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Amor es…

 


Continuando con ese gran político norteamericano que fue Franklin D. Roosevelt, quien, como presidente, instruyó a su país, Estados Unidos, para salir de la crisis económica en que había caído por varios años, seguimos leyendo (capítulo titulado: Roosevelt en la Casa Blanca): Las elecciones del 11 de noviembre de 1932 significaron un gran triunfo de Roosevelt: ya no abandonaría la presidencia hasta su muerte.

Roosevelt se lanzó, decidido, a la acción, rebosante de optimismo y tan lleno de confianza en sus propias posibilidades que supo generar un sentimiento análogo en el ambiente nacional: “El país – declaró entonces Roosevelt – siente la necesidad de experimentos atrevidos y persistentes. El sentido común nos dicta que debemos elegir un método y ponerlo a prueba; si fracasamos, lo reconoceremos sinceramente y cambiaremos de método; pero, ante todo, lo principal es intentar algo nuevo”.

Durante los tres primeros meses, Los llamados “Cien Días” de Roosevelt, el presidente adoptó una desusada cantidad de medidas y reformas que dejó a la nación y al Congreso literalmente estupefacto. El pánico fue cediendo y la economía trató de salir paulatinamente del marasmo en que yacía; los campesinos recibieron ayuda federal, en dinero, y la autorización para regularizar sus precios; también la asistencia pública a los indigentes se organizó en forma efectiva y fue dotada de considerables fondos, a cargo del presupuesto nacional. Nuevas leyes federales establecieron una protección social moderna y eficaz, si bien su iniciativa más revolucionaria la constituyó una ley para la <<recuperación>> industrial del país, la llamada National Industrial Recovery Act, abreviadamente NIRA o NRA, texto capital que reglamentaba la vida económica, fijaba las horas de trabajo, el salario mínimo y los precios estables. La NRA fomentaba la colaboración entre la industria y el Estado, y renovaba el impulso económico mediante el aumento de los salarios y la disminución de la jornada de trabajo, ya que cuantos más norteamericanos trabajasen, tanto mayor sería el poder adquisitivo del país en conjunto, al propio tiempo que se reduciría el desempleo {…}

Otra ley acudió en ayuda de la agricultura, todavía más afectada por la depresión que la industria norteamericana. Se había producido una baja catastrófica en los precios – y, por ende, en los ingresos de los campesinos – y, además, enormes dificultades para dar salida a la producción. “La grave crisis actual – afirmaba el preámbulo de la Agricultural Adjustement Act – es, en parte, debida a una sensible y creciente disparidad que en gran parte ha reducido el poder adquisitivo de los agricultores. La ley se propone establecer y mantener, entre la producción y el consumo de los productos agrícolas, un equilibrio susceptible de restablecer los precios y proporcionar a los productos agrícolas, en relación con los adquiridos por los campesinos, un poder de compra equivalente al que tenían durante el período comprendido entre 1909 y 1914 {…}

La popularidad del presidente Roosevelt con respecto al ciudadano medio y entre las masas fue evidente con ocasión de las elecciones presidenciales de 1936, en las que obtuvo casi veintiocho millones de sufragios contra algo menos de diecisiete millones para el candidato republicano Landon {…} Su victoria fue más difícil en 1940 {…} En aquel momento, la Humanidad se hallaba ya sumida de nuevo en otro grave conflicto, y en los últimos años de Roosevelt en la Casa Blanca pertenecen a la historia de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos años después, leemos: “Respira Europa con el triunfo de Macron en Francia” (La Jornada, 1ª plana, 8 de mayo/17, nota AFP, DPA y REUTERS): En el primer sumario: “El neoliberal ganó con 66.6% de votos; la ultraderechista Le Pen se adjudicó 33.94%”. Debajo de la foto del presidente electo agradeciendo a sus votantes con la mano derecha en alto y tomando con la izquierda la mano derecha de su esposa, muy sonrientes ambos, leemos: “Emmanuel Macron, presidente electo de Francia y su esposa Brigitte saludan a simpatizantes durante la celebración de la victoria en las afueras del Museo de Louvre. “!Gracias a todos aquellos que votaron por mí sin compartir nuestras ideas! Sé que no se trata de un cheque en blanco”, expresó. Su imagen de maniobra dependerá del resultado que obtenga su partido, En Marcha, fundado hace apenas un año, en los comicios legislativos de junio.

Un día antes, en el diario El País, se hablaba de este joven presidente en un artículo de M. Bassets, en París, titulado: “El hombre que tiene prisa”: En el primer sumario: Emmanuel Macron es el favorito para convertirse a los 39 años en el presidente más joven de la V República”. Y en la excelente nota: “Cuando los demás aún están pensando, él ya ha golpeado. Quema etapas a toda velocidad y no espera su turno”. “No te demores en el surco de los resultados”, dice una de sus frases favoritas de su autor de cabecera, el poeta resistente René Char. Y Emmanuel Macron (Amiens, 1977) lo ha cumplido día a día, desde antes incluso de meterse en política, y hasta hoy, cuando los franceses pueden convertirlo en el presidente más joven de la V República, fundada en 1958 por el general De Gaulle.

Le decían: “Para ser presidente hay que haberse presentado antes a algún cargo”. Diputado, alcalde o concejal, lo que sea porque en Francia hay que esperar el turno, ya que muchos llevan años, décadas, esperando. Y él, sin haberse presentado jamása una elección, se saltó todas las etapas y directamente buscó el billete al Palacio del Elíseo.

Macron, el hombre que corre y no mira atrás, el que desde joven ha querido ser muchas personas a la vez – filósofo, novelista, banquero, presidente – el muchacho de rostro aniñado y maneras de hombre mayor, “Un Peter Pan al revés”, le llama su biógrafo Francois-Xavier Bourmaud.

Y, él también ha vivido una hermosa historia de amor: Manu, como le dicen sus amigos, es el alumno estrella en La Providence, la escuela de los Jesuitas en Amiens, en el norte de Francia. Vida burguesa, vida provinciana. A Brigitte Trogneux, hija de una vieja familia de comerciantes de chocolate, casada con un banquero, tres hijos, le han hablado de este alumno. Se conocen en el club de teatro. Juntos escriben una obra. Conectan. Él tiene 16 años; ella 39 {…} En otro país quizá se vería como un delito; en Francia es una gran novela: “Volveré, y me casaré con usted”, le promete el alumno a la profesora. Lo cuenta Anne Fulda en otra biografía, Emmanuel Macron. Un joven tan perfecto {…}

Los padres intentan disuadirlo, él no escucha, no se entretiene, y se marcha a París para estudiar el último curso de bachillerato {…} Al abandonar Amiens – Brigitte le seguirá un tiempo después – y desoír a sus padres, Emmanuel hace otro de esos gestos que tanto le gustan. Se emancipa, afirma su libertad, “no se demora en el surco de los resultados” {…} Su recorrido académico está escrito con palabras y siglas que en Francia son marca de estatus