Juan Pablo Villalobos: "La literatura puede contribuir a la empatía"
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Juan Pablo Villalobos: “La literatura puede contribuir a la empatía”

En Yo tuve un sueño, el escritor jalisciense recrea las experiencias de 10 menores centroamericanos que ingresaron a Estados Unidos para reunirse con sus familias


Juan Pablo Villalobos: “La literatura puede contribuir a la empatía” | El Imparcial de Oaxaca

Entre octubre de 2013 y mayo de 2014, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más de 46 mil menores que provenían de Centroamérica y buscaban llegar a la tierra del “sueño americano”. Se trataba de la mayor crisis migratoria en las últimas décadas. Incluso, fue descrita por el entonces presidente Barack Obama como una “crisis humanitaria”, ante la cual se abrieron decenas de centros de acogida en los que se procesaba y albergaba a estos infantes.

Para septiembre de ese mismo año, se estimaba que ya había unos 70 mil menores detenidos en la frontera entre México y Estados Unidos. La mayoría de ellos, procedentes de Centroamérica. En ese entonces, el escritor Juan Pablo Villalobos (Jalisco, 1973) fue buscado por el editor de una revista estadounidense, quien le propuso entrevistar a algunos de estos niños y, a partir de ello, escribir un reportaje.

Ese es el origen de Yo tuve un sueño (Anagrama, 2018), el libro en el que el autor retoma las historias de 10 menores que habían ingresado de manera ilegal a Estados Unidos entre 2011 y 2014, y a los que conoció en 2016, en Los Ángeles y Nueva York. “Me concentré en lo que está pasando en Centroamérica porque me parecía que la migración, en el caso de México, tiene otras características”, explica Villalobos. Su intención con el libro es, “quizá, poner la mirada en estos países, que no es lo más común”, mediante los relatos de quienes emigraron cuando tenían entre 10 y 17 años de edad.

En el volumen, las voces de los protagonistas (procedentes de Honduras, El Salvador y Guatemala) dan cuenta de que la migración está forzada por la violencia. Salir del país de origen, en donde la abuela o los tíos han sido asesinados, se vislumbra como la única manera de evitar la muerte a manos de pandilleros; antes, según el testimonio de uno de los menores, es preferible morir en el camino, en el intento por reunirse con la familia.

Pero no todas las migraciones de estos infantes parecen guiarse solo por esos motivos. A veces, como destellos de luz, se asoma la esperanza, en historias donde se espera conocer el rostro de la madre a la que solo se le ha escuchado por el teléfono.

“Creo que la literatura puede contribuir al entendimiento y a la empatía”, apunta el también ganador del Premio Herralde de Novela (por el libro No voy a pedirle a nadie que me crea). Él piensa que con crónicas como estas, a veces a manera de diarios, se conocen a las personas que emigran, y que muchas de las veces solo se ven desde las estadísticas. También, porque permiten la comprensión y no caer fácilmente en el pánico alentado por discursos de odio como el que se replica desde Estados Unidos.

Con elementos del periodismo y de la literatura, Villalobos presenta un libro en forma de ficción, pero con contenido de “no ficción”. A su vez, representa una decisión personal del artista, en el que, a diferencia del periodismo intenta mantenerse vigente. Con Yo tuve un sueño, confía en que pasados 10 (o más) años de este fenómeno, y en un escenario que se espera más alentador, las historias sigan ahí, manifestando una crisis que no ha de resumirse a números ni ser alimentada con discursos de odio, ya sea en territorio mexicano o estadounidense.

“La literatura es el lugar del pensamiento complejo y de la creación crítica, pero que no puede ser tendenciosa”, ahonda el autor sobre un proceso creativo que puede llevar a una posición política. “En un sentido todo arte es político, pero no debe de estar condicionada la creación artística al campo de lo ideológico, de lo político, porque entonces se vuelve panfletario, en un nivel de denuncia que es muy maniqueo”.


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