S-22 y sus abominables bloqueos
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Editorial

S-22 y sus abominables bloqueos

 


Ya hemos dicho que banderas para abandonar las aulas y trastocar la vida de los oaxaqueños le sobran a la Sección 22 –también denominado Cártel 22-. Los pretextos para montar bloqueos, plantones y movilizaciones pueden ser superficiales. La idea es fastidiar, desafiar a las autoridades, montarse sobre la ideología barata que manejan sus dirigentes para poner al pueblo, que dicen defender, de rodillas. Es triste que el Estado, nos referimos a su instrumento, el gobierno federal, esté tirado al piso solapando una serie de barrabasadas que le ha presentado la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y su apéndice más violento y radical, el Cártel 22. El pago de favores de campaña parecen no terminar para el presidente Andrés Manuel López Obrador, que en once meses que lleva al frente del gobierno, en materia educativa no ha forjado un solo compromiso con la calidad de la educación. Al contrario, está pisando terrenos fangosos al otorgarles a estos zánganos de la docencia, más prebendas. Cuando ni siquiera se ha cumplido un mes de labores del ciclo escolar 2019/2020, los maestros mal llamados democráticos están desatados. O protestan en el edificio legislativo de San Lázaro o paralizan como ayer toda una región del estado.
No hemos pecado de fatalismo cuando comentamos que el llamado Proyecto Transístmico puede ser sólo un sueño más, no obstante la prioridad que pretende otorgarle el gobierno de la Cuarta Transformación. Gracias al adoctrinamiento de los maestros, ahí se ha arraigado mucho más que en las otras siete regiones, el método del bloqueo carretero. Insistimos, banderas y causas no habrán de faltar. El argumento de que hay decenas de escuelas que no han sido reconstruidas luego de los sismos de septiembre de 2017, ya lo capitalizó el Cártel. También el tema de las viviendas que, obviamente, no le compete. Bajo esa bandera ayer jueves, cuando en todo el país se llevó a cabo el simulacro para conmemorar los 34 años del sismo que devastó a la Ciudad de México en 1985 y los 2 años de la réplica, también letal en 2017, nuestros insignes mentores habían paralizado el Istmo de Tehuantepec con seis bloqueos carreteros. Esto implicó la suspensión de clases de los diversos sectores magisteriales: Tehuantepec, Juchitán, Ixtepec, Salina Cruz, Reforma de Pineda y Matías Romero. Esto es lo que nos espera los años por venir, mientras en la Federación les sigan dando cuerda a los dirigentes, asumiendo de manera torpe, que son los mejores maestros del país.

Robos sin control

Los festejos patrios reflejaron una realidad patética pero fuera de las prioridades de los gobiernos estatal y local: la ciudad sigue como rehén de bandas dedicadas al asalto, al robo y de raterillos que merodean en la oscuridad del Centro Histórico, desvalijando automóviles o transeúntes. La ciudad capital vive una de sus peores etapas en materia de seguridad. Y es que colonias y barrios están en su mayoría a oscuras. Nada más entra la noche y son boca de lobo. Y nos referimos a colonias céntricas, cuestión sólo de imaginar las que se ubican fuera del casco urbano, sin vigilancia policial y en donde existen módulos que algún día tuvieron como objetivo salvaguardar la vida y la propiedad de los ciudadanos. Hay pues un total abandono de la responsabilidad gubernamental en lo que se refiere a otorgar seguridad a la ciudadanía. Quienes asistieron a la ceremonia de “El Grito” en el zócalo de la capital oaxaqueña, se mostraron sorprendidos de encontrar céntricas calles como Armenta y López, Bustamante o Cinco de Mayo, totalmente a oscuras. Obvio, las ratas salen en la oscuridad. Hay razón pues que cuando un ladrón de transeúntes o domiciliario es encontrado in fraganti por vecinos, su vida corre peligro ante la amenaza de linchamiento.
Se ha visto pues que los operativos vecinales, como las mantas colocadas en lo alto o los silbatos que se utilizan como mecanismos de alarma en algunas colonias como La Noria, han sido insuficientes para paliar la escalada de robos que se dan a diario en la capital. Por ello, cuando el gobierno de la ciudad ofreció apoyo policial a quien fuera a depositar o retirar fuertes cantidades de dinero a los bancos, lo consideramos un buen propósito, sin duda alguna, con la salvedad que con los pocos elementos con que cuenta la Policía Municipal, sería casi imposible cubrir los diversos ángulos que implica la seguridad citadina. En efecto, la fuerza de tarea limitada que existe, no puede supeditarse a proteger a unas cuantas personas en lugar de salvaguardar al grueso de la población. Insistimos: hacen falta estrategias y mecanismos que coadyuven para hacer de la capital oaxaqueña una ciudad segura, en la que los mismos habitantes y el turismo que nos visita puedan transitar con seguridad y sin la amenaza de los robos y los asaltos. Sobre ello deben ponerse a trabajar las autoridades locales y dejar la inmediatez que implica salir al paso de situaciones de emergencia, que no conducen a ningún lado.