En memoria de Abel
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En memoria de Abel

 


Tuve la oportunidad de tratar a través de los años al amigo Abel Santiago Díaz, un poco más en los últimos años en esta capital oaxaqueña que en la ciudad de México, y también a su hermano René, los dos dedicados de manera destacada a la cultura, al arte y al periodismo. Abel amplió más su campo de acción y nos dejó escritas varias obras literarias que forman parte del acervo cultural de Oaxaca.

Nos conocimos en la década de los años sesenta en el popular barrio de El Peñasco, pero la relación se consolidó aún más en los años posteriores. En la ciudad de México solíamos reunirnos en nuestros tiempos libres para comentar las cosas de Oaxaca y las personales; él trabajaba en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Su hermano René se inclinó por la pintura, la literatura y el periodismo. Los dos cada quien a sus proyectos creativos personales, pero apoyándose mutuamente. Por su vocación periodística, Abel se convirtió desde muy joven en colaborador de los diferentes diarios de la capital del Estado y editor de publicaciones culturales. En la capital del país continuó en esa misma tónica.

Desde El Mejor Diario de Oaxaca y otros medios fue un crítico permanente de los gobernantes en turno y de los políticos voraces porque le fallan al pueblo, a sus representados, con sus actitudes y acciones. No dejó de señalarles sus errores. Quería una nueva sociedad en que impere una democracia auténtica, en que los servidores públicos se dediquen de verdad a servir, no a enriquecerse como ha sucedido hasta ahora.

Se pronunció por la paz y la justicia, que no se solaparan más los actos de corrupción e impunidad de los funcionarios de los diferentes niveles de gobierno. Condenó la violencia y el terrorismo, el robo, las violaciones de los derechos humanos de la Sección 22 del Sindicado Nacional de Trabajadores de la Educación, sin que ninguna autoridad se atreva a intervenir en contra de ella, dejando en la indefensión al pueblo.

Afirmaba que el compromiso con los niños y la educación es lo que menos se ha logrado por parte de las profesoras y profesores, como se demuestra con los paros de actividades y, el colmo, el que hayan quemado recientemente llantas en los accesos de las escuelas primarias Abraham Castellanos y Basilio Rojas en la capital oaxaqueña.

Sostenía que en México no se castiga la corrupción sino la imbecilidad, al ocuparse concretamente del caso del extitular de Salud, Germán Tenorio Vasconcelos, quien acumuló riquezas sin límite, se compró hasta un avión y dejó sin medicamentos a las farmacias del sector salud de Oaxaca.

Se inconformó por la improductividad de los diputados locales de la legislatura anterior y pidió a la actual a no repetir la historia; les recordó que nuestras necesidades son de gobernabilidad, orden, respeto a los derechos humanos y acabar con la corrupción e impunidad que se han asentado en la entidad y que parecen no importar a las autoridades.

Dijo que la inseguridad sigue prevaleciendo a la fecha y los derechos son inexistentes, porque hasta el libre tránsito está sujeto a los caprichos y exigencias de organizaciones como las magisteriales, de los normalistas, transportistas y antorchistas, en fin, todo tipo de dirigentes ansiosos de lograr mayores prerrogativas.

Señaló sin rodeos que es todo el sistema político del país el que hay que corregir, porque de él depende el buen o mal funcionamiento de todos los órganos de gobierno. Recomendó al actual mandatario Alejandro Murat Hinojosa ejercer autoridad conforme a la ley, como lo piden los oaxaqueños, para dejar de ser rehenes de las organizaciones y líderes venales.

Abel fue un periodista cabal y activo hasta el último momento de su vida. Un ejemplo a seguir.