“El Grito”: Una sana decisión
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Editorial

“El Grito”: Una sana decisión

 


Hoy se cumplen 207 años de la gesta heroica que dio inicio a la Guerra de Independencia, cuando el cura de Dolores Hidalgo, Guanajuato, don Miguel Hidalgo y Costilla, tocó las campanas de la libertad, para acabar con el gobierno impuesto por la Corona Española. Se celebra en todo el país, aún en las comunidades más recónditas, la ceremonia de “El Grito”, que constituye vivas y arengas a la libertad, emulando las palabras que el Cura de Dolores pronunciara en ese momento histórico. En Oaxaca, desde hace al menos diez años, dicho acto republicano se ha visto impedido u obstaculizado por grupos y organizaciones que se han apropiado prácticamente del zócalo de la capital oaxaqueña y de los pasillos del palacio de gobierno, particularmente de algunas organizaciones de la etnia triqui, que gracias a la “asesoría” de sus dirigentes, se han convertido no sólo en un grupo étnico beligerante, sino en un grupos rapaces y vividores, que se han pasado la vida extendiendo la mano para recibir la dádiva gubernamental. La ceremonia de hoy, casi siempre se ha llevado a cabo, una vez que los negociadores oficiales han convencido a los dirigentes a cambiarse de lugar, desde luego, embute por detrás.

La situación de dichos sujetos es molesta pues personas de todos los estratos sociales acuden en familia a disfrutar de la ceremonia cívica. Y es imposible desplazare por los espacios públicos, ante los obstáculos que imponen con anafres, colchonetas, puestos de vendimia, etc. Este año, sin duda alguna, será diferente. No habrá el tradicional convivio, la comida mexicana, el mariachi o la banda de música. Por lo pronto y en un acto de elemental sensibilidad con sus gobernados, el ejecutivo estatal, Alejandro Murat, consciente de que Oaxaca está de duelo, ha dispuesto que sólo se llevará a cabo la ceremonia cívica. No habrá ni desfile, habida cuenta de que el Ejército está en las labores de auxilio. Ello implica que por ahora no habrá mujeres vestidas de largo o varones con elegantes trajes. Y hay razón en ello. En el ambiente se respira un aire de tristeza y de dolor, que contrasta con cualquiera celebración o festejo, así sea en remembranza a nuestra historia patria y nuestros símbolos nacionales. ¿Acaso tendrán ánimos de festejar nuestros paisanos en desgracia en el Istmo de Tehuantepec, que perdieron todo su patrimonio y algunos a sus seres queridos? Son más de setenta muertos. En honor a ellos, hay que actuar con sensatez.

 

A fondo en la zona de desastre

De la misma forma en la que hay buitres de la tragedia que buscan sacar ventaja política o económica, de la misma forma hay quienes tuercen su labor de informar en apego a la verdad, para sacar provecho. Sin personalizar esta situación, el desastre que hemos padecido, ha servido asimismo para que haya quienes saquen a relucir sus bajas pasiones. Sin ánimo de quemarle incienso o hacer apología de su breve gestión, que bastante la hemos criticado, desde la madrugada del viernes 8 de septiembre, a unas horas de haber ocurrido el sismo que devastó territorio oaxaqueño, particularmente el Istmo de Tehuantepec, el gobernador Alejandro Murat ha estado presente con los damnificados. Es una actitud perniciosa negarlo o aprovechar este momento para sacar a relucir viejas historias o utilizarlas en el descrédito de una labor institucional y humanitaria. No dudamos en que haya funcionarios de primero, segundo o tercer nivel que no le han ayudado a su jefe, tampoco que haya otros que parecen estar de turistas y no haciendo sentir de manera obligada la presencia del gobierno. Aquellos que han buscado beneficio político, tomando como telón de fondo la tragedia, han sido exhibidos en las redes sociales y estigmatizados por la sociedad.

En innegable también que representantes de los medios de comunicación de todos los entornos han saturado espacios y hoteles. Cada quien percibe la realidad conforme a los códigos de ética a que obedece. Para algunos hay un exceso de expectativas gubernamentales para paliar la crisis y la pérdida de más de 15 mil viviendas; para otros, hay suficientes recursos para aliviar la emergencia, tomando en consideración que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, ya ofreció un apoyo incondicional. Pero hay algunos comunicadores y periodistas, como decimos al principio, que arribaron a la zona de desastre con la predisposición de no ver la realidad, sino hacer una apología de lo malo, de lo negativo, de aquello que ayuda poco a la solidaridad y la unidad. Se conducen como jueces de instrucción y fiscales de oficio. Otros más, caminan sobre lugares comunes; sobre el camino trazado por otros. Los hay asimismo, que cubren las notas desde la comodidad de los helicópteros de la Marina/Armada de México o del Ejército, y critican desde el aire la falta de apoyo o presencia gubernamental.