A un año de entonces
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Opinión

A un año de entonces

 


Hace años don Luis González y González, el gran historiador mexicano, hizo una muy enorme y útil compilación y explicación de los Informes Presidenciales: “Los presidentes ante la Nación”, como se llama la colección.
En esta obra, el investigador relata hechos, anécdotas, relevancias y silencios. Pero sobre todo detalla la comparecencia de los presidentes mexicanos ante la Nación, representada –mmm- en el Congreso federal, y que viene desde la Constitución de 1824, aunque ha cambiado la fecha de presentación e incluso en ocasiones no ha ocurrido, pero sigue vigente, como una responsabilidad de quien se ocupa de administrar los bienes nacionales desde la presidencia de la República.
Aunque esa Constitución de 1824 establecía que deberían ser los funcionarios de cada secretaría de gobierno los que informarían al Congreso de sus gestiones durante el año previo, ahí mismo se excluía al presidente del país. El tema es que habrá que informar a la Nación.
Con todo y eso, en 1825, sin tener obligación de hacerlo, el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, acudió al Congreso para informarle de los hechos durante su gestión. De ahí en adelante se haría costumbre y ley, lo que quedó claro en la Constitución de 1857, en la que se determinó que el presidente habría de informar y hacer un discurso que explicara lo que entregaba y por qué.
Y eso de que los presidentes informaran se volvió costumbre y, en algunos casos, se utiliza como foro de justificaciones de lo hecho, como también de lo no hecho. Así que, por ejemplo, el presidente Porfirio Díaz informó a la Nación en 61 ocasiones, lo que le acarreaba aplausos fuertes.
Y ya más en tono de trivia, que de profunda, se sabe que don Venus estableció el 1 de septiembre para iniciar sesiones e informar a la Nación; que en 1936 el presidente Lázaro Cárdenas utilizó por primera vez la radio para hacer masivo su informe presidencial; que el presidente Miguel Alemán hizo que su cuarto informe presidencial fuera transmitido por televisión…
…Que José López Portillo fue ovacionado durante su informe hasta 40 veces; que Miguel de la Madrid fue el primer presidente en ser interpelado durante su informe (por Porfirio Muñoz Ledo); que a partir del VI Informe del presidente Vicente Fox se acabó eso del discurso en tribuna del Congreso (por aquello de que ‘el miedo no anda en burro’); que Felipe Calderón estuvo en la Tribuna del Congreso pero no pudo leer su mensaje y terminó por entregarlo a mano… Y así.
El tema es que durante los últimos años los presidentes envían con ‘un propio’ el texto del informe porque los diputados prácticamente echaron fuera a los presidentes aunque luego estos diputados acuden solícitos al discurso político del presidente en Palacio Nacional: como invitados.
Luego, en el artículo 69 de la Constitución del 1917 queda claro que: “A la apertura de sesiones ordinarias del primer periodo del Congreso asistirá el Presidente de la República y presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país…”
Así que los Informes presidenciales son el 1 de septiembre de cada año, según el artículo 69 de la Constitución mexicana. Está bien. Aunque, a la manera del Porfiriato, puede haber más informes, tantos como urgencia por hacer del conocimiento público de los hechos de la administración de los bienes nacionales y recibir aplausos.
“Sí. A los presidentes, siempre les han aplaudido a rabiar en sus informes. Hasta a Victoriano Huerta le aplaudieron a rabiar. Así ha sido. Cómo no”, escribió don Luis González y González.
El presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una especie de discurso-informe de actividades al cumplirse un año de su toma de posesión como Ejecutivo del país, y para ello hizo un llamado a sus seguidores para que lo acompañaran en el Zócalo de la capital de México. Está bien. Antes hizo un informe al cumplirse un año de su triunfo electoral en julio de 2018; hizo el informe presidencial de septiembre de este año y ahora el domingo 1° de diciembre.
En realidad gran parte de lo que informa ha sido expuesto día a día en sus conferencias de prensa cada mañana. En ellas se han detallado acciones, justificaciones, silencios, ausencias y contradicciones. Todo ahí cada día. Cada día un informe y un discurso político, a lo largo del año.
En adelanto ha dicho que durante este año –que se acusa de crisis económica, de fallas graves en su estrategia de seguridad pública, de restricciones presupuestales, de imposición de funcionarios con las manos en la ley, o sin la ley en la mano: “Para que nos vayamos entendiendo”…— que durante estos doce meses “se sentaron las bases de lo que a partir del año siguiente será el principio real de la Cuarta Transformación”… y más.
Nunca es malo que los presidentes informen a la Nación de lo que han hecho, como también de lo que han dejado de hacer y por qué. Es sano. Sobre todo si estos informes apuntan hacia el diálogo con todos, simpatizantes o no, para que de ahí surjan ideas y formas útiles y democráticas de participación ciudadana. Pero sobre todo que se informe con verdad.
Quien informa tiende a justificarse, justificar sus hechos y ganar espacio de aprobación. Corresponde a los ciudadanos analizar seriamente lo dicho y participar con ideas críticas o adiciones y exigencia de explicaciones a lo que se informa: está en democracia y porque en cada uno de nosotros radica la soberanía.