Historia y manipulación política
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Historia y manipulación política

 


La historia, como valioso archivo documental de la memoria, almacén de los hechos, de los protagonistas, de la política, de la guerra, de las ciencias, de la literatura, de la astronomía y de la vida cotidiana, de lealtades y traiciones. Todo lo narrado en textos, especialmente los editados, llámese historiografía. Para algunos, referir nombres de libros y sus autores no es más que la revisión de catálogos de bibliotecas y empresas editoriales, para otros, una justificante de sus lecturas y de una pretendida preparación.
Pero la revisión de la historiografía y la comprobación de hechos, son asuntos de la mayor seriedad. Hoy en día, y como siempre ha sucedido, la historia es usada con finalidad política: se escriben y resaltan aquello que gusta a los poderosos o a los triunfadores. Se minimiza, se destruye, se desprecia o se borra crudamente aquello que no es de la simpatía o afinidad de manipuladores.
Gracias al rescate de archivos (no hay lo que se llama “archivo muerto”, todo archivo es vivo). Los documentos no sólo son papeles en donde hay cosas escritas, también se consideran documentos, a los objetos y obras que el arte, la arquitectura, la ingeniería han dejado y que son materia de investigación seria y profunda. En el caso de la vida prehispánica, sin documentación escrita, donde las lenguas eran ágrafas y cuanto mucho se utilizaban glifos (mientas las antiguas culturas mesopotámica, judía o egipcia contaban ya con medios de información en jeroglíficos, o ya con alfabetos, y no se diga las civilizaciones helénica y romana). Si bien Champollion con ayuda de la piedra de Rosetta pudo descifrar el lenguaje de los egipcios, por contener una parte en griego antiguo (muy conocido aún ahora) y en demótico, contribuyendo con ello a dilucidar gran parte de la vida del Mediterráneo, el norte de África y en épocas hasta entonces desconocida.
En el caso mexicano, hasta la fecha no es posible saber con exactitud hechos y circunstancias mediante la sola interpretación (muy forzada) de las pirámides o grabados en piedra. Fue gracias a la labor de los misioneros españoles, que en los códices y con la colaboración de la transmisión oral de indígenas, se ha sabido mucho de la vida en naciones que hoy son México (pero que eran una babel de lenguas y poblados enemistados a muerte, sin ninguna unidad que hoy preconizan los utilizadores de la historia). El Códice Florentino o Historia General de las Cosas de Nueva España, celosamente elaborado por Fray Bernardino de Sahagún, franciscano, permitió develar la vida cotidiana del pueblo, de la religión y de los gobiernos anteriores a la Conquista.
Ya en tiempos modernos y conformado como país independiente, México padeció en el siglo XIX tremendas agitaciones políticas y militares. Grandes traiciones, sangre, muerte, invasiones, guerra, hambre fueron escenas repetidas desde 1810 y hasta 1876. Ahí estaban un Agustín de Iturbide, un Antonio López de Santa Anna, un Benito Juárez, un Maximiliano, un Porfirio Díaz. En medio de pugnas y caos surgían acontecimientos hoy usados por el poder según la conveniencia para justificar acciones políticas, para atacar, para denostar, para agredir.
Si bien los signos políticos señeros del siglo XIX fueron dos partidos, llamado uno “liberal” y el otro “conservador” y se pensaba que eran conceptos superados por presuntas transformaciones y por conciliaciones que parecían definitivas, en el momento presente están haciéndose revivir de manera distorsionada y hasta el laicismo juarista está ya pervertido (¿O será que como Juárez favoreció el establecimiento de iglesias evangélicas y despojó a la Iglesia Católica para cederle inmuebles a metodistas, bautistas y presbiterianos?).
Diariamente estamos oyendo y viendo supuestas referencias históricas, sin metodología de investigación seria, sin interpretación docta. La historia está siendo usada políticamente para exacerbar resentimiento, odio y para introducir en la sociedad mexicana un peligroso divisionismo que puede hacernos colapsar.