Los chavales de 60 y más
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Los chavales de 60 y más

 


Los momentos extraordinarios que vivimos, son aquellos que guardamos para siempre en la memoria y en el corazón. El de hoy ha sido un día extraordinario

Como casi todos saben, algunos ex alumnos del Instituto de Ciencias y Artes del Estado y de la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca, nos reunimos mensualmente a desayunar para mantenernos integrados en un solo grupo, y conservar viva la llama de la amistad. Comparto con ustedes lo que viví, el sábado 23 de mayo de 1916, en la celebración del día del estudiante.
Invitados por Daniel Bautista Hernández fuimos a desayunar a su casa, rumbo a El Tule; al darnos la bienvenida recordó a todos el motivo: la libertad de cátedra y autonomía universitaria. 23 de mayo de 1929, hace 86 años.
Jaime Tenorio Sandoval, hablando para todos, nos contó que estando en las preparadas en el Paseo Juárez, El Llano; Nicolás Castellanos Alvarado, se alejó del grupo para estar sólo y cuando se reincorporó le mostró el poema que acababa de escribir.
Nicolás Castellanos Alvarado, dijo, “es uno de los mejores estudiantes que ha tenido el Instituto y en parte la Universidad; estudiante brillante que recordaremos siempre.”
En voz de Jaime Tenorio, escuchamos con atención:
“Estudiando en El Llano” de Nicolás Castellanos Alvarado; texto inédito, completo.
Los huesos vetustos de un árbol ya viejo
se elevan al cielo como una plegaria,
y se oyen los cantos de los pajarillos
como la divina cadencia de un aura.
Las copas de jade de excelsos laureles,
se cuelgan de suaves y armónicos gritos,
y se me figura que al oír aquellas,
estoy escuchando del alma sus gritos.
Vuelve a mi memoria el recuerdo alegre de pasados días,
cuando una escuela, mis primeros trinos,
tomaron los aires de las melodías,
y al tañir sonoro de campanas
que a oración llaman a los feligreses.
De mi madre al brazo se mecía un infante,
que al pasar los años y al correr los días,
ya no sería el niño de las melodías,
sino el estudiante de los madrigales.
Evelio Bautista se refirió al primer concurso de declamación en 1954, que me pidió organizar el maestro Agustín Márquez Uribe; yo tenía 14, 15 años. En la tribuna del Paraninfo; todos pensamos: va a ganar El Cura, Carlos Herrera, Germán Baltazar, Francisco Espinoza Valencia, que era teatrista. Al terminar los días de competencia ganó Jaime (Jaime Tenorio Sandoval). Porque el espíritu, la vitalidad se lleva en el cuerpo.
Francisco Espinoza Valencia me contó sobre este mismo tema: “Empatamos tres veces y en mi última intervención se me olvido el poema (El cuervo, de Edgar Allan Poe) y automáticamente, ganó Jaime por default que, ya sin ninguna presión declamó un poema A Juárez, que escribió su papá, Horacio Tenorio.”
Jaime, una vez más nos deleitó con el poema que por primera vez escucho.
“La antigua plegaria”, de Miguel Othón Robledo, (1895-1922), que fue un poeta jalisciense que nació en Tequila, Jalisco y murió antes de cumplir los 27 años.
Texto completo
Haz el prodigio…! Virgen María!…,
de que me miren sus ojos claros,
de que me amparen sus rubias trenzas,
de que me nombren sus rojos labios…,

Tú que vigilas cuando ella duerme,
entra en sus sueños más encantados…
para decirle que soy el héroe
del cuento rosa con que ha soñado.

Habla en secreto con sus secretos,
oh… buena virgen !… Y haz el milagro
de que me amparen sus trenzas rubias,
de que me miren sus ojos claros !…

Que hará en la vida mis desconsuelos,
que hará en las noches mi sobresalto,
si no me amparan sus trenzas rubias,
si no me nombran sus rojos labios…

Haz que se tiña con los rubores
por mí su frente, como los nardos,
y que leyendo mis pobres versos,
tiemblen los lirios que son sus manos.

Haz el prodigio…, Virgen María !…,
y a trueque ofrezco bordar tu manto
con los encajes de los luceros
y con la plata de los remansos !…
Ya que me cabe la insigne gracia
de ser poeta…, seré tu bardo
para inclinarme sobre las aras
cuando me nombren sus rojos labios,
cuando me amparen sus trenzas rubias,
cuando me miren sus ojos claros !…

Así clamaba, con fe sencilla,
en mis mejores y blandos años;
y me nombraron sus labios rojos,
y me ampararon sus trenzas rubias…,
y me miraron sus ojos claros !…

Mas como el tiempo pasa y destroza
todo el miraje que urde el encanto,
pasó el poema como la nube,
y el prisma roto mostró el engaño…

Y hoy …, Virgen Santa !… Si lo pudiera,
te pediría con fe de antaño
que desterraras de mi recuerdo
los labios rojos que me nombraron !…
las rubias trenzas que me perdieron !…,
los ojos claros que me engañaron !…