Error, capitalizar la tragedia
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Editorial

Error, capitalizar la tragedia

 


Ya es común que cada que se abate sobre el pueblo alguna desgracia, aparecen como por arte de magia los clásicos redentores, los salvadores y oficiosos Mesías, que con un evidente interés político, se hacen presentes para llevar ayuda, discursos y dádivas. En el medio oaxaqueño es algo común capitalizar esas situaciones para promoverse políticamente; para captar prosélitos o simplemente alcanzar notoriedad. Y el riesgo es evidente ante la cercanía del proceso electoral del año que viene y cuyas definiciones, al interior de los partidos políticos, han empezado ya. Por ello, no es fortuito que en su visita a Juchitán de Zaragoza, el viernes 8 de septiembre, para constatar la magnitud de la tragedia y ofrecer apoyo a los damnificados y familiares de los 36 fallecidos, el presidente de México, Enrique Peña Nieto haya dejado en claro que los apoyos serán directos, para que no haya intermediarios. Insistió en que nadie debe capitalizar la tragedia que ha llenado de dolor e impotencia a poblaciones enteras, para ganar ventaja política. Y para ello designó a dos miembros de su gabinete para que sean los enlaces con el gobierno federal, a fin de que las tareas de reconstrucción se lleven a cabo.
El gobernador Alejandro Murat fue más severo en este llamado y el mismo tenor se pronunció el Arzobispo de Antequera, quien afirmó asimismo, que nadie debe tomar esta situación de emergencia para obtener beneficios personales, ni políticos ni religiosos. Por el contrario, llamó a la solidaridad de todos para apoyar a nuestros hermanos que han perdido su patrimonio o a los familiares de aquellos que fallecieron. Nunca como hoy pues, la misma sociedad civil y hasta la clase política y religiosa, hacen un llamado para cerrar la puerta a los clásicos buitres de la desgracia. Porque en efecto, en nuestro medio no faltarán los enviados de determinados partidos políticos con sus toneladas de cemento, varilla o tabique, para la reconstrucción, llevando detrás un interés particular. En el pueblo existe ya un pleno convencimiento de que no habrá que prestarse más a este juego perverso. Hoy, las redes sociales, se han convertido en foros abiertos en los que se difunden en segundos imágenes y situaciones diversas. Ojalá que a través de ellas se denuncien a los clásicos buitres que, una vez que aportan algo, de inmediato empiezan a publicitarlo. Todo, todo el apoyo, debe canalizarse a través de los centros de acopio o las cuentas bancarias que se han abierto ex professo.

El ancestral orgullo istmeño

Hay quienes dicen que los juchitecos son una especie humana pasada por el rasero del orgullo. Juchitán de Zaragoza es un pueblo histórico, no sólo considerado como una comunidad zapoteca, en donde se llevan las raíces más profundas de la identidad originaria, sino además, que a través de los siglos ha conservado tal cual la misma. El calificativo de Heroica Ciudad, le fue acuñado gracias a que ahí se libró con gran heroísmo, una de las batallas más decisivas de la Guerra de Intervención: la del 5 de septiembre de 1866, cuando mujeres y hombres juchitecos derrotaron a uno de los mejores ejércitos del mundo, una vergonzosa derrota. Figuras emblemáticas surgieron ahí, como es el caso de “Tona Tatii”, una valiente mujer que apeló a la valentía de los hombres a quienes dijo, que si no podían con el enemigo, que les pasaran a las mujeres las armas, para que ellas los enfrentaran. Desde entonces la mujer juchiteca ha sido –y lo es hoy en día- no sólo el pilar moral de los hogares tecos, sino además, un símbolo de fortaleza, de trabajo, de solidez económica en la familia. El porte indiscutible del traje, que luce en las velas de mayo, en la de San Vicente Ferrer o en la Vela Pineda. El solemne luto del Domingo de Ramos, les hacen ver como una columna vertebral de la vida social y política juchiteca.
Bajo esa premisa, los oaxaqueños tenemos la plena convicción de que ese orgullo ancestral habrá de sacar a este rico filón de nuestra cultura, adelante y con ánimos renovados. Los juchitecos no están solos. Hay miles y miles diseminados por todo el mundo, México y Oaxaca que, con certeza habrán de aportar su modesto grano de arena para recuperar el patrimonio perdido y levantarse de nueva cuenta. Estamos ciertos de que con la solidaridad de todo el pueblo oaxaqueño, en breve Juchitán estará de pie muy pronto. Es cierto: “Todos somos Oaxaca” y “Todos con Oaxaca”, porque además, “Todos somos Juchitán y pueblos istmeños”. Este hecho, hay que reconocerlo, concitó de inmediato, más allá de las acciones de gobierno, el sentimiento de solidaridad y hermandad que caracteriza a los oaxaqueños, más allá de filias, fobias o militancia política o religiosa. Y no solamente con los tecos, sino con los habitantes de Xadani, Niltepec, Salina Cruz, Tehuantepec, Chicapa, Unión Hidalgo, San Francisco Ixhuatán y los huaves de San Francisco, San Mateo y San Dionisio del Mar, que también han velado a sus muertos.