufino Tamayo,“un maestro al que recurriremos toda la vida”

Lejos de las aulas, el autor oaxaqueño fue y sigue siendo un maestro que compartió una manera de ver el mundo, considera la curadora y crítica de arte Abigaíl Maritxu Aranda Márquez


  • Rufino Tamayo,“un maestro al que recurriremos toda la vida”
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Su nombre es el del taller de artes plásticas que en más de cuatro décadas ha forjado a generaciones de creadores en Oaxaca. Pero Rufino Tamayo nunca fue docente o tutor ahí, ni siquiera de las primeras generaciones de artistas oaxaqueños que bajo su cobijo se proyectaron al mundo. Eso, sin embargo, no descarta que Rufino del Carmen Arellanes Tamayo (25 de agosto de 1899) se haya convertido en un maestro. Uno que desde su trabajo fue un referente y con ello aportara una manera de ver el mundo.

Formalmente, Rufino Tamayo no fue profesor, aunque comenzó su vida profesional ejerciendo la docencia, relata la curadora y crítica de arte Abigail Maritxu Aranda Márquez (Oaxaca, 1957).

Una biografía de Ingrid Suckaer recoge esa descripción sobre la vida del oaxaqueño, quien en los años veinte daba clases en varias escuelas como una manera de sostenerse. Y de quien este día se cumplen 29 años de su partida física.

Pero lejos de las aulas y los métodos, se trató de un maestro que –a decir de Aranda Márquez– “enseñaba desde su trabajo”, pues éste “se volvía algo que todo mundo discutía, algo que todo mundo veía como una diferencia”. Y esa diferencia marcó a pintores de los años 50, que se rebelaron contra la llamada Escuela Mexicana de Pintura.

“El regreso de Tamayo a México en 1958 o 1959 va a marcar mucho lo que va a ser la pintura de finales de los años 50 en México. Creo que ahí está el verdadero magisterio, porque el magisterio no es solamente que des clases en un aula, es compartir un modo de ver el mundo. Es tener una actitud ética frente el mundo y eso Rufino lo va a tener de una manera definitiva y eso va a marcar a muchos artistas de los años 50 y principios de los 60”, apunta la también profesora investigadora en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.

Entre estos pintores influenciados por Tamayo estuvieron José Luis Cuevas y Vicente Rojo, de la “Generación de la Ruptura”.

Pero la fascinación con la figura de Tamayo y su figura como maestro van más allá, agrega Aranda Márquez, pues se trató de alguien que se apoyó en la validación del mito como una forma narrativa de explicarnos el mundo.

“La cosmogonía de Rufino es muy distintiva. Es un hombre atravesado prácticamente por todos los eventos importantes del siglo XX: la Revolución Mexicana, la Segunda Guerra Mundial, la caída de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, la era espacial. Y todo ello trastoca su modo de ver la historia y el mundo”, señala la crítica de arte.

De ahí también la rebelión del propio Tamayo, quien iba en contra de lo que dictaba la Escuela Mexicana de Pintura: representar al mundo de una manera mimética o realista. “Él acude al sueño, al deseo, al mito, a la cultura popular, a la cultura prehispánica”. Y como ejemplo están trabajados como Torso blanco.

Y estas temáticas y posturas se observan en sus grabados, murales y pinturas, las que lo mismo se inclinan por un gusto musical que conoció desde la niñez, al ser monaguillo, y que cultivó de adulto acompañado de la guitarra. También por las delicias de los mercados y las vivencias familiares de la infancia, de la intención de su tía Amalia porque estudiara contabilidad, como aborda la biografía hecha por Ingrid Suckaer.

Pero su obra recrea esos momentos históricos de la humanidad de los que habla la curadora de arte, aunque transformados en una visión muy propia, una que al final determina la manera en que otras personas ven el mundo. “Vamos a un año más de su partida física, pero creo que Rufino sigue siendo un maestro al que recurriremos toda la vida”.

LA CULTURA Y EL ARTE PREHISPÁNICOS

En su juventud, en los años 1920, Tamayo se desempeñó como dibujante en el Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Ahí recreó piezas prehispánicas y arte popular, pero cuya influencia se observa en su obra, en la que incluso comparte su visión del mundo prehispánico como muy ligado a la cultura cotidiana y como un tipo de arte.

“Para él el mundo prehispánico era muy real, específico; a él le podía dar mucho sentido. Por eso cuando abre el Museo de Arte Prehispánico en Oaxaca no lo plantea como arqueológico o antropológico, sino como de arte. Las obras que dona las percibe como arte y eso le da una universalidad a esas piezas”.

En su trabajo, el autor se apoyó en las culturas prehispánicas para compartir una visión del mundo, como ocurre con el mural El día y la noche, ejemplifica Aranda.

Aunque pudo ser músico o contador, dice la curadora, a Rufino le ganó el amor por la pintura, por el mural y los grabados, los que cultivó por miles, y en los que incluso creó técnicas o innovó con pinturas murales móviles, como relata la curadora. Y si bien años después, en Nueva York, dio clases, siempre fue un referente, quien con su actitud ética y poética frente al mundo se convirtió en un maestro.