El hartazgo y la crispación social
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Opinión

Editorial

El hartazgo y la crispación social

 


Sin duda alguna, el magisterio oaxaqueño sigue empeñado en asumirse como un verdadero cáncer social. Existe en ciertos grupos la pretensión de mantener a la ciudadanía oaxaqueña aterrorizada, más aún, en hacer del sistema educativo oficial un coto de poder en el que pueden hacer y deshacer a su antojo. Es impresionante que a 37 años de supuesta lucha, los maestros y sus dirigentes sigan anclados en viejos moldes de la supuesta lucha social; que con una facilidad inaudita sigan abdicando de su labor docente para devenir los jueces y fiscales del quehacer gubernamental; los demoledores de la Reforma Educativa, etc.

El pasado lunes y martes mantuvieron secuestrada a la ciudadanía con aberrantes bloqueos en la Calzada Niños Héroes de Chapultepec, en casi todos los cruceros que comunican el norte con el centro de la ciudad. El caos vial era una locura. Camiones en sentido contrario como en la Calzada Porfirio Díaz; filas enormes de autobuses y automóviles, con conductores indignados de la parálisis gubernamental. La peor afrenta al turismo que nos visita fue la toma de la Terminal de Autobuses de Primera Clase, con la consecuente suspensión de salidas y entrada a y de la ciudad de México, Puebla, Veracruz, Chiapas, el Istmo de Tehuantepec. El hartazgo ciudadano es algo que la Secretaría General de Gobierno y sus “operadores políticos”, parecen ignorar.

Este aberrante método ha generado en los diversos sectores sociales una crispación justificada. No tarda en que alguien responda de manera violenta, ante los abusos y atropellos de vándalos y encapuchados que, con el disfraz de estudiantes o egresados de las escuelas normales, se dedican a delinquir, robar, asaltar, esquilmar a automovilistas que pasan por las casetas de cobro o pipas de combustible, etc. En esta ocasión, la exigencia ciudadana fue en el sentido de no tolerar más estas prácticas, por parte de normalistas de la CENEO y de trabajadores supuestamente regularizados, que no tienen por qué exigir cobros. No obstante, el gobierno, acostumbrado a mantener a la ciudadanía contra la pared en presunta complicidad con estos bastardos, accedió a todas y cada una de sus peticiones. No hay duda pues, el pueblo oaxaqueño seguirá lamiendo la coyunda ante tantos atropellos, frente a una administración gubernamental que no ve más allá de sus propósitos político-electorales, que al pueblo le viene valiendo un cero a la izquierda y cuya exigencia es su derecho a vivir en paz.

Notable deterioro ambiental

Para la ciudadanía, en plena temporada de lluvias, no ha pasado desapercibido que hay cientos de árboles que ante la falta de atención por parte de las autoridades, están a punto de venirse abajo. Hace unos días un viejísimo higo que está ubicado frente a la capilla de Belén, por los rumbos del Paseo Juárez El Llano, tuvo que ser acordonado con cinta amarilla, para evitar que ocurra una desgracia. Como este caso hay muchos, en los que la apatía de las autoridades va de la mano con el abandono de algunas vialidades.

Por ejemplo, rumbo al empedrado de la Cascada, se abrió recientemente un socavón. Hasta el sábado pasado nadie se había apersonado para ver la magnitud y la solución al problema del mismo. Muchas calles están hechas un desastre. Hoyancos, baches, lodazales en plena ciudad, en tanto en el Cabildo de la capital, los regidores y el edil, ajustan cuentas y se cobran las facturas, no sólo en una completa irresponsabilidad que tienen ante la ciudadanía que les dio el voto, sino ante su misma investidura. Si bien es cierto -y hay que reconocer los méritos y la responsabilidad- que el ayuntamiento capitalino ha emprendido un programa de bacheo intensivo, también es cierto que falta mucho por hacer.

Hace al menos tres semanas mencionamos el grado de deterioro que tienen la flora en algunos rumbos de la capital oaxaqueña, concretamente las palmeras de la Colonia Reforma y de los rumbos de Ixcotel, afectadas seguramente por alguna plaga depredadora. A estas alturas no se ha visto el menor propósito de las autoridades locales para curarlas de ser el caso o de derribarlas, evitando que también se conviertan en un peligro para los automovilistas o los transeúntes.

No se trata pues del consabido argumento de que no hay recursos, sino de las prácticas nocivas que conllevan la apatía y la abulia institucional. La ciudad de Oaxaca se está quedando paulatinamente como un erial desértico, sin que nadie haga algo a la fecha. Si bien es una corresponsabilidad también de la ciudadanía, la responsabilidad institucional es irrenunciable. Árboles sanos han sido derribados para dar lugar a edificios, a obras superficiales como en el Periférico de la capital, sin embargo, no se aplican criterios de reforestación que permitan resarcir a nuestro entorno de esas pérdidas. Ello contribuye a un notable deterioro ambiental.