¿Oaxaca seguro? El mito
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Editorial

¿Oaxaca seguro? El mito

 


Desde los tiempos del gobierno de Ulises Ruiz, la tríada que condujo las áreas de seguridad se sacó de la manga el argumento de que Oaxaca era una de las entidades más seguras del país. Hoy, ese mismo mito ha revivido en el gobierno estatal sin sustento alguno, sino como ardid publicitario. Es evidente que la entidad no goza para nada de los elementos que la hagan ser tal. Sólo en la semana anterior se contabilizaron al menos diez homicidios dolosos. Un elemento más que cuestiona el mito de la entidad segura es la masacre de cinco policías estatales en la comunidad de San Vicente Coatlán, una zona en la que –todo mundo lo sabe- está a todo lo que da el cultivo de estupefacientes. Este hecho nos equipara a Michoacán, en donde se han dado masacres de uniformados como la de Aguililla.
Pero tanto el gobernador Alejandro Murat como el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Raúl Ernesto Salcedo Rosales, insisten una y otra vez, cual si fuera burla a la tolerancia de los ciudadanos, con el tema de la entidad segura. ¿Opinarán lo mismo los deudos de los policías estatales asesinados a mansalva en la comunidad ejuteca? ¿Dirán lo mismo en Tuxtepec, que es un teatro criminal cotidiano por las ejecuciones a plena luz del día y en donde la gente vive aterrorizada? Por supuesto que no. Hay que guardar prudencia en los mensajes y discursos, para que no se tomen por quien los escucha, como una afrenta a su inteligencia. La inseguridad en Oaxaca es una realidad dolorosa. Ni las mediciones optimistas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Sesnsp) ni la visión superficial de las autoridades locales cambiarán la percepción ciudadana de que en materia de seguridad, hace falta mucho por hacer y vamos mal.
No es momento de buscar culpables en la corporación. Si tal o cual comandante; tal o cual jefe policiaco. Simplemente hay que ir por los criminales y no seguir con la cantaleta burda y torpe de “abrazos no balazos”. Son vidas que fueron segadas por criminales cebados en sangre, como es el caso LeBarón en Sonora. Ningún argumento ni disculpa vale para justificar un hecho de tal magnitud. Tampoco es con mensajes superficiales de que se va a investigar y castigar a los responsables. Hay que ir por los asesinos. Un rotundo no a la impunidad. Las autoridades saben a dónde están los autores materiales. No es un secreto. Tampoco justificar la masacre con argumentos vagos o superficiales que tengan que ver con la súper carretera a la Costa. Es el cultivo de estupefacientes el móvil del crimen múltiple.

CNDH: La simulación populista

Uno de los pilares de las instituciones que dicen defender los derechos humanos es su autonomía y libre determinación. Un órgano institucional que sólo sigue las consignas del poder en turno resulta ser una simulación o una farsa. En el Senado de la República, nuestros flamantes legisladores postergaron una y otra vez la votación para elegir entre tres de los aspirantes con mayores posibilidades. Ninguno pudo conciliar la mayoría calificada. Pero vino el mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador validando a quien finalmente fue elegida, Rosario Piedra Ibarra, para que, como en las “cargadas” de los gobiernos neoliberales, los astros se alinearan a favor de la elegida. Es más, hasta hubo críticas al Coordinador de los Senadores de Morena, Ricardo Monreal, a quien se atribuye haber metido en la urna un par de boletas.
Si bien es cierto que de alguna suerte en las administraciones anteriores se inclinaba la balanza políticamente para beneficiar a tal o cual aspirante a presidir la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), también es cierto que uno de los ejes que le ha caracterizado es su independencia y autonomía. Los casos de Nochixtlán, Tanhuato, Tlatlaya y otros, en los que la CNDH puso en evidencia presuntos excesos tanto del Ejército Mexicano como de la Policía Federal, pese a las pruebas de que también las supuestas víctimas habían agredido a las corporaciones, fue una prueba fehaciente de la independencia de criterio para emitir recomendaciones e informes especiales. Sin hacer apologías de ninguna especie ni quemarle incienso, consideramos que al menos hasta la gestión actual del jurista, Luis Raúl González Pérez, la Cndh ha cumplido medianamente su cometido.
Es una torpeza creer que el hecho de asumirse víctima de excesos gubernamentales o haber sido familiar de un desaparecido, pueda ser la pauta para una buena conducción de un área tan delicada como es la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es lamentable que en este entorno populista se siga simulando, incluso con la cacareada defensa de las garantías individuales en un ambiente nacional en donde la violencia criminal tiene contra la pared a un régimen que finge sensibilidad ante este fenómeno, pero que además, en su soterrada auto-justificación sigue culpando a los de atrás. El tiempo nos dará la razón respecto a tanto paso en falso, simulación y mediocridad.