Manuel Martínez Gracida: El científico amateur
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Manuel Martínez Gracida: El científico amateur

Conocedores de la vida, obra y acervo del ejuteco reflexionan sobre las investigaciones del intelectual y político


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Manuel Martínez Gracida (Ejutla de Crespo, Oaxaca, 1847) fue un intelectual de la época porfiriana recordado generalmente por sus obras historiográficas y sus estudios etnográficos, como El rey Cosijoeza y su familia. Reseña histórica y legendaria de los últimos soberanos de Zaachila (1888) o Historia de la fundación del santuario de la Virgen de la Soledad de Oaxaca y su convento (que dejó inédita). Sin embargo, también se dedicó a las investigaciones naturalistas, aunque esta faceta es poco conocida.

Ricardo Govantes Morales, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo piensa así; por ello, propone otro acercamiento, a través de las ciencias naturales, a uno de los grandes intelectuales del siglo XIX y principios del XX.

El especialista pretende ver y mostrar a Martínez Gracida como “un científico amateur comprometido con Oaxaca”. Además de un intelectual con características particulares que enlazan su labor con otras áreas, como ocurrió con sus contemporáneos del país, según las apreciaciones de varios estudios.

Asimismo, para revalorar la obra de quien ayudado por sus funciones en la política tuvo acceso a varios documentos y fuentes que lo llevaron a conformar un acervo muy nutrido y diverso, como el que de él tiene la Biblioteca Pública Central Margarita Maza de Juárez, en la capital del estado.

Pero para hablar de la faceta naturalista de Gracida, autor del Catálogo de la flora y fauna del Estado de Oaxaca (1891), Ricardo Govantes recuerda que “la figura del científico decimonónico en México es algo mucho más complejo de lo que supone cierta historiografía que centra su atención en los profesionales de la capital del país”. Por ello, tanto Gracida como otros intelectuales de estados ajenos a la capital del país conformaron en el siglo XIX una élite generadora de conocimientos científicos, aunque poco reconocidos.

“Y es que en las comunidades científicas de diversas regiones, el hombre de ciencia fue un actor social difuso, ya que muchas veces estos se identificaban con la tradición de los llamados letrados polígrafos”. Es decir, intelectuales con varios enfoques y estudios en áreas diversas, por lo que lo mismo podían ser literatos, políticos, médicos, viajeros, historiadores, funcionarios públicos y escritores con formación autodidacta, aunque con inquietudes científicas y falta de especialización en tales áreas.

Por ello, señala Govantes, muchos de sus estudios se definieron por el deseo de contribuir a la formación de una literatura nacional y regional, “entendida esta como la expresión de las realidades políticas, económicas, legislativas, científicas y artísticas de los diversos estados”.

Manuel Martínez Gracida, por ejemplo, se desarrolló en varias áreas, como la historia, la política, las ciencias naturales e incluso en temas relacionados con la religión. Y es que el nacido en Ejutla de Crespo, y proveniente de una familia con carencias económicas, lo llevaron a aprovechar una oportunidad para trabajar como escribiente en la administración pública de Oaxaca, y a partir de ello su camino como funcionario (tanto en su estado natal como en Jalisco). Asimismo, el estar en este campo de la función pública le permitió seguir su formación en sitios como en el Instituto Científico y Literario del Estado de Oaxaca.

“Fue a partir de la década de 1870 que Manuel Martínez Gracida comenzó su labor como escritor polígrafo de todo lo correspondiente al estado de Oaxaca, emprendiendo primeramente diversos trabajos estadísticos acerca de su estado e incursionando posteriormente en la escritura de temas naturalistas, históricos y etnográficos correspondientes a su localidad; antropológicos, incluso podríamos decir”.

Más tarde, en 1880, sus trabajos estadísticos le permitieron ser nombrado socio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, considerada entonces una de las principales asociaciones y por lo que la inclusión de Martínez Gracida hablaba de la calidad de sus trabajos, señala Govantes Morales.

Entre las obras naturalistas del oaxaqueño destacan dos: Flora y Fauna del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, escrita en 1886, y Flora de Oaxaca, catálogo sinonímico de la flora del estado de Oaxaca, en 1912. Sobre la primera, el catedrático de la UNAM refiere que fue el motivo por el cual se le reconoció en la comunidad científica, además de abrirle la puerta como invitado de la Sociedad Mexicana de Historia Natural. En cuanto a la segunda obra, destaca la importancia del texto distribuido en 67 páginas, y en el cual se describe gran parte de la flora existente en el estado a principios del siglo XX. Este texto, añade el especialista, está en la colección Martínez Gracida, de la Biblioteca Francisco de Burgoa.

Aunque Martínez Gracida se fue a trabajar a Guadalajara, en 1906, y por ello jamás volvió a su estado natal, tejió una red de intelectuales (con sus amigos Cassiano Conzatti, Abraham Castellanos y Manuel Brioso y Candiani), lo que le permitió seguir sus estudios etnográficos, dando lugar a sus dos últimas obras: Los indios oaxaqueños y sus monumentos arqueológicos y Las razas indígenas de Oaxaca.