Independencia ¿Y libertad?
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Opinión

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Independencia ¿Y libertad?

 


Segunda parte

Milton Keynes, RU.- “…seguimos el camino de ruina en que nos hallamos empeñados, los resultados van a ser los más funestos. En el estado comparativo con que termina este capítulo, puede notarse a un golpe de vista, todo lo que México como nación ha perdido desde que se hizo independiente: más de la mitad del territorio; una deuda externa de 52 millones…las rentas reducidas a la mitad y el ejército a la nada. Esta es la triste convicción que se saca del examen de este documento…Esta obra de destrucción comenzada con la misma independencia recibió un grande impulso en los años 1827 28 y 29; se contuvo 1830 y 31…”

En la entrega anterior, reprodujimos un dramático escenario descrito por José María Luis Mora, incontestable para quienes se sienten republicanos, federalistas y liberales. Ahora, se reproduce uno de los párrafos finales de otra obra monumental, Historia de México, 1850, de Don Lucas Alamán, testigo, como Mora, de los funestos hechos de Guanajuato y quien conoció personalmente a Miguel Hidalgo, de quien hizo una descripción de su físico y que ha servido para la iconografía del cura de Dolores que tanto conocemos en las monografías escolares y en la variada pictografía de los artistas del oficialismo. Alamán es ahora denostado y considerado impulsor del conservadurismo, cuando en realidad fue una de las mentalidades más adelantadas de su tiempo, al ser precursor de la industria, del crédito, de la banca y del fomento en general. Fue un patriota completo, aspiraba a un México cuya independencia no se fundara en odios, sino en la consecución del progreso, de la paz y de la unión.
Sin duda, de la supuesta primera transformación, existe en la investigación seria, que en 1821, el Imperio Mexicano (así se llamaba oficialmente, como ya se vio), era una nación independiente y nueva, pero con gran pobreza moral, económica y política, despreciada por los hombres que ascendieron al poder, tan influenciados por la intriga de las logias y el papel relevante en nuestra división que tuvo el procónsul Joel R. Poinset, primer representante de los Estados Unidos, dispuesto a desestabilizar, como lo logró, la unidad, la grandeza y esplendor de Nueva España.
Mora y Alamán concluyeron en la conveniencia de ser independientes; era una necesidad geopolítica y una obligación patriótica. Pero fueron severos críticos de la forma inicial de lucha, en la que se exacerbaron odios y la crueldad fue extrema, sin haberse obtenido resultados favorables. Se agregan a las referencias citadas, las notas que Carlos María de Bustamante describió en su Cuadro histórico de la Revolución de la América mexicana. Asimismo, la reconocida Ensayo histórico de las revoluciones de México, de quien fuera independentista y luego el gran traidor al impulsar la rebelión y separación de Texas: Lorenzo de Zavala.
Bustamante, nacido en Antequera (luego Oaxaca), 1774, fue alumno del Seminario Pontificio de la Santa Cruz (como todos los grandes liberales de Oaxaca) acompañó a Morelos en sus campañas y se conjetura que fue en realidad el redactor de los Sentimientos de la Nación y de la efímera Constitución de Apatzingán, de 1814, documentos señeros cuyo principal enunciado es el mantenimiento en la “América Mexicana” de la religión católica, apostólica y romana, lo cual ha sido ocultado y encriptado por los historiadores del oficialismo, siendo en verdad, una de las principales aspiraciones de Morelos, seguida, desde luego, de constituir un país independiente de la corona española, a diferencia de Hidalgo.
Los historiadores primeros, testigos y actores de la Independencia, reconocen que las cruentas luchas de Hidalgo, Morelos y Guerrero, no lograron concluir en los fines que de manera diversa buscaban. Fue la sagacidad y astucia de un realista criollo, Agustín de Iturbide, quien ideó un aceptable trato con Vicente Guerrero, para unir voluntades y fuerzas y así concluir en una real independencia, cosa que se logró, sin sangre, con el Plan de Iguala, el Abrazo de Acatempan y la firma de los Tratados de Córdoba. Esa es, en términos hoy de moda, la verdad histórica. (Las transformaciones no han garantizado progreso o riqueza: nos trajeron pobreza).