Pinches Pelones
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Arte y Cultura

Pinches Pelones

El Colectivo Cuenteros nació en el seno del Taller de Cuento Corto en la Biblioteca Henestrosa, el cual lleva cinco años de actividades bajo la dirección del escritor Kurt William Hackbarth. El propósito del Colectivo es apoyar la formación de narradores oaxaqueños. Para mayor información, contáctenos en: [email protected].


Pinches Pelones | El Imparcial de Oaxaca

Para Manuel.
Desde que subieron al puente supe que querían ocupar un atajo y cruzar por mi entrada. Lo recuerdo ahora porque suenan “Los Ángeles Negros”, esa tonada me regresa a la Ciudad de México. “Amor adiós, no se puede continuar, ahora tengo que marchar… No sufras más, quizá nuestro llanto quedé atrás… y volveré como un ave que retorna a su nidal, verás que pronto volveré y me quedaré”.
Los pinches pelones me decían “El Chueco”, por mi mandíbula, que había quedado con una pronunciada inclinación a la izquierda por una bronca al entrar al Colegio Militar. Pinches pelones.
En los años 70 entrabas al colegio por muerto de hambre o por castigo. Yo vivía en las vías de Buena Vista, robaba para comer y para chupar. Hasta que me cansé y entré al colegio porque me dijeron que me darían de comer, la mía no fue una elección patriótica, ni heroica, fue pura hambre.
Lo primero que recuerdo fue a mi mayor decirme: “Eres un pinche pelón y no vales una mierda, para que lo aprendas vas a convivir con la mierda”. Pinche mayor, su acento jarocho me encabronaba más que lo que decía. Pero así inicié, durmiendo en los baños y como un pinche pelón.
En esos años yo quería ser Leo Dan, tener un pinche nombre chingón, no ser el pinche Chueco. Salir a rolar, como cuando existía el Esmirna, aunque de eso ya pasó un chingo de tiempo. Ser Leo Dan y decir un poema en medio de la canción: “Solo y herido, así me dejas, sabiendo que mañana irás con otro al altar, llorarás, llorarás por tu capricho… no podrás ser feliz con ningún otro, pues conmigo conociste el amor”.
Pero no, de Leo Dan no tenía ni sus discos, la vida en el Colegio era una rutina para someter nuestras pasiones. No éramos militares todavía, no habíamos jurado, éramos estudiantes de bachillerato con rutinas marciales y armas; salíamos a hacer misiones inventadas, no podíamos hacer otra cosa, éramos niños con armas, pero yo era diferente, yo era el Chueco y chupaba como un santo, en el colegio era famoso por mi mandíbula, y porque hacía los exámenes pedo, dormía pedo, nadaba pedo, comía pedo, respiraba pedo, antes de ponerme pedo estaba pedo, pero mis calificaciones decían otra cosa: mi memoria era lo único que sostenía mi estancia en el colegio. Pinche Leo Dan, el pendejo nunca debió cantar con mariachi.
Cuando los vi cruzar me faltaban dos meses para graduarme, sería oficialmente militar y juraría la ley castrense. En ese momento era jefe de pelotón, los pinches pelones se chingaban, los tenía a todos amenazados. Ya sabían que cuando me tocaba guardia tenían que conseguirme unas buenas caguamas y tabacos. Siempre he sido un hombre simple.
Me pregunto cuándo se morirá Camilo Sesto, ese cabrón no me gustaba tanto, pero tenía sus buenas rolas: “Sueños que son amor, son sueños que son dolor y yo necesito saber si quieres ser mi amante”.
Pinches pelones, no sabían ni madres. Ese día teníamos guardia en el acceso norte, lo cual me quedaba de perlas porque la pinche jaula de seguridad tenía una jardinera enfrente, me encantaba tumbarme a ver las nubes de la Ciudad de México, mi metralleta FAL y mi caguama, o mi vodka, o mi tequila, desde ahí yo controlaba el mundo: a ver tú pinche pelón lánzate por más hielos, pero sin que te vean huevón, porque si te caen te echo la culpa y a detención; a ver tú, pinche pelón, explícale a ese pendejo cómo compramos los pinches hielos, además de pelón tienes cara de puto y eres pendejo, cabrón, a ver si aguantas, pinches pelones, órale jijos de mi huevo izquierdo, a darle pendejos, que para llegar a este jardín se necesitan caguamas.
Entonces los vi acercarse. Miren pinches pelones, a esos dos que vienen allá no los dejen pasar, su entrada no es por acá y los putos quieren tomarnos de atajo, que los ataje su pinche madre.
Eran dos mayores, como yo, pero me valían madre, a esas horas no habría dejado pasar ni a un general, además si esos putos me veían acostado y chupando en mi guardia, me armarían un pedote con tal de sacarme una lana o algún pinche favor.
Lo recuerdo, en ese momento escuché sonar Only You de “Los Platters”, esa inconfundible entrada:”Only you, can make all this world seem right”. Mientras la música suena, en la entrada los pinches pelones discuten con los putos mayores; si un ave nos hubiera visto desde las alturas, escucharía a “Los Platters” en un cielo inundado de azul, vería un pequeño grupo de uniformados discutiendo, y al fondo, un tipo tirado, bebiendo en una jardinera con una ametralladora a un lado, lo vería todo muy lentamente, sin entender nada: ni la música de “Los Platters”, ni los chingadazos que abajo, en el mundo terrestre, se daban esos seres extraños.
Ni siquiera lo pensé. Cuando los dos cabrones lograron pasar a los pelones sólo grité: ¡Alto!, y tomé mi FAL, les vacié mi carga. “Los Platters” seguían cantando Only Youy al dar el último trago de mi caguama vi desplomarse dos cuerpos, escuché el batir de las alas de cientos de aves atemorizadas por los disparos, caí sobre el pasto, vi un ave surcar entre las nubes. Me sentí estallar, como si todas las botellas de caguama en el mundo se rompieran dentro de mí.