Solidaridad y unidad
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Opinión

Editorial

Solidaridad y unidad

 


México y sin duda Oaxaca, se ha caracterizado por un gran espíritu humanitario y de solidaridad. Muchos recuerdan los sismos que devastaron la Ciudad de México el 19 y 20 de septiembre de 1985, cuando tanto el gobierno de la capital como el federal, fueron rebasados por miles y miles de ciudadanos que salieron a las calles y vestidos para acudir a sus labores diarias, usaron las manos, palas, picos y demás, para rescatar a miles de personas que sobrevivieron de este mega-sismo que generó más de diez mil muertes. Hay algo pues que nos une: un sentimiento de solidaridad, de pertenencia, de unidad. He ahí el llamado a acudir a los centros de acopio; a depositar donativos; a participar en las tareas de rescate en Juchitán, en San Francisco Ixhuatán, en Asunción Ixtaltepec y decenas de municipios que fueron devastados por el sismo de 8.2 grados en la Escala de Richter, que tuvo su epicentro de Pijijiapan, Chiapas, pero cuyos efectos devastadores se volcaron casi en la zona del Istmo de Tehuantepec. Autoridades civiles y religiosas; organismos de la sociedad civil y otros, han hecho un llamado a la unidad, pero también a que nuestros hermanos istmeños se levanten de las ruinas y con la frente en alto inicien el largo proceso de la reconstrucción, con dignidad, con orgullo y convicción.

La insistencia a que la Sección 22 deje ya su afán pernicioso de afectar a Oaxaca y seguir dañando a la educación de más de un millón trescientos mil alumnos, ha sido peor que los desastres naturales que hemos padecido en los últimos días. Su lucha no tiene objetivos, no tiene proyecto, está ausente de una guía ideológica y carece de consistencia. Juchitán, Tehuantepec, Huamelula, San Mateo del Mar, Santiago Niltepec, Asunción Ixtaltepec, Santa María Xadani y Salina Cruz, suman entre todos, más de 70 muertos que dejó el sismo del pasado jueves. No es un hecho menor. Sólo en Juchitán se registraron más de 36 personas fallecidas. El Istmo, lo sabemos todos, es una región con un enorme potencial, pero en donde también se ha arraigado la cultura del chantaje. El cierre de carreteras y vialidades por todo. Las organizaciones parasitarias que viven de la dádiva oficial se han multiplicado. ¿No es tiempo ya de darle vuelta a la hoja? La lección que hemos padecido todos en los últimos días requiere de acciones serias para rectificar el rumbo; para enmendar errores; para trabajar hoy para ayudar a quienes perdieron su patrimonio o a las familias de quienes perdieron la vida.

 

La emergencia sigue

Desde hace más de dos semanas, las intensas lluvias se han abatido en la entidad, particularmente en los Valles Centrales, el Istmo y la Costa. En dichas regiones, la amenaza de desbordamientos de ríos y afluentes está presente. Los que pasan en la periferia de la capital, como es el caso del Río Atoyac, El Salado y El Chiquito, están a punto de desbordarse y se han encendido las luces de alerta a la población, particularmente a los maestros y alumnos que asisten a algunas escuelas que se ubican justamente en los márgenes. En los municipios conurbados de la capital oaxaqueña y en distritos como Ocotlán, Zimatlán, Tlacolula, Etla y Zaachila, la emergencia respecto a los fenómenos naturales persiste. En el Istmo de Tehuantepec, las réplicas del sismo de 8.2 grados que devastó varias comunidades, siguen dándose por cientos. Hay pánico, hay miedo de que se repita en la magnitud con la que causó tanto daño. Lo preocupante es que las lluvias han seguido y los deslaves causados por la humedad en la zona montañosa, constituye un serio riesgo para los viajeros, ante los constantes derrumbes. En días pasados, la carretera 190, que conduce al Istmo de Tehuantepec, devino prácticamente intransitable.

En fin, el territorio oaxaqueño pues, enfrenta una situación de crisis y emergencia ante dos fenómenos naturales que se abatieron sobre el mismo: los latigazos de tormentas y huracanes y el sismo que –como ya hemos dicho- ocasionó severos daños, incluyendo, obviamente, la muerte de más de cuarenta personas solamente en la región istmeña. Es pues pertinente que la Comisión Estatal de Protección Civil de Oaxaca (CEPCO), siga emitiendo por los canales que sean necesarios los llamados a la calma y a resguardarse cuando sea prudente; que continúe alertando a la población respecto a ser el canal adecuado para emitir información respecto a los siniestros; que no haya pánico o información dolosa que contribuya a crear escenarios falsos. Siempre lo hemos dicho: nos hace falta crear una conciencia cívica respecto a la prevención; en torno al qué hacer en casos de desastre. No hay duda que la tragedia se ha abatido sobre Oaxaca, con una carga mortal que no se había visto tal vez desde la década de los 30, pero ello no implica que hagamos un esfuerzo por salir adelante y que el orgullo oaxaqueño siga a flote.