Sargento Pimienta, 50 años
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Sargento Pimienta, 50 años

 


Hace cuatro días, un veterano de guerras conocidas y desconocidas, con grado de Sargento, cumplió 50 años. Su gestación había iniciado en 1966 en los estudios de grabación de Abbey Road, donde iban tomando forma auditiva e incorpórea los recuerdos, vivencias y ocurrencias de cuatro escarabajos consagrados ya como los mejores músicos de esos inolvidables días (y de estos días también).

La Banda de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta (Sgt. Pepper’sLonelyHearts Club Band, en su portada original), contenía y sigue conteniendo mensajes que algunos llamarán “psicodélicos” y otros sencillamente vivimos desde entonces con el encanto de notas instrumentales y voces que arrobaron a una generación que se debatía entre el estudio, la ideologización, las inquietudes juveniles expresadas luego en los transformadores movimientos estudiantiles.

Los Beatles no eran sólo compositores de música pop. Eran guías y maestros que inspiraban no se sabe qué, pero que la multitud seguía como se sigue a un liberador de conciencias y de ánimos escondidos por las prohibiciones, por los prejuicios, por el Manual de Urbanidad y buenas maneras y por el encasillamiento en que los adultos habían encerrado la musicalidad en boleros y en pasodobles “ratoneros” (Jardiel Poncela).

Fue difícil en México transitar de Gardel a Los Panchos, del Mambo al Cha-cha-chá, de Charlot a Cantinflas y Tintán. Los charritos y los luchadores inundaban el cine mexicano y finalmente la juventud les proponía el Rock’n Roll y el Twist hasta llegar por la Chica Ye-yé y Bule-bule al brinco definitivo: SheLovesYouYeahYeahYeah!, el dominio total de un arte que superaba la vetusta escuela de Peerles, de Musart y de RCA.

Discos Capitol en México nos regalaba el máximo obsequio. No era como hoy cuando la inmediatez del internet hace obsoleto todo en un día. El Sargento Pimienta fue llegando gradualmente y desfilaba rotundo en 1968. Una triste muchacha se iba de casa; los Beatles hacían un hoyo y mejorando acudían al circo de Mr. Kite en Trampoline; las “pastas” del LSD se expresaban dulcemente con Lucy en el cielo de diamantes y una nota grave de piano, duradera, eterna, nos recordaba que hoy es un día en la vida y finalizaba la fiesta de los 64 años, cuando la reflexión a ritmo de sitar nos ubicaba dentro de ti y sin ti.

Amplitud Modulada era nuestra fuente de enseñanza. Radio Éxitos, la 790 del cuadrante fue la encargada de nuestro despertar. Ya no existe, pero dejó un legado que trascendió porque tres veces al día, mañana, tarde y noche nos surtía con 90 minutos de Cavern y Liverpool, mejorando con la ayuda amigable; buenos días a la adorable Rita, la meter-maid estaba ahí levantando una infracción.

Calles de México, la ciudad capital, tornada en trinchera de las ideas y de la rebelión. Prohibido todo. La autoridad como en Fahrenheit 451 buscaba libros para destruir el potencial que cambiaría a este mundo de cerrazón. Se distraían tanto que la “mota”, “mostaza” o marihuana circulaba alegremente y tras tortuoso viaje en camión se podía llegar a Huautla. “Pajaritos”, “derrumbes” y “San Isidros” eran la psicodelia que natura nos dio en los “fungi” alucinógenos y que nos llevaban a otro viaje: al que transfiguraba la visión y nos enseñaba que la decadencia quedaba atrás: era el feliz Brave New World que nos prometió Huxley.

Viejo disco, perenne música. Un alegre Sargento Pimienta daba la bienvenida a los Rolling Stones y decenas de rostros incluyendo a Marx y Bob Dylan ornamentaban la escena con flores; unos Beatles provincianos en estatuas de cera anunciaban que los uniformados multicolores de Apple Records dominarían el mundo fantasioso de su música. John, Paul, George y Ringo. No hace falta más. Feliz cumpleaños que será como los cuatro mil agujeros de Blakburn Lancashire y que llenarán el Albert Hall y otros espacios de este cielo con diamantes.

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@MdeValdivia