El nopal se pobló de tunas
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Toltecáyotl

El nopal se pobló de tunas

 


Recientemente conocí el caso de una mujer joven que vivía sola y que, al estarse bañando, se resbaló y se golpeó la cabeza. Al volver en sí, no sabía quién era, ni en dónde estaba. No tenía ningún recuerdo absolutamente de nada. Como tenía conciencia de que era una persona y que estaba en una situación de excepción, se vistió, tomo su bolso y salió a la calle a buscar ayuda. Sabía que era un ser humano, sabía hablar, leer y su instinto de conservación le dijo lo que tenía que hacer. Afortunadamente buscó ayuda en un consultorio médico, y un honorable doctor, la ayudó a partir de su tel. celular. Llamó al número más frecuente, que resultó ser el de su mejor amiga, quien llegó a ayudarla a recordar. Ahí comenzó la recuperación de la memoria.

Sufrir de una amnesia es algo terrible, tanto para el que la sufre, como quien es familiar o amigo del paciente, porque en un instante, la persona con amnesia es un desconocido, como si fuera una persona ajena. En términos médicos, es un trastorno del funcionamiento de la memoria durante el cual el individuo es incapaz de conservar o recuperar información almacenada con anterioridad. Una persona queda en estado de absoluta vulnerabilidad, totalmente indefensa y a merced de cualquiera.
Como persona, como familia y como pueblo…somos lo que recordamos. La historia personal, familiar y comunitaria, nos da una base, un sustento. Nos afirma en el presente, anclados en el pasado. Y al mismo tiempo, presente y pasado se funden y nos proyectan hacia el futuro.

El pueblo de México es un pueblo amnésico, que vive en un estado catatónico y actúa como un zombi. Somos tan antiguos o más, que India y China, en donde sus pueblos están totalmente vinculados con su milenario pasado. Son, como pueblo, lo que han sido y serán lo que fueron. Existe una identidad cultural ancestral totalmente integrada y funcional con su presente. Esto es lo natural y lo lógico.

Sin embargo, en el pueblo de México, las cosas no funcionan así. Los “mexicanos” (porque no todos somos mexicas), hemos sido educados, y maleducados como, “extranjeros incultos en nuestro propio país, en vía crucis de un laberinto de desolación”. Por ejemplo, el pueblo de Oaxaca está totalmente desvinculado con sus Viejos Abuelos que construyeron Daany Beédxe (Monte Albán). El pasado ancestral de más de diez mil años, está totalmente cancelado en los oaxaqueños. Muchos de ellos, ni siquiera se asumen como zapotecas, mixtecas, hueves, mazatecos, chatinos, etc. Les han enseñado, desde el prescolar, que son “mexicanos”.

La mayoría de los “mexicanos”, no saben que son hijos de los hijos de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, y la que alcanzó el más alto grado de desarrollo humano, la que tiene la democracia y el deporte de pelota más antiguo de la humanidad, la que inventó primero que nadie el cero matemático, la inventó la cuenta perfecta del tiempo y la primera calculadora, la que “inventó” el maíz (el grano más sembrado en el planeta), la que tuvo primer sistema de educación para todo el pueblo, la que por siglos vivó sin el uso de la moneda y la propiedad privada, en fin…tantas cosas que se pueden decir de nuestra Civilización Madre y que todo mundo ignora. ¿Esto es algo natural? Por supuesto que NO, ha sido inducido a través de una estrategia centenaria. Los primeros tres siglos de la invasión hispánica a través de un régimen de terror, con un pavoroso holocausto y un infame epistemicidio brutal. Y en los últimos 196 años, a través de una acción totalmente concertada por el Estado mexicano, a través de sus tres poderes y los tres niveles de gobierno, con el apoyo y participación decidida de la iniciativa privada, las iglesias, los medios masivos de comunicación, las universidades, los artistas e intelectuales. En síntesis, por todo “el sistema”, que se beneficia de que el pueblo viva en un estado amnésico, totalmente vulnerable, indefenso, inseguro y catatónico. Al que se le puede hacer todo, absolutamente todo, y el pueblo resiste y subsiste bajo “la línea de lo humano”, sin quejarse o decir la mínima palabra.

En los terremotos del 19 de septiembre, el pueblo despertó y tomó conciencia de quién es y qué sabe hacer. Ante la tragedia se organizó de manera eficaz y en minutos, enfrentó la catástrofe, rescató y salvó vidas. El pueblo, en segundos, derrumbó la colonización mental, rompió las cadenas de la esclavitud y activó “el banco genético de información cultural”. Los ancestrales valores y principios de la civilización Madre del Anáhuac, brotaron como corazones florecidos. El nopal se pobló de tunas, el águila se posó de nuevo y la serpiente emplumada emprendió el vuelo. Descolonizar es dignificar.

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