Historia de vida: Sin una razón para vivir
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Historia de vida: Sin una razón para vivir

Raúl se adentra cada vez más en el vicio que lo mantiene activo mientras poco a poco se sigue destruyendo


Historia de vida: Sin una razón para vivir | El Imparcial de Oaxaca

Raúl tiene 20 años y pareciera que la vida se le acaba. Pasa las horas sin sentirlas. Deambula por el centro como si no esperara nada.

Vecino de la ciudad, confesó ser adicto a una de las drogas consideradas más baratas, pero clasificada por expertos entre las más destructivas emocionablemente.

No sabe cómo se llama en realidad, tal vez Raúl fue el primer nombre que se le ocurrió contestar cuando se le preguntó y así lo dijo.

Vestido de mezclilla, con un pantalón recogido, una chamarra azul y unos tenis blancos y rotos, se asoleaba en la banqueta de la calle Rayón.

Un poco despeinado y sin asear. Estaba como fuera de sí pero al preguntar qué hacía en esa zona aseguró ser víctima de una droga barata.

Con ambas manos, como si tuviera miedo de que alguien se la arrebatara, sostenía fuerte una botella de plástico que contenía pegamento de color amarillo.

Cuando sentía que las fuerzas se le iban acabando, suspiraba y acercaba el bote a la nariz, incluso la aspiraba con la boca.
No medía el tiempo, no medía la magnitud de las cosas, no media las palabras que decía. No medía nada, pero de lo que sí estaba seguro es que lo que tenía en la botella era algo nocivo para su salud.

Para él, inhalar la substancia toxica es normal, para él, inhalar pegamento es algo normal, al igual que para las personas que lo ven que igual se han acostumbrado a verlo deambular por las calles llevando la botella que para Raúl significa todo.

“Es todo, está chido”, fueron algunas palabras que soltó mientras lo inhalaba.

La mirada se le volvía desafiante, parecía tomar fuerza de flaqueza y para otros que lo miraban parecía que era el tiempo de correr.

Sin mirar los vehículos se levantó de donde estaba y cruzó la calle. Automovilistas se detuvieron para no lastimarlo y esperaron que llegara a su destino, que no fue mucho, sólo llegó al otro lado de la calle y se sentó de nueva cuenta para seguir inhalando.

Un vecino contó que para estos jóvenes no hay oportunidades de readaptación por parte de las autoridades, pues el andar deambulando y verlos por las calles se ha vuelto algo normal.

Expertos en el tema indicaron que esta substancia se clasifica entre los llamados depresores del sistema nervioso, además que su uso puede dejar secuelas como daños cerebrales irreversibles o cefaleas para quien las utiliza.

Aunque la difusión es poca, informaron que existe un Centro de Integración juvenil que se ubica en San Bartolo Coyotepec y es exclusivo para jóvenes con adicciones, en donde el apoyo que se brinda es gratuito y profesional.


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