Sordera
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Comentario Pediátrico

Sordera

 


La sordera o hipoacusia es una deficiencia debida a la pérdida de la integridad anatómica o alteración de la función del sistema auditivo, que provoca una discapacidad para percibir los estímulos auditivos e interpretarlos de forma apropiada.
Es la alteración sensorial más frecuente en el ser humano, la afección auditiva infantil afecta al cinco por mil de los recién nacidos vivos cuando se consideran todos los grados de disminución auditiva, y en un 80% está ya presente en el periodo previo y posterior al nacimiento. La detección precoz de la deficiencia auditiva mediante el tamiz auditivo permite el acceso rápido al diagnóstico y tratamiento factibles.
El aparato auditivo se encuentra formado por un sistema que capta las ondas sonoras, otro que las transmite para modificarlas en estímulos nerviosos y finalmente un tejido que interpreta las señales nerviosas en conceptos específicos. Las alteraciones que se presenten en cualquiera de estas vías ya sea de forma aislada o bien en combinación, traen como resultado la disminución de la capacidad auditiva.
El sistema de captación está formado por el canal auditivo, que se encarga de orientar las ondas sonoras a la membrana timpánica; que en forma de membrana de tambor, vibra al recibir las ondas sonoras, y se encarga de generar movimientos a los huesecillos que se encuentran en su parte interna, para transmitir el impulso ahora mecánico, a un sistema semejante a un caracol (laberinto), donde se moviliza un líquido que estimula fibras nerviosas que por diferentes tonalidades, alcanza a estimular a diferentes alturas. El impulso de movimiento hidráulico movilizando cilios, ahora se convierte en una reacción química, que genera un impulso nervioso y se envía al centro de la audición, para ser interpretado por la corteza cerebral en la parte posterior del cerebro (occipital), y relacionar de forma inmediata con la condición de que lo genera y también la interpretación de su significado.
La sordera que se encuentra presente desde el nacimiento se le conoce como sordera congénita, para diferenciar de otra que es posterior al momento del nacimiento, conocida como de condición adquirida.
Existen diferentes clasificaciones para considerar a toda la variedad de alteraciones auditivas presentes. En primer lugar, si afecta a uno de los oídos es unilateral, pero si afecta a los dos, el trastorno es bilateral. En relación con el momento del desarrollo del lenguaje, pueden ser prelocutiva cuando es antes del desarrollo del lenguaje; perilocutiva durante el periodo del desarrollo de lenguaje y postlocutiva cuando se presenta después del desarrollo del lenguaje. Según el grado de pérdida de la capacidad auditiva, se clasifican en leve, moderada, severa y profunda de acuerdo con el umbral mínimo que puede condicionar la percepción de un sonido. Por el sitio anatómico en donde se produce la alteración puede ser de origen conductivo en donde la estimulación mecánica de la vibración acústica se encuentra alterada; o bien, neurosensorial por tener afectada los mecanismos de conducción nerviosa o de interpretación cerebral.
La sordera congénita es la más grave a nivel funcional, ya que se presenta en el momento del nacimiento, sin el desarrollo alguno del lenguaje. Su incidencia establece uno a tres niños por cada mil recién nacidos vivos. Esta sordera a su vez puede estar asociada con otras alteraciones corporales y/o funcionales, por lo que se considera como sindromática, notando en especial que se asocia con malformaciones de orejas y otros órganos o sistemas corporales integrando el 30% de los casos congénitos como casos genéticos. El otro porcentaje restante (70%) de las alteraciones congénitas no están asociados a trastornos anatómicos o funcionales diferentes, pero están establecidos por alteraciones de genes. Su tratamiento requiere en ocasiones, aplicación de implantes o dispositivos biomédicos cerebrales con investigación prometedora.
Se sospechará de alteración auditiva bajo esos antecedentes, o bien ante la evidencia de alteraciones anatómicas del recién nacido. La forma de asociarlas al momento de revisar al niño pondrá en evidencia un niño con actitud pasiva ante la existencia de sonidos fuertes a su alrededor. Un niño con audición normal, ante algún sonido importante en los primeros días reaccionará con mirada alerta y fija, apertura de brazos, llanto y temblor, y en los primeros tres meses con búsqueda del sonido mediante movilización de la cabeza de forma espontánea.
Esta sordera congénita limita de forma significativa el desarrollo del lenguaje del niño, ya que carece de capacidad para poder distinguir los diferentes sonidos, tonos y timbres de las palabras, así como su relación en los conceptos asociados, y exige llevar a cabo una enseñanza de comunicación alterna en etapa temprana o bien tratamientos de acuerdo con la deficiencia anatómica o funcional específica.
Las sorderas asociadas a enfermedades sindromáticas no son frecuentes, pero su asociación con otras alteraciones, permiten su identificación más rápida cuando existan antecedentes familiares, para sospecharse al momento del nacimiento y poder proporcionar un consejo genético adecuado para los siguientes embarazos.
Las infecciones de adquisición en el vientre materno pueden dañar el desarrollo anatómico o funcional del sistema auditivo. Así se toman en cuenta los datos que sean compatibles con rubeola, toxoplasmosis, citomegalovirus, herpes, sífilis y el VIH.
Las hipoacusias de adquisición posterior pueden ser condicionadas por eventos con deficiencia en el aporte continuo de oxígeno al cerebro. En forma particular, se considera como factor de riesgo para esta alteración a todo recién nacido con un peso menor de 1500g que durante la vigilancia en su tiempo de hospitalización, puede tener eventos respiratorios como pausas respiratorias o cuadros de apnea que pueden dejar esta secuela. Otras etapas críticas en sistema respiratorio lo constituyen el momento del nacimiento donde no tenga una respiración inmediata y como factor de riesgo también se considera el empleo de sistemas de apoyo respiratorio (ventiladores) por más de cinco días; y en ocasiones también el empleo de incubadoras ruidosas.
Otras causas de afección auditiva de forma adquirida pueden ser establecida por la concentración de tóxicos al centro de la audición, como en el caso de las ictericias, donde el exceso de la bilirrubina libre (indirecta -no unida a su transportador-) puede fijarse al cerebro en sus primeros días de nacido para dejar lesión en el centro de audición. En cuanto a los medicamentos, el empleo de los antibióticos pertenecientes al grupo de los aminoglucósidos (amikacina, gentamicina, etc.) su administración en etapa de recién nacido en forma directa a la vena, sin diluir y sin un tiempo mínimo de administración mayor de treinta minutos es potencialmente dañino al sistema auditivo y puede ser la causa que pueda condicionar sordera de forma adquirida.
Otras causas de adquisición posterior son los traumatismos cerebrales y las infecciones del cerebro y/o del sistema auditivo dando prioridad a manejos antibióticos adecuados.
En la actualidad a todos los recién nacidos se les realiza la prueba de tamiz auditivo que tiene finalidad de identificar aquellos que tengan alteraciones en su audición. Estas pruebas deben realizar de preferencia en forma complementaria: las otoemisiones acústicas evocadas (OAE) que valoran la vía conductiva del sistema auditivo y los potenciales evocados auditivos de tronco cerebral automatizados (PEATC-a) que valoran la vía neurológica y central de la audición. Esta última por no tener bien desarrollado el sistema de conducción neurológico, podrá reportar alguna alteración en forma inicial, justificando ante esto que se deberá revalorarse en los siguientes seis meses de vida para definir su funcionalidad.
La audición es una función muy significativa en la vida y desarrollo del niño, en etapa inicial para definir el desarrollo del lenguaje y posteriormente para su vida académica.