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“Al que no conoce, al que no es soberbio, no se le ocurre cuestionar al poder”


Gonzalo Lizardo | El Imparcial de Oaxaca

Entre las novedades que este 2020 lanza editorial Planeta, se encuentra el libro Memorias de un basilisco, del escritor, hermeneuta y artista gráfico zacatecano Gonzalo Lizardo. En 644 páginas rescata la vida del poeta y pensador rebelde irlandés Guillén Lombardo, quien puso en jaque a la inquisición de la Nueva España. Siendo con siete años de elaboración su trabajo más ambicioso y que asegura lleva al lector no por un tratado de historia sino por un mundo de aventuras perfectamente desconocido que a la vez les va a ser extrañamente familiar:

¿Cuál es el origen de este libro Memorias de un basilisco?

—Desde hace 20 años tengo escribiendo un libro de cuentos, conocí al personaje mientras investigaba y me pareció fascinante; sin embargo, no tenía la formación ni los elementos necesarios para volverlo historia. Fue hasta 2012 que en un viaje a España encontré un acta de defunción donde se prohibía la escritura de Guillén Lombardo, y comprendí que una persona que escribía tan bien debía de tener una escritura muy potente y fue cuando me dediqué a investigar, encontré sus escritos, me sedujo mucho su capacidad verbal y decidí que iba escribir una novela sobre él, un personaje que además fue muy importante para la historia de las ideas en Nueva España y que ha sido guiado por la historia oficial al hecho de que fue un personaje perdedor.

¿Cuál fue el proceso para llevar la vida de Guillén Lombardo de lo histórico a lo literario?

—Una investigación de este tipo requiere de varios niveles; uno de ellos fue leer la bibliografía sobre este personaje y al revisarla me di cuenta de que cada autor tiene una visión diferente de Guillén, algunos lo pintan casi como un auténtico héroe militar y otros, como un farsante, entonces decidí que la única forma de hacer una síntesis de todas sus personalidades era por medio de una novela, en donde pudiera juntar tanto sus propios testimonios como los testimonios que giran alrededor de él. Para llegar a este nivel tuve que empezar a investigar el proceso inquisitorial que está en el Archivo General de la Nación entre las cuales encontré un manuscrito que se llama Cristiano desagravio y retractaciones de 120 páginas escrito por Guillén en la cárcel, la transcripción de este libro me permitió investigar el contexto histórico de Guillén, este trabajo duró hasta 2016, pero fue como la base estilística para abordar el libro, aparte de la investigación histórica, porque este transcurre en el siglo XVII que ha sido menospreciado por la historiográfica, entonces hay poca bibliografía sobre este siglo, pero poco a poco gracias a otros colegas Novo hispanistas pude completar esta investigación; sin embargo, casi en su mayoría son invenciones, imaginación que es lo que le puede aportar la literatura a este tipo de temas.

¿En qué errores puede caer el autor al escribir novelas de corte biográfico o históricas?

—No son riesgos de mala literatura, son errores de escritura, el riesgo mayor de la literatura histórica es que mucha gente tiende a tomarla como una especie de sub literatura; sin embargo, en Latinoamérica hay una gran producción de la novela histórica desde Carpentier con el Siglo de las luces hasta Noticias del imperio de Fernando del Paso, literatura histórica escrita con todo el rigor de la literatura.
En las notas finales de Memorias de un basilisco recalca la diferencia entre la escritura del poder y la escritura peligrosa…
—Más que nada porque el caso de Guillén Lombardo es adecuado para visualizar este conflicto que ha estado desde los principios de la escritura, desde que ésta se creó. Hay gente que la ve como un peligro, hasta el punto que decían que con los libros íbamos a dejar de utilizar la memoria, pero en esa época barroca después de la reforma y el desarrollo de la imprenta, se vuelve más común la idea de que leer es peligroso para el poder porque conforme a la lectura corrían el riesgo de perder a sus súbditos y, por otro lado, existía la idea de que el conocimiento que se desarrolla en el libro es una manera de conversar con los maestros que no están con nosotros. Entonces son los dos puntos de vista, el del personaje por sí mismo para alcanzar el sentido de su vida y el poder que lo priva.

Dice también que en esa época saber mucho era construir la propia muerte ¿Cree que seguirá siendo lo mismo actualmente?
—Claro que sí, ahora disimulado o no, existe una especie de aversión hacia la gente que se dedica a la cultura y esa es la versión que a veces se genera también desde el poder se ha hecho un acoso frecuente “que no salen de su torre de marfil”, “que no saben de la vida real”, etc. Existe un montón de perjuicios a nivel personal, pero sobre todo el de acusar a la gente que sabe como gente soberbia, yo creo que son prejuicios alimentados por este pensamiento humano de la colonia, como en la biblia que dice que “está prohibido indagar los misterios del cielo” pero en realidad es un temor justo, porque el que no conoce, el que no es soberbio, no se le ocurre cuestionar al poder y obviamente es una lucha que no ha acabado, y hay casos como los de Guillen que tuvo que luchar contra su superación personal, pero también confrontarse con el poder.

¿Entonces a los intelectuales se les sigue considerando como soberbios?

—Yo creo que sí, no solamente como soberbios, hay muchas acusaciones del pueblo y el poder contra la cultura, como eso de “a ver de qué vas a comer” y ese tipo de expresiones que la gente dice como de broma, pero que provocan ese desprecio e incomprensión de la gente que se dedica al conocimiento.

¿Y a que cree que se deba esto?

—Pues son prejuicios heredados, para empezar por la Iglesia, desde entonces cuando decían “mejor no leas” porque se pensaba que la idea era una propensión a la desobediencia.

¿Cómo cree que sería una sociedad en la que todos practicaran el oficio de pensar?

—Esa es una pregunta básica de la filosofía política, creo que de todos modos la curiosidad por el saber es una facultad natural de la curiosidad, es una función humana como el deseo de amar, de ser feliz, etc. Y en ese sentido es reivindicar las creencias condenadas; en segundo lugar pienso que en un sistema democrático, en una república democrática, la única manera en que alcancen la armonía, es mediante la educación y la formación de los individuos, la ignorancia jamás podrá crear una buena sociedad. Los académicos como nosotros tenemos cierta obligación por la gente, con el pueblo en el sentido de que no tenemos que quedarnos con el conocimiento sino que debemos difundirlo y compartirlo, que es lo que yo trato de hacer mediante mis libros. Yo no me quise quedar con la vida de Guillén porque me gustaría que la gente lo comprendiera y lo entendiera incluso mejor que yo, porque cada quien es una oportunidad, otra perspectiva para analizarlo, entonces pienso que la república ideal para el pensamiento es como un jardín imperfecto, ya que un jardín es un lugar que se tienen que estar cuidando en todo momento y siempre va a ver bichos, va a ver basura, pero hay que estar atentos de alguna manera, hay que podar, hay que regar y esa es la metáfora más adecuada para este tipo de cultura.

¿Se puede decir que Memorias de un basilisco es su obra cumbre hasta la fecha?

—Es la más ambiciosa porque es en donde he conjuntado muchos de mis intereses personales: la literatura, la historia y la hermenéutica que es una disciplina, un arte de interpretar el pensamiento a través del confrontamiento con el de otro, descubrir la prosa de Guillén y la prosa en general del siglo de oro a mí me ha parecido una maravilla de efecto colateral que necesito para mí, por eso es que ha sido la novela más exigente, me tardé siete años en escribirla; mi obra anterior conjuntada es casi del tamaño de esta novela, pero bueno es un interés ambicioso que finalmente llegó a buen término.

¿En todo este proceso cree que se acercó o asimiló el pensamiento de Guillén Lombardo?

—Sí, supongo que es de alguna manera la afinidad de pensamiento lo que me permitió concretar la novela, escribir su dinámica de pensamiento, que fue muy interesante porque el humanismo cristiano yo digo que es la semilla del pensamiento barroco contemporáneo, que nos permite tratar de conciliar esos puntos y entender que las cosas no son blancas ni negras permitiéndonos entender sus colores, por ejemplo.

¿El basilisco era un perdedor natural?

—No, es un perdedor de los hechos, lo que él quería era llevar su conocimiento hacia el mundo real y en la Nueva España lanzó varias propuestas; sin embargo, en lugar de que tuvieran éxito, fue condenado injustamente a la cárcel y a la muerte, por eso fue un pensador que fue juzgado antes de tiempo y por eso, desde el punto de vista de la época, fue un fracaso. Tuvieron que pasar más de dos siglos para que hubiera una influencia de él, aunque yo creo que sí hubo, sólo que no hay evidencia de ello; sin embargo, diría que es un héroe trágico porque su final fue desgraciado.

¿Qué tan lejos o cerca están actualmente las prácticas de nuestras instituciones a las de la Colonia y la Inquisición?

En el sistema judicial mexicano, todos los vicios de los que se le ha acusa últimamente son una herencia directa de la inquisición, por ejemplo, eso de que si uno es acusa es presuntamente culpable en lugar de ser presuntamente inocente. Eso de que te pueden inventar cargos, sembrar pruebas, la confesión por cualquier medio sin ningún documento probatorio y otras prácticas de la justicia mexicana, que son las de aquella época. Otro, por ejemplo, es cómo se fomenta la corrupción, la inquisición, por ejemplo, podía apresar a una persona porque alguien dijo anónimamente que era judío, entonces iban y lo apresaban, le quitaban los bienes y aunque al final lo soltaban se quedaban con ellos ¿Por qué lo hacían? Porque el gobierno no les daba financiamiento y de alguna manera había que conseguir dinero para mantener la Inquisición y ellos mismos decían “hay que ir a cosechar judíos porque ya no hay dinero”, entonces la sociedad novohispana estaba corrupta y creo que también ahora son prácticas que no hemos podido erradicar, están demasiado arraigadas en nuestro inconsciente porque además como queremos olvidar ese pasado, se nos olvida de donde viene y no sabemos a dónde vamos.

¿Cuál cree que sea la hoguera del siglo XXI?

—Hay muchas, para empezar está la cárcel, todavía existe la posibilidad de ir a la cárcel por delitos que no se comenten, pero también podrían ser las hogueras virtuales como las redes sociales y el internet mediante las cuales alguien que es acusado, falsamente, injustamente o puede ser objeto de escarnio público y eso es un hecho que hace más eficiente aprender a interpretar a los demás, a aprender a escucharlos antes de juzgarlos, antes de entender condenamos.

¿Qué proyectos vienen ahora para Gonzalo Lizardo?

—En concreto estoy por terminar una novela policiaca breve, también estoy trabajando un libro que se llama Las glosas y los azares, un libro de ensayo a partir de lecturas y experiencias cotidianas y esos son los dos proyectos que ahorita estoy terminando.

¿Por qué hay que leer Memorias de un Basilisco?

—Porque quisiera que la gente la leyera como una novela de aventuras, es una novela que los va a llevar a un mundo perfectamente desconocido, pero que a la vez les va a ser extrañamente familiar, van a encontrar muchas aventuras, van a disfrutar el lenguaje del siglo XVII –un lenguaje muy rico– y va a conocer a un personaje excepcional en un tiempo extraordinario, quiero que se lea no como un tratado de historia sino como una aventura de lectura.


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