Detengamos el fin
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Detengamos el fin

 


En el capítulo IX, titulado “Contribución a la teoría y estrategia de la paz”, de uno de los tantos escritos de Erich Fromm: “Sobre la desobediencia y otros ensayos” (Ediciones Paidós Ibérica, S. A Barcelona, 1984, todas las ediciones en español), se lee: “Al comenzar a hablar de la teoría de la paz, surge la primera pregunta ¿qué es la paz? La palabra paz se utiliza en un doble sentido: en la primera acepción, paz equivale a no-guerra o no utilización de la fuerza para el logro de determinados fines”, ésta sería la definición negativa. En la segunda acepción, o sea según la definición positiva, la paz es, por el contrario, un estado de armonía fraternal de todos los hombres.

Para comenzar, una palabra acerca de la segunda definición. Ésta ha encontrado su primera y por cierto más grandiosa expresión en el concepto profético del “tiempo mesiánico”, es decir, la época en que los hombres viven en armonía entre sí y – cosa importante – también con la naturaleza, en una condición no sólo de no agresión, de no violencia, sino también absolutamente libres de angustia, y por ende en un estado que sólo puede caracterizarse como el de más elevado desarrollo humano: el de pleno despliegue de la razón y la capacidad de amor del hombre. Tanto es así, que la palabra hebrea que designa la paz en el Antiguo Testamento, shalom, expresa esa idea: significa totalidad, armonía, plenitud.

Y, como advertencia, el 9 de septiembre del año en curso, se lee: “Negar la evidencia” (El País, p. 12, Opinión). En el sumario: “No debemos ignorar que el calentamiento provoca fenómenos climáticos extremos”. Y en la nota: “Cuando EE UU todavía no se ha recuperado del terrible golpe que el huracán Harvey propinó al Estado de Texas, otra terrible tormenta tropical, bautizada con el nombre de Irma, avanza con su espiral de muerte y destrucción por las islas del Caribe hacia el Estado de Florida. La frecuencia y la intensidad con que se suceden fenómenos meteorológicos extremos en diferentes lugares del planeta, ya sean tormentas tropicales o sequías extremas, relanza con fuerza el debate sobre si se está haciendo todo lo necesario y lo posible para evitar lo que la evidencia científica apunta como principal causa: el cambio climático.
Particularmente importante es este debate en Estados Unidos, uno de los dos mayores emisores, junto con China, de gases de efecto invernadero, donde, pese a la abrumadora acumulación de pruebas científicas, el presidente Trump se permite abandonar los acuerdos de París contra el cambio climático”.

Hace tiempo que los científicos vienen advirtiendo de que una de sus primeras manifestaciones será la intensificación de fenómenos climáticos que son habituales, pero que cada vez serán más frecuentes y más devastadores. El tiempo es ya noticia habitual de los telediarios, pero no en el apartado de previsiones, sino en el de sucesos. La ola de calor que han vivido este verano el sur de Europa y los Balcanes, con 10 países en alerta roja por temperaturas extremas, los huracanes que asolan el Caribe o la intensidad que adquieren en Asia los habituales monzones forman parte del mismo fenómeno, el calentamiento global {…}

En México, nuestro país, obviamente también se ha mostrado el furor del cambio climático con toda su fuerza. Con un cintillo de La Jornada (13 de septiembre/17, primera plana) se informa a los lectores de su magnitud: “Cientos, las comunidades afectadas por el sismo: SG”. En el primer sumario: El fin de semana estaría listo el censo de viviendas dañadas, adelanta Osorio”; en el segundo: “En Chiapas reportan que 16 mil 826 casas están colapsadas o inhabitables” {…}

Y en El Sol de Puebla (lunes 11 de septiembre/17, P. 4b, sección Nacional, nota y reportaje de Joel Hernández, colaboración especial) leemos: “Juchitán sufre y no se dobla”, en el cintillo: “Quienes nacieron ahí construyeron su vida y la de sus hijos, nietos y descendientes”. Al lado, “TRAGEDIA”: la noche del jueves 7 de septiembre a las 11:49, como casi todo el país, Juchitán fue mayormente sacudido por un sismo de 8.2 de escala Richter”, y fotos impactantes de los cientos de casas que cayeron quedando sólo escombros. En primera plana otra fotografía de un hombre sobre más escombros; el título: “LA FURIA DE LA TIERRA”, así, con mayúsculas. Debajo: “El gobernador Alejandro Murat, dio a conocer que hasta el momento suman 800 mil oaxaqueños afectado por el sismo del pasado 7 de septiembre; además, podría incrementarse la cifra de víctimas debido a que aún se siguen removiendo escombros de casas destruidas..”

Y a propósito de Puebla, aquí también, como en todo el país, la angustia nos llegó: durante cuatro semanas llovió (parecía Macondo, en Cien Años de Soledad, la novela de Gabriel García Márquez) tanto que casi nos salía lama, y finalmente… el temblor de 8.2 grados de intensidad.

“Paren el mundo, me quiero bajar”, era el título de una película norteamericana. Esta articulista piensa que somos millones los que querríamos hacerlo. Pero… es el lugar en donde VIVIMOS.