En Oaxaca buscan normas de escritura para lenguas con vitalidad
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En Oaxaca buscan normas de escritura para lenguas con vitalidad

Nicandro González Peña, director de investigación del ente federal, cree que en lenguas con alto riesgo de extinción como el ixcateco o chocholteco aún se pueden recuperar hablantes


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La escritura en lenguas indígenas no es reciente. Hay documentos de los siglos XVI en mixteco, chocholteco y náhuatl, como se observa en archivos del Poder Judicial del Estado de Oaxaca y como lo han sustentado entes como la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova. O el mismo Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, Inali. El que desde hace 12 años ha desarrollado una serie de normas de escritura que confía abarquen a 35 lenguas al término de la actual administración federal.

Hasta ahora, de las 16 concluidas, solo siete están publicadas en el Diario Oficial de la Federación, como expone Nicandro González, director del departamento de investigaciones del Inali, dependencia a cargo del oaxaqueño Juan Gregorio Regino.

“La intención es que publiquemos en el Diario Oficial las 16 que ya están concluidas. Priorizamos dos de ellas para pilotear esta publicación, con las lenguas hñähñu (otomí) y msaya (maayat’aan).

¿Al concluir el 2020 estarían publicadas las 16 que están terminadas?

Sí, la meta es que las 16 estén en el Diario Oficial.

¿Desde cuándo iniciaron los trabajos sobre las normas y a quiénes se ha acudido para su realización?

Estamos hablando de 12 años aproximadamente que se iniciaron los trabajos. Desde esos años se fueron abordando algunas lenguas malienses como el maya yucateco. En todos los casos se recopilan información que ya han generado algunos intelectuales y hablantes de esta lengua o de trabajos de otras instituciones académicas o gubernamentales como el CIESAS (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), COLMEX (Colegio de México). La lengua maya tenía unos 40 años de intentos de normalizar la escritura. Otras con unos 35, aunque un tanto aislados. Cada intelectual o profesor de pueblo empezó un intento con referencias locales, es decir, según su variante.

González expone que la labor del Inali es recopilar esos esfuerzos y hacer una matriz con todas las propuestas de alfabetos hechos por profesores rurales, investigadores que han trabajado la descripción gramatical de la lengua, entre otros. “No partir de cero, no es adecuado, ni indicado”, subraya el especialista sobre el proceso que implica que los participantes conozcan los esfuerzos y contextos en torno a las normas de escritura y después lograr acuerdos para una propuesta única. “En el caso de los tu’un savi, una de las lenguas con mayor variación, le llamaron el alfabeto universal que va a concentrar todas las variantes de tres estados: Oaxaca, Guerrero y Puebla, de manera que eso pueda ser representativo de todos los pueblos y pueda ser utilizado en cualquiera de las variantes”.

 

¿No sería restrictiva esa norma, el decir que con eso se pretenda la uniformización del tu’un savi (mixteco)?

Digamos que la lengua tu’unsavi tiene 81 variantes y propuesta de 10 alfabetos. Se hace una matriz y se concentran las partes en donde se coincide. En eso no hay problemas. En lo que hay que trabajar es en donde no se coincide, pero entonces se busca la matriz fonológica, es decir, los sonidos significativos en todas las variantes y ahí encontramos que coinciden en muchos casos. Si coincide lo que ocurre es lo que llamamos es una variación alofónica, es decir, de la manera de pronunciar. Pero no hay cambios de significados y eso ocurre con esas variantes. Lo que explicamos es esa variación, pero como hay un único sonido proponemos una grafía que se va a pronunciar como siempre lo han pronunciado. Es una síntesis de la variación lingüística de una lengua y es lo que le permite seguir siendo tan rica y diversificada en su pronunciación. Esta propuesta es contraria a un modelo de homogeneización. Solo nos vamos a poner de acuerdo en una matriz básica de representación de los sonidos.

¿Entonces no se atentaría contra las variantes?

No, es todo lo contrario. Es hacer que las variantes no se pierdan, que no se fragmenten. Si una variante se queda fragmentada, al rato vemos que está en un desplazamiento muy acelerado. En este caso se busca un todo, la lengua en su conjunto, la que unificada en una matriz encuentra un eje o pivote en el que se sostiene.

Para Nicandro, este proceso es similar al que han vivido otras lenguas en el mundo, como el español, que llevaban procesos varios que se retoman por ejemplo algunas representaciones del alfabeto latino.

Se sabe que en tiempos de la Colonia ya se escribían algunas como el mixteco, zapoteco o el náhuatl, ¿se consideran esos documentos como bases o puntos de partida para estas normas?

Sí, en este caso hemos trabajado con (la Biblioteca de Investigación Juan de Córdoova) el Centro Cultural San Pablo. Han hecho un trabajo filológico impresionante sobre esos temas, incluso han dado conferencias en el caso de la normalización de la lengua tu’unsavi, el mixteco, para dar cuenta de cómo fue desarrollada la escritura durante la Colonia. Pero aquí hay algo lo que nosotros promovemos es que haya una soberanía lingüística de las comunidades. No más colonialismo. Que tomen las decisiones los mismos hablantes, muchos de los que se han formado de manera muy profesional. Tenemos doctores en lingüística en el caso del tu’un savi y son ellos quienes guiaron el proceso, basados por supuesto en estos intelectuales y académicos que hicieron un trabajo muy importante para documentar la lengua, para tener referencias para describirla.

 

¿Cuáles son los criterios para decidir qué idiomas atender tomando en cuenta los 68 grupos lingüísticos y cientos de variantes?
Aquí hay un factor importante: es el grado de vitalidad de la lengua. No es lo más pertinente proponer una norma de escritura para una lengua que está en alto grado de desaparición como el ixcateco o el ngiwa / ngigua. Ahí lo importante son acciones de revitalización, de transmisión de la lengua oral.

En las 68 agrupaciones lingüísticas, el Inali tiene clasificadas a 31con alto riesgo de desaparición. Esas 31 no son prioritarias en las normas de escritura, aclara el investigador, sino las 37 con mayor número de hablantes. Y de estas, subraya, ya se tienen 16 con normas de escritura. Nueve de las 37 están en desarrollo, pues cada norma requiere de entre tres y cuatro años para concluirla.

Para las 37 de las que se prevé crear la norma, ¿cuántos años tomaría concluirlas?
Nuestro estimado es que para 2024 estaríamos terminando 35. En esta administración concluiríamos 35.


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