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Editorial

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El porcentaje de alumnos que recibe la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), ciertamente es limitado. Muchos aspirantes tienen que buscar otras opciones que son, muchas veces, altamente onerosas. Como lo informamos el pasado lunes, cada año, nuestra Alma Mater capta más de 100 millones de pesos tan sólo por el proceso de inscripción y reinscripción en sus 31 unidades académicas, donde no hay control ni auditorías sobre el uso de este recurso. En el nivel superior, por los cobros que se realizan a los más de 4 mil estudiantes de nuevo ingreso, la UABJO percibiría más de 77 millones de pesos, que se sumarán a los más de 30 millones 600 mil que obtendrá en reinscripción del resto de alumnos. Sin embargo, de acuerdo a las reglas internas de la UABJO cada escuela o facultad hace de los recursos de inscripción o reinscripción lo que le venga en gana, lo que da lugar a actos de corrupción, venta de espacios al mejor postor y para el nuevo ingreso, un vulgar tianguis, en donde sacan la mayor parte porros y bandas internas, que trabajan con los famosos “rechazados”. Aquí es donde se da la vendimia de lugares y la danza de los millones.
Son cientos de millones de pesos los que percibe la institución por los conceptos antes señalados, pero de los cuales no se rinden cuentas. Más aún, de lo que reciben los directores de escuelas y facultades, que oscilan entre los 20 y hasta 150 mil pesos en facultades como Enfermería o Medicina. Se trata de un negocio que cada año deja a quienes lo manejan, importante sumas de dinero, pero que a muchas familias deja materialmente en la calle. Hace al menos un par de años trascendió el suicidio de un padre de familia que no obstante haber desembolsado dinero que tuvo que pedir prestado, a su hija le negaron el acceso a la carrera que había elegido. Historias dramáticas que sólo ocurren en Oaxaca, en donde una universidad que se presume es popular y oficial, el ingreso resulta más oneroso que en cualquiera de las universidades privadas, famosos por ser caras. He ahí el por qué nuestra Máxima Casa de Estudios se ha sumergido en el desprestigio y a nivel nacional, sigue arrastrando la calificación de una de las peores. Se justifica pues que no reciba el subsidio suficiente para atender a una población que solicita ingreso, cada vez mayor, no obstante las gestiones que hacen al respecto las autoridades actuales.

CCO no desaparece

Hay quienes han insistido en la posible desaparición de la Casa de la Cultura Oaxaqueña (CCO), especie que las autoridades han desmentido una y otra vez. Es más, se recabaron firmas para pedirles tanto al presidente Andrés Manuel López Obrador y al gobernador Alejandro Murat, que dicha situación no ocurra, nos referimos a la desaparición. La CCO, cumplió en el mes de julio, 48 años de existencia. A lo largo de ese casi medio siglo, ha sido un referente indiscutible de la actividad cultural de la capital oaxaqueña, pero sobre todo, un eje en la formación de artistas en las diversas categorías. Desde sus orígenes ha caminado con luz propia, aunque con poca autonomía. Los recursos que recibe son en su mayor parte para pagar la abultada nómina de trabajadores de base y pocos de confianza. Es una delicia ver por las tardes a cientos de jóvenes y niños que asisten a los talleres de iniciación artística, para lo cual, los padres de familia pagan una módica cuota, que junto con ampliaciones presupuestarias del gobierno estatal, sirven para pagar a la plantilla de maestros en las diversas disciplinas.
Hace al menos un par de semanas iniciaron una serie de protestas, encabezadas en su mayoría por instructores y maestros que cobran por honorarios. No han sido fortuitas. La dependencia correspondiente dejó de aportar la ampliación presupuestaria que brindaba cada año, lo que impidió el pago oportuno a los instructores artísticos. Ello no ha sido obstáculo para que los directivos de la institución sigan buscando sensibilizar a los responsables del dinero, para que se logre la ampliación referida y aquellos que cobran por honorarios puedan hacerlo. Ello, por supuesto está muy lejos de cerrar una institución que, como decimos líneas arriba, ha caminado con luz propia y ha sido a lo largo de sus años de existencia, un referente cultural de Oaxaca. Pensarlo siquiera representa una mancha indeleble para la actual administración. La CCO es mucho más que una instancia cultural. Es una verdadera institución formativa en donde miles de niños y jóvenes, también adultos, han recibido las sabias enseñanzas de quienes ahora muestran su justa inconformidad. Esperamos que esta crisis que ha mantenido paralizada a la institución tenga una solución pronta, a fin de que quienes acuden a sus aulas en ese bello monumento histórico, sigan haciéndolo con la misma periodicidad de siempre.