Santa Anna, también hizo historia
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Santa Anna, también hizo historia

 


Milton Keynes Village, Reino Unido.- Se suele decir que “hacer historia” es pasar a la memoria documental, trascender su época y mantenerse en el recuerdo sea oficial o popular. De manera triunfalista, algunos piensan que hacer historia es realizar hechos que suponen buenos, que se verán en libros de historia y que la gente mencionará favorablemente en la posteridad. Pero hacer historia también incluye realizar actos que se juzgarán negativos, nefastos, indignos, regresivos y adversos socialmente.
En la historia reciente, del siglo XX en particular, han hecho historia personajes como Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt, John F. Kennedy, Charles de Gaulle y Konrad Adenauer; estos en lado positivo de las páginas de la historia. Pero en las otras páginas también han hecho historia Adolf Hitler, Iosif Stalin, Adolf Eichman o Rafael Leónidas Trujillo. Fidel Castro anticipó en su famoso texto: La historia me absolverá, refiriéndose al intento de tomar el Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1956, pero aún no se ha emitido el juicio, que parece será adverso.
La narración histórica y la historiografía, suelen usarse por los gobiernos para favorecer su imagen o para pretender copiar actitudes, idearios, hechos, logros de personajes del pasado que dejaron huellas dignas de “hacer historia”.
Nuestro país está lleno de “hacedores de historia”. Nos ocuparemos de mencionar a algunos como el presidente caudillo (y traidor oficialmente) Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón, conocido y pronunciado simplemente como “Santana” (1794-1876), pero de primer apellido López, presidente once veces o seis veces, según las fuentes analíticas, es considerado traidor al imputársele la derrota de los ejércitos bajo su mando en la Guerra de Texas en 1836, pero sobre todo por la derrota ante el ejército americano en la guerra invasora de 1846-47, achacándosele la culpa de que hayamos perdido un inmenso territorio que hoy abarca nueve estados: California, Nuevo México, Nevada, Arizona, Utah, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma (Texas ya se había perdido once años antes). Después, en 1853, “vendió” el territorio de La Mesilla ante las amenazas y presiones de los Estados Unidos. Sin duda López de Santa Anna es de los que más historia ha hecho
Antes de López de Santa Anna, el talentoso Lorenzo de Zavala, uno de los precursores de la Independencia de México, se unió a los independentistas tejanos, fue vicepresidente de Texas, luchó contra México y también estuvo al lado de la pretendida independencia de la República de Yucatán. Hizo historia.
En diciembre de 1859, por órdenes de Juárez, el Ministro de Relaciones, Melchor Ocampo (José Telésforo Juan Nepomuceno Melchor de la Santísima Trinidad Ocampo Tapia​ (1814-1861), firmó el ignominioso Tratado McLane-Ocampo, que comprometía de por vida todo el Istmo de Tehuantepec a los gringos, así como el tránsito por grandes tramos del norte del país. El senado de EUA rechazó el tratado por temor a que se potenciara con ello a los estados del sur (Confederados): se aproximaba la Guerra de Secesión. Fue un acto de traición, reservado y ocultado por el oficialismo, que ha hecho de la Reforma una de las transformaciones nacionales. Ese tratado ha hecho historia.
Quizá el más grande traidor lo sea José Victoriano Huerta Márquez (1845-1916) por su artera conducta en la Decena Trágica (febrero de 1913) y el vil asesinato de Madero. La historiografía oficialista no sabe a quién calificar peor: si a Huerta o a López de Santa Anna. Lo destacable es que Huerta también hizo historia.
Hoy en día, escuchamos a diario que el 1º de julio de 2018 “se hizo historia”. Hay hasta libros festinando un triunfo facilitado por la honradez de nuestro sistema democrático y sus instituciones electorales. Hoy en día se están despedazando instrumentos e instituciones de nuestro marco jurídico y que han sido parte del Estado de Derecho. ¡Se está haciendo historia!, se hacen cambios y rupturas; pero será en la posteridad cuando se conozca la “tremenda sentencia de la historia”, como dijo Juárez en su carta a Maximiliano.