Disputas agrarias mortales
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Opinión

Editorial

Disputas agrarias mortales

 


El pasado lunes dos comunidades del distrito Mixe, San Miguel Quetzaltepec y San Juan Bosco Chuxnabán volvieron a mostrar las viejas rencillas que han mantenido durante tiempo inmemorial, por conflictos agrarios. En una emboscada, presuntamente puesta por la segunda comunidad, murieron tres de sus vecinos de Quetzaltepec y tres más resultaron heridos. En el gobierno de Alejandro Murat se han dado ya varios hechos de sangre por problemas agrarios y limítrofes, sin que al parecer se les haya puesto un alto a las autoridades municipales. En abril de 2017, la comunidad de Santiago Lachivía masacró a cinco personas de San Pedro Mártir Quiechapa, en el distrito de San Carlos Yautepec. Aquí mismo, sólo que en la comunidad de Santa María Ecatepec, fueron asesinadas en julio de 2018, trece personas. Los responsables fueron sus vecinos de la agencia San Lucas Ixcotepec. Conflictos agrarios calientes hay muchos, en donde la sangre puede llegar al río de no intervenir el gobierno estatal. Ya lo vimos en el diferendo que libran Santa Catarina Juquila con Santiago Yaitepec. Esta comunidad chatina es beligerante y ha amenazado la vida y la tranquilidad de su vecina.
La historia de Oaxaca –siempre lo hemos dicho- no se puede explicar sin esos añejos conflictos por tierras que han hecho que pueblos vecinos se llenen de odio y resentimiento por generaciones. Cada en cuando se calientan los ánimos en la Sierra Sur, entre Santiago Amoltepec, Santa María Zaniza, San Lorenzo Texmelucan o Santo Domingo Teojomulco. Sigue aún vigente el diferendo agrario entre San Sebastián Nopalera y Zimatlán de Lázaro Cárdenas o entre Cuilapan de Guerrero con San Pablo Cuatro Venados. Nada tiene que envidiarles el que libran desde hace muchos años Santo Domingo Yosoñama y San Juan Mixtepec, que también ha salpicado de sangre las tierras desérticas en disputa. Hay, dicen fuentes oficiales, más de 300 conflictos agrarios sin resolverse, de los cuales al menos 30 son graves, entre ellos, el ya referido de Chuxnabán y Quetzaltepec. Y el asunto no se resuelve con ficticios acuerdos de paz que sólo sirven para tomarse la foto y dar un impacto mediático. Ya lo vimos con el “acuerdo” entre Tamazulapan del Espíritu Santo y San Pedro y San Pablo Ayutla. En menos de 24 horas éste desmintió haber llegado a algún acuerdo, dejando en mal a las autoridades.

 

Jornada violenta

 

Del domingo pasado al lunes, la inseguridad y criminalidad que vive Oaxaca mostró su lado más pernicioso. El sábado 13 de julio por la noche, un homosexual y sexo-servidor fue asesinado por un cliente de una puñalada en el corazón. El asesino huyó. Los hechos se dieron en céntricas calles de la capital oaxaqueña. El lunes nos levantamos con la noticia de que en un conocido bar ubicado en el crucero que comunica a El Espinal con Juchitán de Zaragoza, tres personas habían sido ejecutadas. Un taxista, un homosexual y otra persona más que resultó herida, pero falleció rumbo al hospital. Antes del mediodía, otra nota circuló en las redes sociales. Una pareja, de la cual sólo murió el hombre, había sido ultimado por criminales en San Pedro Tapanatepec. La mujer resultó gravemente herida. La cuestión no terminó ahí. Por la tarde, en un taller mecánico de la Colonia Deportiva de Salina Cruz, cuatro sujetos fueron ejecutados por sicarios que viajaban presuntamente en motocicletas, en las cuales huyeron. Estamos hablando de al menos ocho personas perdieron la vida en hechos violentos en sólo una jornada, es decir, en menos de 24 horas. Ello sin contar al menos dos asesinatos más en La Cañada y los muertos por el conflicto agrario que mencionamos arriba.
El tema de la inseguridad ha sido una constante en este espacio editorial, justamente porque la ciudadanía, los grupos empresariales y otros, se han pronunciado en diversos foros para pedirle al gobierno estatal, haga lo que sea necesario para brindar seguridad a la ciudadanía. Hemos dicho asimismo, que la Guardia Nacional –y ello está visto- no será la panacea que cure todos nuestros males en materia de seguridad. Se han desplazado ya por el estado –según ha informado la responsable- más de mil 700 elementos de dicha corporación federal, pero los problemas de alta criminalidad siguen igual. Si bien es cierto que el ejecutivo estatal ha hecho cambios prudentes en su equipo de trabajo para mejorar dicho rubro, entendemos que no será en automático como tenga que resolverse. Por ahora, no podemos dejar de consignar en este espacio editorial, que Oaxaca vivió un inicio de semana violento y criminal y que a grandes males, grandes remedios. El Grupo de Coordinación Oaxaca tiene que hacer algo más que cuentas alegres y lamentos. Deben reconocer que el mito del estado seguro es eso y nada más. Hacer lo contrario es creer ingenuamente que la sociedad no tiene criterio y que sigue creyendo a pie juntillas, el falso discurso oficial.