Una nueva emergencia
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Editorial

Una nueva emergencia

 


Cuando no nos reponíamos aún de los embates de la naturaleza, como fue el caso del sismo del pasado 7 de septiembre, se abre un nuevo capítulo en la historia trágica del país y del mal fario que pareciera arrastrar nuestro estado: un sismo de magnitud grave, 7.1 grados en la escala de Richter, con epicentro en los límites de Puebla y Morelos, nos dio un nuevo golpe, esta vez en afectaciones en diversas regiones del estado, particularmente en la Mixteca; con daños en edificios escolares, hospitales y la red carretera. Si bien es cierto que, como lo reconoció el gobernador el martes por la tarde en conferencia de prensa, sólo hubo que lamentar la muerte de una mujer de 50 años de edad en la población de San José Ayuquililla, las afectaciones no fueron de la magnitud del sismo de 8.2 grados que nos golpeó hace poco más de una semana. Sin embargo, los efectos del siniestro fueron fatales en la Ciudad de México, Morelos y Puebla, en donde se derrumbaron al menos una cincuentena de edificios y hubo más de doscientos muertos, llevándose la peor parte la CDMX, seguida de Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y Oaxaca. Los efectos fueron más graves precisamente porque el epicentro se localizó más cerca, a poco más de 100 kilómetros.

Esta situación pone al estado en un serio predicamento, pues la atención del gobierno federal que se había volcado en la región del Istmo de Tehuantepec, será ahora desviada hacia el Centro del país. Es más, justo cuanto el avión presidencial, llevando al mandatario Enrique Peña Nieto a su tercera visita a dicha región, se aprestaba al aterrizaje, tuvo que retornar a la capital de la República para encabezar la emergencia. Hay pues otras necesidades que atender. He ahí el por qué hemos insistido en que nuestros hermanos que han padecido la pérdida de sus viviendas o su patrimonio, tienen que participar en las labores de reconstrucción. Volver a la normalidad será una labor de corresponsabilidad entre el gobierno y los afectados. Debe quedar atrás ese acartonado paternalismo que caracteriza aún al gobierno y la pasividad de ciertos sectores sociales que sólo alargan la mano. El gobierno de Alejandro Murat, en estas condiciones de emergencia en el país, no puede solo. Necesita del apoyo solidario y el compromiso de aquellos que resintieron los efectos de la naturaleza y cuya responsabilidad no es precisamente del gobierno.

CDMX, ejemplo de solidaridad

Sin ánimo de descalificar, pues se trata de algo eminentemente cultural, en nuestras comunidades devastadas por el sismo del pasado 7 de septiembre, hace falta un ejercicio similar al que vimos el martes después de las 13 horas: la sociedad civil, sin importar nivel social, posición económica, militancia política o credo religioso; sin reparar en edad, género, etc., simplemente se volcó a las calles de la ciudad para prestar auxilio en la remoción de escombros y salvar vidas. Vimos escenas similares a las del 19 de septiembre de 1985 y justo cuando se cumplían 32 años de aquel terremoto de 8.1 grados que dejó una estela de muerte y devastación, con más de diez mil muertos y una cantidad no determinada de heridos y desaparecidos. La capital de la República quedó herida de muerte y se volvió a levantar como el Ave Fénix, de sus cenizas. El gobierno federal y el de la ciudad quedaron totalmente rebasados por la irrupción de una sociedad civil que materialmente se volcó a las calles y con las manos, palas, picos, carretillas y a veces sin la protección necesaria, hurgó en los escombros en busca de sobrevivientes.

No se trata de comparar, desde luego, sino de poner sobre el eje de las discusiones, la urgencia de que todos participemos en las labores de reconstrucción. La ayuda que fluyó para Oaxaca; el apoyo incondicional de millones de mexicanos y de paisanos allende nuestras fronteras, tendrá ahora que dividirse en auxilio de otros hermanos que también perdieron todo y muchos la vida. En sólo un instante pues, Oaxaca dejó de ser el eje del universo mediático para estar en segundo plano. Desde el martes, los noticieros han dedicado casi el cien por ciento de su programación al desastre generado por el terremoto del pasado martes 19 de septiembre. Los damnificados, los recorridos de los titulares de las secretarías de Estado y otras notas relevantes, tendrán sin duda alguna, un viraje. El presidente de México tendrá que cambiar su estrategia para atender con prontitud la reconstrucción y la normalidad, en al menos cinco entidades del país. Es pues menester asimilar esta situación y prepararnos para rascarnos con nuestras propias uñas. No esperar, como hasta hace unos días, que todo lo resuelva la Federación o el gobierno del estado. Así que los istmeños, mixes, serranos y otros afectados por el siniestro del pasado 7 de septiembre, no tendrán otra que ponerse a trabajar en pos de la restauración.


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