OSFEO, fin de la trama
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Editorial

OSFEO, fin de la trama

 


Desde hace al menos un par de meses, había trascendido la presencia en la Cámara de Diputados local, de quien fuera de 2000 a 2005 Secretario de Finanzas del gobierno estatal, Guillermo Megchún Velásquez. Su presencia en los cubículos legislativos coincidió con la reciente aprobación de la ley que creó el nuevo Órgano Superior de Fiscalización del Estado de Oaxaca (OSFEO), que sustituyó a la desgastada Auditoría Superior del Estado (ASE) y con el lanzamiento de la convocatoria respectiva para aquellos interesados tanto para el cargo de Auditor como de Sub-auditores en tres áreas: Cuentas Públicas, Cuentas Municipales y Planeación. Todo mundo sabe que el aludido no ha vivido en Oaxaca ni siquiera cuando ocupó cargos públicos de relevancia. No obstante no acreditar el requisito de al menos cinco años de residencia, su solicitud fue validada por la Comisión de Vigilancia que preside la diputada del PRD, Eva Diego Cruz, poniendo como prueba 15 años de residencia en Santa Cruz Xoxocotlán. Las cartas pues ya estaban echadas y la “cargada” se volcó en su favor, obteniendo 32 votos de 42, con lo que el pasado miércoles, Megchún fue designado Auditor Superior, del referido OSFEO.

La crítica de algunos medios de comunicación, principalmente de EL IMPARCIAL. El Mejor diario de Oaxaca, dio cuenta de una situación a todas luces irregular y poco transparente. Lo que vale la pena subrayar es que si en Oaxaca no existen profesionistas capaces de asumir un cargo como el de Auditor Superior, que se tengan que traer de otros estados del país. El nuevo funcionario, originario de Chiapas, es de aquellos que despachan sólo tres días a la semana, pues dejan asuntos pendientes en su estado natal que de manera obligada le requiere tener presencia ahí. Así ocurrió cuando fue Contador Mayor de Hacienda y luego Secretario de Finanzas. Sólo despachaba de martes a jueves. Con su designación, a todas luces fast track y con un desaseo inusual, quedan en el camino profesionales de la contabilidad, la auditoría y cuentas públicas, que fueron desplazados por la sumisión legislativa a intereses no siempre claros y de espaldas al pueblo oaxaqueño. Sin ánimo de descalificar a priori, hay que ver el rumbo que tomará este “órgano autónomo”, que al menos de principio, se percibe que no será tal sino que seguirá como en el pasado, obedeciendo consignas y a intereses ajenos a la misma administración estatal. Por lo pronto, la crítica al método de elección la cargan sobre sus espaldas nuestros flamantes legisladores (as).

El Síndrome de Ayotzinapa

Ya no es novedad para el vapuleado pueblo oaxaqueño, tener que padecer los abusos y atropellos de jóvenes de ambos sexos llamados normalistas, que encapuchados y gozando de total impunidad, lo mismo asaltan camiones de mercancía, roban a automovilistas o asaltan casetas de cobro. El pasado miércoles cerraron los negocios de conocida plaza comercial, además de montar bloqueos con camiones urbanos que previamente secuestraron. Sin embargo, arrastran por todos lados el estigma de intocables. Y es que desde el 26 de septiembre de 2014 en que se dieron los hechos lamentables de la desaparición de 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, por hechos que quedaron de manifiesto ante organismos y expertos de otros países, tal parece que una maldición se cebó por nosotros. Los desaparecidos, tal como ha aparecido profusamente en medios, no estaban en su escuela ni estudiando para exámenes, sino secuestrando autobuses, alguno de los cuales podría haber sido propiedad de los grupos criminales que se cebaron sobre los estudiantes. Las hipótesis sobre un cargamento de droga o dinero permeó siempre en la investigación respecto a este caso tan doloroso y emblemático.

Los padres de familia han recorrido el país en busca de sus hijos desparecidos y tal vez muertos. Pero no son capaces de orientar a aquellos cuyos hijos siguen actuando como viles delincuentes, para que eviten caer en situaciones similares. La lección de Ayotzinapa nos creó un ambiente pernicioso. Los miembros de la llamada Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado de Oaxaca (CENEO), no estudian, tampoco se observa que estén formándose como futuros maestros, sino actuando como delincuentes del orden común, confiados en que el Síndrome de Ayotzinapa seguirá de manera perpetua. Las autoridades se hacen materialmente desentendidas de los abusos y atropellos a los derechos ciudadanos que tienen que sorber con frustración y enojo, las acciones de estos encapuchados, cebados materialmente en seguir vulnerando los derechos civiles. El fanatismo que les es inculcado en las Normales Rurales, en los famosos Clubes de Orientación Política e Ideológica (COPIS), es pernicioso, pues les justifican acciones que, en cualquier parte del mundo, son delitos del fuero común. ¿Hasta cuándo el pueblo oaxaqueño permitirá que jóvenes delincuentes nos tengan con el pie en el cuello? Sin duda, no será por mucho tiempo.