El hilo dorado en la obra de Ana Hernández
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Arte y Cultura

El hilo dorado en la obra de Ana Hernández

En su primera exposición individual, Doo Yachi, la artista recrea la pureza, las raíces y la cartografía del Istmo


  • El hilo dorado  en la obra de Ana Hernández
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Si en algún momento de la vida estaba por corromperse su identidad, Ana Hernández lo impidió ¿De qué manera?, “trabajando con las técnicas tradicionales del Istmo”. La artista originaria de Santo Domingo Tehuantepec, quien creció rodeada de textiles y la idea de lo dorado como símbolo de pureza, comparte su primera exposición individual, titulada Doo Yachi/Hilo Dorado.

La muestra que presenta en la Galería Quetzalli (Constitución 104-1, Centro) reúne 13 piezas, entre instalaciones, textiles y cerámica, hechas en colaboración con artesanos del estado. En ellas, no sólo reflexiona sobre su identidad como mujer, sino en la cercanía con sus raíces y el maíz, así como la diversidad cultural de México.

Teniendo como hilo conductor el dorado, la egresada de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) recurre a los jicapextles y bordados del Istmo para recordar sus orígenes y verse en la actualidad como parte de esa cultura.

De ahí que si alguien le pregunta cómo se percibe, Ana es contundente al decir: “me ves y soy una mujer del Istmo”.

PUREZA, MAS NO RIQUEZA

En su región, explica Ana, el oro es fundamental en el desarrollo de la indumentaria y es considerado un símbolo de pureza, mas no de riqueza. Por eso —añade— lo dorado se observa en los textiles cotidianos, en los de gala e incluso en el traje de novia.

“El oro siempre ha estado presente en el traje, por eso parto de ahí”, subraya la artista que emplea el bordado, una técnica aprendida desde pequeña y que la une con el oficio de su madre costurera, para recrear las flores que adornan los trajes de las tehuanas.

Asimismo, lleva lo dorado a la lluvia (una instalación hecha con papel), a los jicapextles y a una especie de muestrario con bordados de cadenilla de San Juan Guichicovi. Todos ellos expuestos en la serie que se encuentra abierta al público del 20 de abril al 31 de mayo.

IR A LAS RAÍCES

Antes de Doo Yachi, Ana Hernández desarrolló Rutas de ausencia, un proyecto que compartió en 2015, en Querétaro, como parte de una exposición colectiva. Esa serie estuvo marcada por la migración de su madre a Estados Unidos. Aunque en su nueva propuesta el tema cambió, los mapas se mantienen, sólo que ahora lo hacen como forma de explicar que, así como existen varios tonos y colores, en México hay culturas diversas.

También para remitirse al origen de la humanidad, en específico de las culturas del Istmo. Por eso, refiere, es que usa materiales muy pegados a las raíces, para que, a partir del textil, se dé la búsqueda.

Entre las piezas que expone en Doo Yachi, Ana vuelve a representar a la región del Istmo, pero ahora en una instalación hecha con olotes que obtuvo de Teotitlán del Valle, y un marco de metal que en vez de ser redondo (como las oloteras de bejuco que se usan para desgranar el maíz) adquiere la forma de un mapa del Istmo.

“Si la olotera desgrana cada tarde el maíz que se ha de cocer en la olla de nixtamal, ¿qué cosas desgrana el mapa de Ana en nuestra imaginación? ¿Será un mensaje cifrado dirigido al subconsciente para hacernos valorar los maíces nativos del Istmo, de donde ella es originaria? ¿Es su intención recordarnos que su tierra es la región con mayor diversidad de tortillas en el mundo? ¿Nos está queriendo alertar sobre los peligros que conllevan las semillas transgénicas de Monsanto?”, se pregunta el curador e investigador Alejandro de Ávila sobre la propuesta en que la artista muestra la conexión de la humanidad con el maíz.

Doo Yachi es la primera exposición individual de Ana Hernández, quien a través de hilos de colores y terciopelo borda un mapa de México. Asimismo, emplea otros materiales como el papel metálico, la hoja de oro y los olotes para adentrarse en la región que en septiembre de 2017 fue azotada por los sismos, pero que ahora trabaja en su reconstrucción.

A decir de la artista, se trata de una serie de obras que conviven y desarrollan en conjunto con el espacio (la galería). Además de implicar una búsqueda de herramientas y materiales tradicionales para construir una obra ligada a su cultura, a los textiles, las tradiciones y la niñez de sus congéneres.


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