Cheque en blanco
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Mis dos centavos

Cheque en blanco

 


Razonar: Pesar probabilidades en la balanza del deseo.
Ambrose Bierce

Hace unos días un amigo y yo discutíamos sobre la legitimidad o representatividad de los partidos políticos en Oaxaca.
La base de todo nuestro debate consistía en la elección de 2018 donde la coalición Juntos Haremos Historia se llevó un resultado que es de todos sabido.
Nuestra discusión era sobre si la legitimidad la determinaba el porcentaje que representaban el número de votos que obtuvieron los partidos políticos en la lista nominal, o si ésta debía suplirse por el total de votos emitidos.
En ambas cuestiones se puede desarrollar un debate intenso o en el caso mexicano, se puede implementar toda una línea discursiva como la de nuestra incipiente oposición que señala que los 30 millones de votos de AMLO no representan al país.
Y es que, si lo analizamos desde esa perspectiva, los votos alcanzados a nivel nacional por la coalición Morena-PT-ES, representan un 34% de la lista nominal, que es la relación de todas las personas que cuentan con una credencial de elector.
En Oaxaca, el total de votos alcanzados por Morena, representan el 27% de la lista nominal en la entidad.
Lo que nos da elementos para un discurso simple y decir a los cuatro vientos que un poco más del 70 por ciento de los oaxaqueños, no se sienten representados por el partido en el poder.
Este análisis ya se había realizado en algunos países, incluso en Argentina, el documental “¿qué democracia?” plantea el análisis de la democracia representativa con base en los resultados de las elecciones.
Pero si no son estos números, entonces qué define la legitimidad de las autoridades electas. El filósofo Enrique Dussel señaló en un artículo para el diario La Jornada, que “la legitimidad exige, más allá de la legalidad, el consenso o la aceptación de los participantes afectados”, pero entonces, cómo definiríamos si hay aceptación o no sobre nuestras autoridades.
¿Tomamos el número de personas que tenían la responsabilidad de votar y no lo hicieron? ¿consideramos a esas personas que acudieron a las urnas a ejercer su derecho a votar?
Y que sucede con ese otro sector que legalmente no puede votar pero que las decisiones de los gobiernos afectan su realidad… ¿dónde los ubicamos?
En la entidad, para la elección a diputaciones votamos 1’894,470 personas, lo que significaría que este total de personas que acudimos a las urnas ¿somos quienes daríamos legitimidad a nuestras diputadas y diputados?
Y quienes obtuvieron menor número de votos ¿son menos legítimos que otros?
Entonces, esta legitimidad que argumenta la novel oposición, ¿es un argumento válido? O es más bien una llamada de emergencia para que los partidos políticos y las instituciones y las autoridades replanteen sus acciones como la base que representan del sistema político mexicano y promuevan una ciudadanía participativa.
Construir ciudadanía, para que mujeres y hombres ejerzan su derecho a votar, pero también a exigir la rendición de cuentas, demandar el respeto a las leyes, señalar aquellas normas que lastiman a la sociedad y construir un entorno para una democracia en pleno.
En la moda dicen que todo es cíclico y en política pareciera lo mismo, pues a un año de la victoria en las urnas por AMLO y Morena, los grupos de poder parecieran haber cambiado de color más de no de intereses, enquistados en los espacios continúan derrochando influencias para mantenerse aferrados al eterno “hueso”.
O aprueban e implementan mecanismos que han perdido legitimidad por el pésimo uso que se le ha dado en sexenios anteriores, como una partida secreta, la designación de cuestionables figuras políticas en posiciones de poder o el retorno al centralismo.
Partidos que han destacado por ser rémoras del poder, buscan —con todo su derecho— a permanecer en el espectro del electorado, sobre todo para seguir representados en los presupuestos.
Pareciera pues que el trabajo para construir ciudadanía recae principalmente en las autoridades electorales, en la academia, en las instituciones educativas, en la sociedad civil organizada, para que nuestra clase política vea que la representación no es un cheque en blanco, que si quieren votos, deben ganarlos, pero sobre todo… trabajarlos.

@argelrios