Un estado fallido: Oaxaca
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Un estado fallido: Oaxaca

 


El estado mexicano de Oaxaca en su conjunto tiene un grave problema como Estado de derecho, la división de poderes no se ha respetado, el derecho a la educación la manejaron al cien y ahora al 90 por ciento los maestros, subsisten gremios que se comportan como mafias criminales y existen un grupo indefinido de familias que utilizan mecanismos criminales fuera del derecho para mantener el poder.

Todo esto se hace en la mayor impunidad, pues de los delitos y crímenes que se denuncian sólo se resuelve un 5 por ciento. Somos un estado altamente y mal politizado, la violencia y la agresión a la ciudadanía son las armas que todos utilizan. Los ciudadanos no tienen tribunales a los cuales acudir. Las fuerzas vivas, los gremios, las mafias, las pandillas, toman la ley entre sus manos y quieren aplicarlas inmediatamente o antes si es posible. Hace muchos años que en Oaxaca el estado de derecho no existe. Ciertos ámbitos de la administración pública tratan de aplicarlo pero no es posible y la mayoría del estado permanece en un equilibrio político de alto riesgo en que por el problema más simple surgen la violencia y la ruptura de este estado de perversidad y complacencia que vivimos los oaxaqueños.

Vergonzoso es para cualquier sociedad que la detención de un presunto delincuente, quien se ostenta como líder de la CTM, sirva de pretexto para bloquear por 18 horas los accesos a la ciudad de Oaxaca.

La detención de líder de la CTM, Marco Antonio Sánchez, un individuo de horca y cuchillo, puso de manifiesto una vez más cómo los gremios actúan como mafias y como delincuencia organizada y lo más grave la incapacidad de la administración municipal o estatal.

Nunca Oaxaca ha sido una perita en miel, sin embargo yo ubico la descomposición acelerada del estado de derecho en Oaxaca con la llegada del gobernador Heladio Ramírez, quien en un alarde democrático, que hoy llamarían populismo, entrega a los maestros y a ciertos gremios responsabilidades que corresponden al Estado. Seguramente en ese momento de México era necesario hacer concesiones, antes de que los grupos guerrilleros que asolaban Guerrero, Nuevo León, Chihuahua, Chiapas y Morelos se fortalecieran. Heladio entregó el IEEPO a los maestros y a partir de ese momento la educación y el Estado de Derecho en Oaxaca se vinieron en picada. Los maestros daban 4 ó 5 meses de clases, bloqueaban la ciudad cuando querían, vendían plazas, y usufructuaban el poder del estado para un grupo de profesores que más bien parecían una pandilla de bandoleros. Lo más grave, dieron el mal ejemplo de que las autoridades les tenían miedo y de que la única solución de los problemas es la violencia.

Hoy como cada principio de sexenio las mafias gremiales tratan de medir su fuerza con el Estado, buscan mantener sus propias reglas, sin atender el derecho de los demás, defender sus beneficios sin que ninguna autoridad intervenga, buscar que las negociaciones se diriman en la calle y con la fuerza bruta, sin ninguna regulación que limite el daño a la sociedad.
La CTM que debería de ser un organismo de defensa de los trabajadores, de apoyo el Estado de derecho, de ser un garante de los derechos civiles, resulta que se ha convertido en una mafia intocada, violenta, a la que solo los maestros le ganan en agresiones al pueblo de Oaxaca.

Es evidente que la situación para los gobernantes es complicada porque existe una relación asimétrica entre la administración pública y las mafias. En caso de que sea necesario emplear la fuerza pública, el estado solo tiene ocho mil policías y los maestros son ochenta mil, en el caso de la CTM los policías siguen siendo los mismos y los agremiados a esta organización rebasan numéricamente cualquier autoridad. Ya no hablemos de la mafia de los taxistas que imponen rutas, precios y número de unidades que circulan.

El otro problema es que la administración pública, desde hace muchos sexenios perdió toda autoridad moral, prostituyó al Estado de Derecho, para poder hacer una serie de pillerías, violar las normas, y enriquecer a quienes detentaba los puestos públicos. Prefirió no solucionar los problemas, sino corromper y corromperse. No enfrentar problemas, sino conceder demandas irracionales, puso a los líderes de distinto gremio y signos y abusó de la función pública, convirtiendo esta en negocios privados de grandes capitales. Cada sexenio salía un grupo de nuevos millonarios que era la expresión viviente de la corrupción de la administración que terminaba.

Ahora que hay una nueva administración, una nueva generación, existe como en todo principio una esperanza de que se aplique el Estado de derecho, de que se impida que las mafias impongan su voluntad y de que los funcionarios se comporten con una conducta que les permita recobrar la autoridad moral que se necesita para gobernar. Ningún funcionario corrupto puede exigir una conducta ética de los gobernados. Esta situación que vivimos de franco enfrentamiento de la CTM con el poder Judicial y contra la sociedad de Oaxaca nos debe de servir de lección a todos para ver si es posible iniciar un proceso de reconstrucción moral de la sociedad y evitar que las mafias que viven en Oaxaca mantengan su situación de impunidad. Necesitamos héroes civiles y hombres dignos que den el ejemplo.

La llamada sociedad Civil tiene que hacer su parte en este proceso, la reconstrucción moral o física no puede dejarse solamente al Estado o a un grupo, es una tarea de todos. Fin