El lugar de los muertos: Sergio Arroyo indaga en la mente del agresor
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El lugar de los muertos: Sergio Arroyo indaga en la mente del agresor

La novela que desarrolla el costarricense Sergio narra lo que ocurre en una casa igual a muchas otras, pero que es lugar de un drama que pocos imaginan


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Gertrudis y sus dos hijos, Raquel y Horacio, habitan en una casa como cualquiera de la ciudad. Esas paredes no merecen la atención de los vecinos, pero en ellas transcurren historias que pocos sospechan. Horacio, el hijo favorito, obliga a su hermana a seguir los pasos de su madre en la prostitución. Raquel obedece y de ella nace Fernanda, la menor a quien Gertrudis decide ocultar en la vivienda. Ambas adultas mueren, pero el drama sigue para la niña, quien se convierte en la prisionera de Horacio.

Pero qué pasa en una casa como otras tantas de una ciudad para que nadie sospeche de delito alguno. Ese es el primer acercamiento que propone Sergio Arroyo, autor de la novela que titula El lugar de los muertos. El segundo ganador de la Residencia Ventura + Almadía describe la vida de esa familia, pero también aproxima al lector a la mente de Horacio, el agresor (como lo hace Margaret Atwood en Alias Grace, la novela que se adentra en las complejidades de la mente y el alma de una mujer acusada de asesinato).

Sergio Arroyo se ha desarrollado como traductor y editor, pero su interés en la escritura lleva algunos años en los que se ha enfocado en el micro relato y los cuentos. Plancton (2016) es su primer libro, en él retoma temas como la infancia, la familia y su desconfianza por los teléfonos celulares. Tiene también un libro de cuentos próximo a salir: País de lluvia.

El lugar de los muertos es su primera novela, la cual planea publicar con Almadía. Sin embargo, tras ellas están cuatro esfuerzos similares, pero inconclusos, quizá porque “las empecé a escribir sin realmente tener una noción de cómo iban a terminar, de qué personajes iba a trabajar”.

Esta vez tenía la idea pensada desde hace ocho años y ya había imaginado los personajes, incluso tenía planeado el final. Era un proyecto de aproximadamente 80 páginas que inscribió en el concurso por el cual está desde enero y hasta marzo en la ciudad de Oaxaca. En entrevista, Sergio Arroyo habla de su trabajo, así como los temas que ha desarrollado en otros libros y las implicaciones que conlleva ser editor, escritor y crítico literario:

Has hecho micro relatos y cuentos, ahora trabajas en una novela, ¿de qué depende la extensión de la historia?

– Depende de los personajes, cuando en una historia el personaje prácticamente no es importante, sino que es solamente un nombre o un pretexto para contar una historia cortísima como de una página, ahí al ser el personaje —por decirlo— como de adorno, no hace falta profundizar en él. Casi es una anécdota, pero con un tratamiento literario; ahí con una página es más que suficiente, un poco menos o un poco más (…). En cambio, cuando el personaje adquiere vida propia o toma sus decisiones autónomas, que da esa sensación al lector, la historia crece más porque hay que profundizar en él para tratar de justificar o de crear una ilusión de verosimilitud, de que el lector crea que es posible, tal vez no real, pero sí posible.

Como en El lugar de los muertos

– Como en un cuento largo, de 10 páginas o 20; un cuento tradicional (…). Ahora, cuando la historia ya no es de un personaje, sino de varios, las cosas se complican porque ahora es como una ilusión de la vida misma (…). Las cosas crecen, cambian, como árbol va creciendo y se hace cada vez más complejo, enramado. Que es lo que pasa en una novela, como en El lugar de los muertos.

¿Cómo llegaste a esta novela?

– Por varias vías: una es porque creo que toda historia tiene algo autobiográfico, algo de realidad para la persona que la quiere contar. Siempre he sido una persona muy de estar en la casa, muy encerrada, muy casera. Hubo un tiempo en mi vida en que me dedicaba a leer mucho, era adolescente, había terminado la prepa y me quedaba en la casa; durante ese tiempo se me desarrolló esa afinidad por los espacios cerrados, por la ilusión de estar encerrado en un lugar. Por otro lado, sin hablar de ningún caso en particular, ha habido casos en Europa, en América Latina y Estados Unidos, en donde pasa eso que decías, que de repente llega la policía a una casa y los vecinos dicen: pero ¿por qué?. Ah, es que ahí tenían como esclavos a cinco personas, desde hace 15 años; ya son adultos, pero empezaron ahí desde que nacieron.

 

¿Qué es lo que pasa dentro de una casa para que eso ocurra y que nadie sospeche nada? Es la pregunta que propone Arroyo para abordar —en una de las cuatro partes de su novela— lo que pasa en el sótano de una casa donde existe la esclavitud sexual. “Otra parte es escudriñar dentro de la cabeza del agresor, ¿qué pasa dentro de una persona para que llegue a hacer eso?, ¿qué lo motiva?, ¿es una persona cuerda? ¿Es una persona demente? Eso es para hacer que el lector se meta como un curioso; no para justificarlo, sino para entenderlo, aunque sea un hecho criminal es un ser humano también”.

Has sido editor y crítico literario ¿de qué manera influyen estas facetas a la hora de escribir la novela?

– Me ha influido negativamente porque parte del hecho de que no haya podido escribir una novela antes es que me ponía a editar casi al mismo tiempo en que los estaba escribiendo. Escribía una página y esa página podía mejorar, comenzaba a corregirla recortarla, agregarle… y al final pasaba una semana y era una página preciosa, pero era una página. Podía funcionar para escribir relatos, pero para un texto más extenso no (…). Ahora lo que he hecho es que en el campo de la edición se habla de miradas con las que uno ve un texto y en cierta forma lo he practicado.

¿Qué posibilidades percibes en el micro relato y cuál crees que es el papel de la novela?

– Creo que no un gran papel porque no creo que el micro relato se pueda considerar como un elemento de una novela. Hay un par de casos interesantes: uno en México y otro en Argentina, de autores que fueron las primeras antologías de micro relatos que se hicieron (Cuentos breves y extraordinarios, de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y Los Cuentos de El Cuento, de Edmundo Valadés). Ellos hacían algo que me parece que no es tan correcto, agarraban fragmentos de novela que se podían leer más o menos independientemente y las creaban como relatos en sus antologías (…). Creo que cualquier fragmento de una novela es parte de ella, no se puede ver como un micro relato.

 

En Plancton, su libro de micro relatos, Sergio reúne varias historias que después trabajó en cuentos más extensos.

“Eran como ese alimento básico que luego se aprovechaban por formas más grandes”.

En ese volumen, habla de su relación con los celulares, un dispositivo que hasta hace dos años comienza a usar, pese a considerarse geek.

Sergio Arroyo es también responsable del proyecto digital Vejaciones. Además de El lugar de los muertos, que desarrolla con la residencia Ventura + Almadía, alista la publicación de su libro El país de lluvia, una serie de seis cuentos inspirados en su natal Costa Rica, donde la lluvia cae durante ocho o nueve meses al año.

 


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