Juicios orales (mala copia)
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Juicios orales (mala copia)

 


En 1995 al presidente Ernesto Zedillo se le ocurrió alinear los husos horarios del territorio nacional a los correspondientes de los Estados Unidos de América e imitar una medida adoptada durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) originada por la crisis del carbón. Los influyentes funcionarios del sector financiero de la Secretaría de Hacienda y los operadores bursátiles, aplaudieron la medida y la impulsaron alegando que de esa manera alineábamos los horarios de la Ciudad de México (como siempre se ha llamado la capital), al horario de la ciudad de Nueva York, para que los “bolseros” empataran sus horas de especulación con los de Wall Street.

Nadie tomó en cuenta la latitud a que están ubicadas ambas ciudades: NY por arriba de los 40 grados de latitud norte, zona donde el sol ilumina en verano hasta 18 horas: amanece antes de las 5 am y oscurece después de las 22 horas, de manera que (como en Europa) pueden mover el horario sin afectar sus ocho horas laborales.

México (ciudad) está ubicada los 19 grados de latitud norte, más cerca del Ecuador y en la franja tropical. Nuestros veranos no tienen más de 12 horas de iluminación y al mover el horario resulta que nuestro amanecer comienza hasta pasadas las 7:15 am., de manera que, si antes disfrutábamos iluminación natural del sol, hoy tenemos que tener encendidas las lámparas. En fin, contra natura movimos nuestro cenit en verano, de las 12 a las 13 horas.

Así como esa mala copia, también nos dio por copiar el sistema de juicios orales que tan socorridos son por Hollywood en las películas y en las series televisivas que exaltan las habilidades no tanto de los “fiscales” (término también ya copiado, en vez de Agente del Ministerio Público), sino de los abogados defensores de cuyo verbo esperamos exonere siempre al presunto “no culpable” (not guilty, para seguir en el copiadero), y apabulle a los nefastos acusadores y sus testigos falsos. A un lado, siempre habrá un jurado de 12 personas incautas e ignorantes que se dejan influencias o que son abiertamente compradas por alguna de las partes en el juicio. Un juez que regaña a los ponentes con un “no ha lugar” y uno que otro latinajo para condimentar las sesiones.

Viejas películas como “Testigo de Cargo” con Charles Laughton y Marlene Dietrich o “Doce hombres en pugna” sirvieron para impresionar a los juristas mexicanos y tratar de poner en práctica un ahora llamado “nuevo sistema penal acusatorio”, en el cual se antepone la “presunción de inocencia” (jamás se pensó siquiera en la “presunción de culpabilidad” que sí debe existir), modalidad que sencillamente exonera a los indiciados y les abre amplias posibilidades de salir en libertad por las deficiencias de un esquema bien hecho para esos países donde impera el derecho consuetudinario (Inglaterra y Estados Unidos) y donde tiene más peso la argumentación y las testimoniales que la ley escrita, es decir, se busca en realidad justicia basada en pruebas y hechos, no en complejidades procesales que entorpecen la administración judicial.

A los abogados, “fiscales”, jueces y tratadistas del nuevo sistema penal acusatorio, no les caería nada mal ver la grandiosa película de Bustillo Oro “Ahí está el detalle”, protagonizada por Cantinflas, que hace gala de los mejores recursos orales o verbales para apabullar a sus acusadores, a los testigos de cargo y hasta pide la pena de muerte para ?su abogado defensor!, saliendo triunfante de una falsa acusación de homicidio (que era perricidio). Nuestro cine también tuvo lo suyo en la Época de Oro y de ahí no copiamos nada, como tampoco de la mejor serie radiofónica de juicios orales: “La Tremenda Corte”, en donde Trespatines siempre pierde no sin dejarnos de hacer reír incesantemente.

En suma, el nuevo sistema de justicia penal mexicano dejará libre a Javier Duarte y a muchos delincuentes de cuello blanco o sin cuello (“o copelas o cuello”, dijo alguien). Es un sistema destinado a caer en el gran socavón de la corrupción que ha creado el sistema político mexicano.