El preso número X
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Opinión

Columna sin nombre

El preso número X

 


¿Regreso al obregonismo con cañonazos de cincuenta mil pesos?
-El Mapache guasón

Existe una canción que entre otras cosas dice: “Al preso número nueve ya lo van a fusilar”. Viene al caso por la condena impuesta al señor Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como El Chapo, de cadena perpetua más veinte años.
El caso del conocido narcotraficante llama a la meditación sobre la moral, la justicia y la venganza. Ya fue recluido en la prisión de Florence -Florencia, lugar de flores- en el Estado de Colorado, Estados Unidos de América.
En esa prisión desde luego no habrá flores. No podrá recibir visitas de la familia, mucho menos visitas conyugales. Aunque los medios señalan que existen otros presos de “alta peligrosidad”, no tendrá ocasión para conocerlos, hablarles y menos convivir en patios como de cárceles a la mexicana.
Vivirá el resto de sus días en completo, absoluto, aislamiento.

Su celda, -sigo citando a los medios- tendrá un lavabo, un retrete y una claraboya en el techo por donde solo se verá «el cielo»; querrán decir el firmamento o el espacio porque él estará en el Infierno.
Le proporcionarán, no sé si como parte del castigo, un aparato de televisión, y amigo lector, los programas disponibles, libres, son como para llorar, porque es evidente que no podrá navegar por Internet, no tendrá Netflix y menos SKY.
Adicionalmente deberá pasar lista de asistencia cada cuatro horas y me pregunto: ¿Le llamarán por su nombre o por un número? y contestará: ¿Presente, o here? en Inglés, no lo sé y esa será la única palabra que podrá cambiar con sus carceleros por toda su vida. En ese contexto imaginemos que el primer día de su condena pasa lista a las doce del día, luego a las cuatro de la tarde, ocho y doce de la noche, para luego seguir ininterrumpidamente, insisto, durante toda su vida a las cuatro de la mañana y a las ocho de la mañana día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año con año hasta que muera.
El señor Guzmán todavía es joven, pero cuando lleguen los achaques de la tercera edad tales como disminución de la capacidad auditiva, disminución de la vista, dolores musculares y otras molestias, ¿Acaso se le darán audífonos, lentes o analgésicos? La comida diaria se puede deducir que se le hará llegar a la celda, y no podrá elegir su dieta, menos pedir frijolitos refritos o un buen plato de chilaquiles, qué va; claro, se entiende que en una institución de seguridad máxima, como la que refiero e imagino, la comida será sana y nutritiva pero insípida.
¿Qué pasará cuando muera? ¿Acaso podrán sus seres queridos reclamar su cadáver o lo conservarán para que cumpla la grotesca extensión de otros veinte años de sentencia después de su fallecimiento?
Así las cosas, el pensamiento nos lleva hacia la meditación sobre la pena de muerte, que quizá
cause menos sufrimiento que la condena que deberá purgar.
Por cierto, uno de los instrumentos de muerte para «evitar sufrimientos» que ha inventado el hombre es la Guillotina, -en Francia- por el doctor Guillotine, lo que nos lleva a la terrible decisión: morir o vivir como alimaña envenenada, como fiera o como persona que lentamente pierde la calidad de humano y se encamina sin lugar a dudas hacia la locura total.
¿La Humanidad, las leyes penales de los Estados Unidos de América están haciendo justicia o ejecutando una singular venganza?
«La venganza es mía.»
Evidentemente los delitos de los cuales fue hallado culpable el señor Guzmán Loera son atroces: asesinatos, secuestros, delitos contra la salud y otros, de tal forma evidentes que el Jurado Popular tuvo que declararlo culpable y el juez aplicar la pena máxima establecida en la leyes de la materia en aquel país.
Por causa de haber sido extraditado de México hacia USA, no se le podía aplicar la inyección letal, es decir la pena de muerte.
Por si fuera poco, ahora iniciaremos una lucha legal para «recuperar» el dinero y bienes mal habidos por El Chapo, que el juez de la causa en New York, tasó en más de doce mil millones de dólares USA y me pregunto ¿Cómo calculó y llegó a tal cifra?
Ahora bien: ¿Si los miles de adictos a las drogas que traficaba el condenado, ya vivos, ya muertos, sus familias, estarán satisfechos con el castigo?
Igual los asesinados y secuestrados, aquí en este mundo o en el más allá.
No lo sé y el dilema me abruma, me rebasa, me arrepiento de haber tocado este tema. Ante estos casos, ante ambas caras de la moneda, el cristianismo se derrumba. ¿Perdón, Misericordia? «Perdónalos señor porque no saben lo que hacen». ¿Existe el Infierno? ¿Existe el Paraíso?
Si tenemos un alma inmortal, ¿Acaso existe un Dios que la condene aquí y en el más allá por toda la Eternidad? sobre todo si fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. ¿Sigo en la Religión? ¿Paso al Agnosticismo?
Parafraseo a Federico Nietzsche «Dios es un muro insalvable para el conocimiento de los mortales”. Yo también soy
pueblo. Por allí nos encontraremos.