Una noche en 1810
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Una noche en 1810

 


Era sábado ese 15 de septiembre, comenzaba la novena en honor de Nuestra Señora de la Merced. El verano declinaba y los conspiradores de Querétaro habían fijado el 1º de octubre para iniciar su movimiento independentista de la España ocupada por la invasión napoleónica. El haber sido descubiertos precipitó las cosas, de manera que Ignacio Aldama y el alcaide Ignacio Pérez (quien recibió el aviso clave de doña Josefa, esposa del Corregidor Domínguez), se apresuraron a cabalgar, de noche y a galope tendido, hacia Dolores, en donde se encontraba el capitán de Dragones de la Reina, Ignacio Allende, criollo y principal iniciador de este movimiento, reunido con el cura del lugar, Miguel Hidalgo y Costilla, criollo también, sacerdote y bachiller, revolucionario de vocación.
Pérez y Aldama llegaron a Dolores a las 2 de la madrugada del domingo 16 de septiembre, para informar a Allende y a Hidalgo la situación. Esto motivó a que el astuto “Zorro” (apodo con el que se conocía a don Miguel), ideara de inmediato iniciar el movimiento. Por ser domingo, y como se acostumbraba en los poblados agrícolas, los feligreses acudían a misa muy temprano, de manera que a las 5 de la mañana, aún a oscuras y previo tañer de las campanas por el sacristán (que no por el cura), los pobladores del lugar y de otros sitios cercanos se agruparon en el atrio y recibieron la arenga por parte de Hidalgo, que en esencia atacaba ferozmente a los españoles radicados en el virreinato, por considerar que se apartaban de la religión católica y del rey Fernando VII, concluyendo en que debía iniciarse una revuelta con el primer objetivo de asesinar (no hay otra manera de describirlo) a los españoles del lugar y seguir hacia otros poblados de las intendencias de Guanajuato, de Valladolid y de México con la misma práctica. Se acusó de “mal gobierno” al reinado espurio de José Bonaparte “Pepe Botella” hermano de Napoleón, y reafirmando lealtad a Fernando VII, además enfatizando que la religión única era la católica (suponían los conspiradores, todos católicos, que el gobierno bonapartista planeaba anular la religión en los dominios).
La arenga fue tan convincente que de inmediato el populacho se levantó en armas (es un decir), con hondas, machetes y aperos de labranza, muy pocas armas de fuego, y como una masa de cruzados sin saber exactamente a qué iban, primero mataron a los españoles del lugar y saquearon sus bienes, para de ahí dirigirse a San Miguel el Grande, Celaya y Atotonilco, donde Hidalgo tomó la imagen guadalupana para mejor atracción popular, y con un conglomerado informe de 20 mil seguidores asaltó Guanajuato 12 días después, incendiando la alhóndiga de Granaditas donde se habían refugiado familias españolas y de ellos se hizo una espantosa matanza para proseguir con sus casas y bienes. No se perdonó a niños ni mujeres y el saqueo fue imparable, lo cual parecía complacerle a Don Miguel, que enseguida se autonombró “Alteza Serenísima” y “Generalísimo de América” (se adelantó a Santa Anna), generando el descontento de Allende, Aldama, Abasolo y los demás jefes revolucionarios. La historia oficial ha hecho una obra fantástica de la toma de Guanajuato y hasta se inventó un “Pípila” sin que exista prueba alguna de ello. También se dice que el puñado de 300 soldados que defendían Guanajuato eran españoles, lo cual tampoco es exacto, eran reclutas novohispanos, como los soldados de hoy, del pueblo, su comandante era el oaxaqueño Diego Berzabal.
El resto ya lo sabemos. Hidalgo se retiró después del encuentro en el Monte de las Cruces y fue vencido en el Puente de Calderón. En su huida hacia los Estados Unidos, de donde esperaba conseguir apoyo, fue entregado a los realistas por el traidor Elizondo. Encarcelado y fusilado en Chihuahua, previos juicios inquisitorial y judicial, sentenciado y degradado del sacerdocio, Hidalgo fue ejecutado el 30 de julio de 1811.
Hoy, 15 de septiembre, se conmemora no la cabalgata nocturna de Aldama y Pérez, sino la arenga (llamada “Grito de Dolores”) del cura que incendió a la Nueva España y que Agustín de Iturbide (criollo también), once años después, culminara la Independencia y la llamara Imperio Mexicano. (Hay que leer al Dr. Mora y a Lucas Alamán).