Sigue invasión de Centro Histórico
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Opinión

Editorial

Sigue invasión de Centro Histórico

 


No obstante, los esfuerzos loables del gobierno de la Ciudad de Oaxaca de Juárez, que encabeza Oswaldo García Jarquín, la invasión del comercio informal en el Centro Histórico continúa. El espectáculo es pésimo y deprimente. Los triquis que lidera Lorena Merino, Reyna y Jesús Martínez, hacen del corazón de nuestra capital, un estercolero. Dichos grupos indígenas, en donde los cautelados por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), se cuentan con las manos, se han apropiado materialmente de los pasillos del Palacio de Gobierno, imposible de ser liberados, más que a través de sobornos subrepticios a los que dichos indígenas ya están acostumbrados. Se sabe que perviven de esa manera y no del membrete de “desplazados” con el que se arropan.
Durante el gobierno de Gabino Cué, fue un verdadero escándalo la cantidad que les fue ofrecida para que retornaran a sus comunidades en la zona triqui. La recibieron sin hacer gestos. Pero más tardaron en contar los billetes que en regresar a la capital con nuevas exigencias, que son las que hoy tienen debajo de la manga: la adquisición de terrenos para construir viviendas, demanda para la cual, el gobernador Alejandro Murat ya les ofreció alternativas. Pero no. El papel de los dirigentes es siempre lucrar con el membrete de “cautelados”, lo cual les da una especie de certificado de inmunidad. Mucho hemos insistido en que este grupo ha pervertido su papel. Se han convertido en simples mercachifles que perviven de la dádiva que les otorga el gobierno, incluyendo, obviamente, su manutención.
Ya en estos días, como lo dimos a conocer en columnas y notas, el edil estaba bajo presión de parte de conocidos dirigentes del comercio en la vía pública, negocio que consideran les deja rentas millonarias, pues se trata de lucrar con espacios públicos, que son propiedad de la ciudadanía y no de particulares. Empero, la política clientelar que se ha usado en pasadas administraciones gubernamentales, les otorgó a dichos dirigentes, entre otros: Hugo Jarquín, Carmela Luján, Yolanda Ortega y otros, una especie de potestad sobre dichos espacios públicos. Un ejemplo es el terreno que se ubica en el lugar llamado “Parque del Amor”, convertido ya en tianguis, con puestos fijos, que el gobierno de la ciudad debe recuperar para el uso de los citadinos. Ahí puede construirse un parque, una biblioteca, un sitio de recreo. No un tianguis irregular.

Factor de unión

Uno de nuestros escritores más representativos fue Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura. En algunas de sus obras descubrió nuestra tendencia a la fiesta, al barullo, al reventón. El mexicano es proclive a festejar todo, lo mismo al Santo Patrón que a la madre, al padre, al compadre, etc. Sin embargo, hay una fecha que le cala en lo más hondo del sentimiento del mexicano común. Y es el festejo de la Virgen de Guadalupe. Los mexicanos, en efecto, somos guadalupanos, no obstante, la entrada de sectas, credos e ideologías que, si bien no son contrarias al catolicismo, ponen en tela de juicio la veneración a imágenes religiosas como la llamada Madre de México, que proviene del sincretismo religioso que algunos historiadores e investigadores, han ubicado en la Virgen morena, como una representación de algunas de las deidades de nuestras culturas precolombinas.
Hoy todo México –y Oaxaca, obviamente- está de fiesta. Calendas, peregrinaciones, comidas, festividades en honor de las “Lupitas”. Los diversos gremios de taxistas, transportistas, comerciantes, artesanos, etc., se organizan para ir a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, a dar gracias a Dios y a la Virgen. Miles, tal vez millones de peregrinos llegan a pie a cumplir promesas y penitencias. La capital del país es una verdadera romería, en cada barrio, en cada colonia y alcaldía. En nuestro estado no nos quedamos atrás. Miles de fieles han llevado a sus pequeños (as) desde la víspera, a la Iglesia dedicada a la Virgen, que se ubica frente al Paseo Juárez “El Llano”, vestidos a la usanza típica, a recibir la bendición del sacerdote. Es una tradición que no ha pasado de moda y sigue como antaño.
El corolario de la fe son las ferias y romerías que se han instalado alrededor de las iglesias dedicadas dicha celebración, en donde hay que acudir a degustar nuestros platillos más tradicionales, sin faltar las clásicas fotos del recuerdo. Vale la pena reconocer que el mito guadalupano conlleva toda una filosofía. Es un símbolo indiscutible de fe, de esperanza y de unidad. Cuando el país ha estado en serios riesgos económicos o sociales, las homilías, los sermones de los ministros católicos van encaminados a fortalecer la fe en la Guadalupana. Es parte de nuestra raíz, de nuestra identidad, de nuestros orígenes en el mestizaje, que nos dio una singularidad en el mundo actual. Y hoy es 12 de diciembre, una fecha inolvidable para todos los mexicanos.