Clase más odiada
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Escaparate Político

Clase más odiada

 


Los partidos políticos, los diputados, federales y, en general, la clase política de este país, en este orden, ocupan los más altos índices de desprecio -y hasta odio- en todos los sondeos de opinión. Las expresiones de humillación en su contra, crece más aún en las redes sociales. Esto se debe a su negativa a aportar parte de sus ingresos para ayudar a los damnificados del temblor que destruyó buena parte del país. Este en el caso de los diputados. Mayor es el escarnio contra los dueños de todos los partidos políticos. La apreciación de la sociedad mexicana es que “son una lacra” y se engullen inmensas cantidades de dinero que podrían servir para abatir la pobreza de este país.
No podía ser de otra manera cuando sabemos de la negativa del INE y de los partidos de aportar como ayuda humanitaria el 20 por ciento de la enormidad de dinero público que reciben. Nada conmueve a estos mezquinos. Solo en el congreso de Oaxaca, tienen asignado como presupuesto, más de 500 millones de pesos, dinero del que no rinden cuentas. Pero no solo eso, la cámara local está a la cabeza de los congresos más improductivos y onerosos del país.

MISERABLES

De acuerdo al experto en cuestiones electorales, Cesar Augusto Santiago, el INE “es un paquidermo grotesco. Gastará el próximo año 18 mil millones solo en operación. En total serán más de 50 mil millones de pesos. Dentro de esta cantidad van los 6 mil millones de pesos que derrochan los partidos”. Con todo y que este veterano priista ha disfrutado de las mieles del poder, pide al pueblo que “hay que acabar con eso, ayudemos todos”.
Esta actitud miserable hace que los diputados y sus partidos sean severamente fustigados. De tan avarientos se niegan sistemáticamente a disminuir sus estratosféricos salarios. Se oponen también a aportar un porcentaje de sus salarios para donarlos a los afectados por el terremoto. Con verdadero desprecio rechazan la sugerencia popular de que el 20 por ciento de las prerrogativas multimillonarias que reciben sus partidos, se donen como ayuda humanitaria.

O QUÉ ¿ME HAGO PENDEJO?

En Oaxaca, el comportamiento del espécimen político, de todos los colores, no es diferente.
La oleada de críticas que despertaron en Juchitán al utilizar la ayuda humanitaria para hacer campaña política, exhibió su oportunismo. No pudo ser más grotesco ese montaje de diputados de todos los partidos, posando con las bolsas míseras de víveres que regalarían.
El impulso del diputado juchiteco lo hizo resbalar en una frase clásica desde eso que, alguna vez, llamaron la “más alta tribuna” del pueblo. Después de lanzarse contra los periodistas “que critican desde la comodidad de su celular”, dejó para la vernácula curuleca, estas palabras:
A esos criticones les aclaro que lo que hice (el reparto de despensas) lo hice con mi dinero (¿?). “Yo tengo en mi bodega dos mil despensas de mi fundación que entrego de manera regular por todo el estado pero viene la desgracia a mi pueblo (Juchitán) ¿Qué hago? Decidí entregarlas, urgente ¿o que querían, que me hiciera pendejo?”
Nada los inhibe, ni siquiera la vergüenza pública. Por consiguiente siguen maquinando y hasta usan la llamada “máxima tribuna” del pueblo -el congreso local- para arremeter contra sus críticos. El diputado priista Samuel Gurrión, por ejemplo, irritado por la andanada de reproches por hacer campaña en medio de la desgracia de sus paisanos juchitecos, se exhibió como lo que es: un político de mecha corta. Al llamar a los reporteros “comodines que critican desde la comodidad de un celular y su oficina”, abrió, innecesariamente, un frente de animadversión contra sus anhelos políticos.
Tenía el plan de ser candidato al Senado y se jactaba de ser político profesional. Alguien que se muestra intolerante no sirve para la función pública.
Alguien le debe recordar a Samy las reglas no escritas a que debe sujetarse todo aquel que se jacte de ser profesional de la política: “en política no hay sorpresas, sino sorprendidos”. Alude a que todo aquel que se mete a la política, sabe a qué se mete y por eso se mete. El segundo no es menos ocurrente: “Si no quieren ver fantasmas, no salgan de noche”. Es decir, aquel al que asuste la política, mejor que no se asome a ver la realidad de la clase política. Les digo esto porque en la sesión del pasado miércoles, Gurrión armó otro sainete en plena sesión legislativa. No soportó que su colega del PT, Jesús Romero, le dijera ignorante de la normatividad legislativa. El aludido no se contuvo y ambos se gritaron lindezas a todo pulmón. La bulla saturó al recinto y a los pocos diputados que, más por morbo que por cumplir, se quedaron para oír la intransigencia.
Este tipo de actitudes en un político con poder es cuestión de alto riesgo porque después de los insultos verbales sigue la agresión física como expresión de la política cavernícola. Cuidado.

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