19 de Septiembre: 32º. Aniversario
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Opinión

Editorial

19 de Septiembre: 32º. Aniversario

 


Hoy se cumplen 32 años de aquel sismo de 8.1 grados en la escala de Richter que devastó la ciudad de México, aquel 19 de septiembre de 1985. Y este aniversario luctuoso se da, justamente a escasos días de que padeciéramos nosotros un movimiento telúrico de mayor intensidad, 8.2 grados, considerado uno de los más fuertes en la historia del país, al menos en los últimos cien años. En 1985, la ciudad se despertó -7:19 de la mañana- con un mega-sismo cuyos efectos habían de provocar más de diez mil muertos y un tanto similar de desaparecidos. La CDMX se colapsó por completo. Sin embargo, desde momentos después del siniestro, los capitalinos de todos los estratos sociales salieron a la calle, haciendo de la solidaridad uno de los valores más grandes entre los mexicanos. El gobierno federal y el de la capital de la República quedaron totalmente rebasados ante la magnitud de la participación ciudadana, que permitió que en poco tiempo, la misma pudiera estar en pie. Pasaron meses para hallar entre los escombros cadáveres de personas que habían quedado entre los escombros, y tal vez años, en que la ciudad pudiera levantarse sobre sus ruinas.

El sismo del 19 de septiembre de 1985 y la réplica de menor magnitud por la tarde del 20, forjaron en la memoria colectiva mexicana un hito. El pueblo mexicano jamás dejará morir solo a quienes llegan a sufrir un desastre natural, sean sismos, inundaciones, explosiones u otros. El ejemplo de ello lo hemos palpado en la región del Istmo de Tehuantepec, a donde han llegado miles de toneladas de ayuda humanitaria para quienes resultaron damnificados, perdieron a sus seres queridos o su patrimonio, con el sismo del pasado 7 de septiembre. Hace 32 años hubo la prueba fehaciente de que no estábamos preparados para una emergencia como la que vivimos. Hoy tampoco lo estamos. El gobierno, que no la sociedad civil, responden sólo a situaciones de emergencia cuando ocurre una tragedia. No existe en los programas oficiales la enseñanza de qué hacer en casos de desastre. Es decir, no hemos aprendido la lección. Con lo que pasó hace más de tres décadas y nuestra propia tragedia hace apenas unos días, son elementos suficientes para que se tomen las providencias necesarias. Si bien es cierto que los desastres naturales, motivados por fenómenos de la naturaleza, no pueden predecirse, ello no implica que quedemos en la indefensión ante los mismos.

Fuerzas Armadas, una gran labor

Sólo una mente obtusa puede negar la gran labor del Ejército Mexicano y de la Marina/Armada de México, sin soslayar a la Policía Federal, la Cruz Roja Mexicana, organizaciones de la sociedad civil, fundaciones y otras, en las tareas de rescate, remoción de escombros, distribución de la ayuda humanitaria a nuestros hermanos que resultaron damnificados con el sismo de 8.2 grados del pasado 7 de septiembre. De inmediato, al sentirse los efectos devastadores del siniestro, los elementos castrenses se desplazaron para la zona del Istmo de Tehuantepec para prestar ayudar, particularmente en la remoción inmediata de los escombros y en las tareas de salvamento. La Marina/Armada de México inclusive, hizo uso de un escuadrón de perros entrenados para el rescate de personas vivas –o lamentablemente fallecidas- en la zona siniestrada. Para evitar que las despensas y los apoyos alimentarios pudieran ser distribuidos para buscar alguna ventaja política o con fines de promoción personal, se tomó la decisión de que fuera el Ejército Mexicano quien la distribuyera, lo cual se hizo con prontitud y diligencia. Sin embargo, es importante subrayar que la falta de coordinación entre las autoridades civiles, han generado serios descalabros.

Uno de los hechos que es necesario destacar es que la imagen al exterior ha resultado lamentable. Por ejemplo, desde el viernes 8 de septiembre, a menos de 12 horas de la tragedia, arribó a Juchitán el grupo de “Los Topos”, especialistas en rescate. Según informaron el pasado jueves, nadie los recibió, tampoco tuvieron apoyo para su heroica labor, menos les dispensaron algún tipo de apoyo alimentario o de hospedaje. Ellos fueron y regresaron sin haber tenido al menos, un mensaje de gratitud de parte de las autoridades. Otro caso es el de Javier Aquino, futbolista profesionales originario de Lagunas, Oaxaca, quien instaló un centro de acopio y logró entre sus simpatizantes y amigos obtener al menos dos trailers para trasladar la ayuda humanitaria a San Francisco Ixhuatán, que nunca llegó, pues se dice que dichos vehículos pudieron haber sido detenidos o desviados hacia Juchitán. Hay molestia, tristeza, dolor, pues aunque la mano solidaria de todo Oaxaca, el país y aún el extranjero se han extendido para la zona del Istmo de Tehuantepec y otras partes afectadas, no se ha dado la obligada gratitud o reciprocidad de parte de autoridades locales y damnificados.