Aspirar a ser burbuja
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Opinión

Mis dos centavos

Aspirar a ser burbuja

 


Esta semana fue una de las más complicadas que ha vivido la administración de Andrés Manuel López Obrador, la renuncia del titular de la secretaría de hacienda, Carlos Urzúa, generó una ola de críticas al gobierno federal, desde concepciones fatídicas hasta aquellas que señalaban que el ex funcionario buscaba implementar una política económica contraria a la visión del gobierno en turno.
Lo cierto es que, en su carta de renuncia, Urzúa acusó la injerencia de grupos en la estructura de la dependencia, algo parecido a lo que el ex titular del IMSS, Germán Martínez, acusó en mayo pasado al presentar su renuncia.
Y aquí salta una de las condiciones que parece no cambiar en las administraciones de cualquier nivel, e incluso en instituciones y órganos desconcentrados. Las llamadas “burbujas”.
Son “el club de Toby”, donde únicamente tienen acceso, las amistades de quienes tienen el poder o con quienes se comparte un interés —más allá de la amistad—.
¿Y ello es culpa del gobierno?
El vox populi tiene una respuesta, la famosa frase de “no me des, ponme dónde hay”, que ha sido o es el dogma persistente en la cultura política, porque sería absurdo acusar que esta característica es propia de la clase política.
La mexicanidad no es únicamente unirse en momentos de agonía, tampoco en celebraciones extravagantes, ni sentirnos patriotas con unas cervezas y gritando un 15 de septiembre, también lo es en la cultura del agandalle, del discriminar a otros porque “no puedo ser el único jodido”, de si ellos lo hacen, ¿por qué yo no?, de esperar a que sea el gobierno quien resuelva nuestras vidas.
Y con ese bagaje es como llegamos a ocupar cargos, nos integramos a una clase política, pasamos por quien tengamos que pasar para celebrar una meritocracia que tiene su base en estereotipos y desventajas sociales.
Como dato, en la quinta encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas que realizó la Secretaría de Gobernación, cerca del 70 por ciento de las mexicanas y mexicanos consideran que quienes influyen en la vida política del país son las empresas, los partidos políticos y el presidente de la República, es decir, las burbujas del poder, los clubes de Toby, parafraseando al nuevo gobierno “la mafia del poder” y a sus críticos “la nueva mafia del poder”… todo queda en grupos, en unas cuantas manos, así se percibe y con las cartas de renuncia del director del IMSS y del secretario de Hacienda, así es.
Pero como ciudadanía la aceptamos, creemos que la democracia es la mejor forma de gobierno, pero también queremos que los gobiernos resuelvan nuestros problemas, no participamos en actividades políticas, de acuerdo con el Informe País sobre calidad de la ciudadanía en México, realizada por el INE, 4 de cada 10 personas consideran que es difícil organizarse con otros ciudadanos para trabajar por una causa común.
Y cómo hacerlo cuando la percepción es que vivimos en un país donde no se respetan las leyes y todo queda a decisión de esos grupos de poder.
Pedimos un cambio en la forma de gobernar, pero no queremos cambiar, pues no caminamos una cuadra a la parada de autobuses, seguimos estacionándonos en doble fila, damos mordida, no denunciamos ni exigimos y esperamos a que en algún momento estemos cerca de ese círculo rojo, esa burbuja de poder.
Sabemos que tenemos derecho a votar, pero no sabemos por quién o por qué votamos.
Aristóteles, señalaba en la antigua Grecia que todos aquellos que aspiran a ejercer cargos políticos, debería pasar primero por la ética.
¿Podemos exigir ética a nuestras autoridades, si nosotros discriminamos a la población indígena, a las mujeres y a quienes se encuentran en situación de pobreza?
Entonces, la culpa no es del gobierno, pues al statu quo, estas actitudes sociales son las que le han permitido la perpetuación del poder.
Cambiar al país no corresponde al gobierno, sino a la sociedad y mientras gobierno y sociedad no lo acepten, seguiremos viviendo esta simbiosis de romantizar las desigualdades y de aspirar a ser burbuja.