Seguridad: Capítulo pendiente
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Editorial

Seguridad: Capítulo pendiente

 


La situación de la inseguridad en Oaxaca se ha exacerbado de una forma brutal. Pero –insistimos- tal parece que la situación no llega ni a oídos del ejecutivo estatal, mucho menos de sus colaboradores que fingen hacer su trabajo. En menos de veinticuatro horas, sólo en el Istmo de Tehuantepec se presentaron al menos cuatro ejecuciones: dos en un bar de Salina Cruz, en la madrugada del domingo y dos en Matías Romero, un comerciante y un joven. La cereza en el pastel fue la masacre que perpetró un grupo armado en la comunidad de La Venta, municipio de Juchitán, el pasado lunes en donde seis personas –cuatro mujeres y dos hombres- fueron asesinados. Luego vendrían dos más en Zanatepec, además de otros. ¿Cuáles son pues los móviles por los cuales la Secretaría de Seguridad Pública no cumple con su responsabilidad? Es simple. El titular, José Raymundo Tuñón Jáuregui, se han ocupado más en resolver sus asuntos sentimentales que operar en cuestiones que le competen a la dependencia. Desde que llegó a Oaxaca en mala hora, dicho funcionario ha estado más atareado en sus escándalos maritales que en resolver la compleja problemática de la seguridad estatal. Este rubro ha sido –no de manera fortuita- uno de los temas más abordados en estos espacios editoriales.

Fiel a los principios de nuestro Código de Ética, hemos de respetar la vida privada de cualesquier ciudadano, no obstante, también es cierto que, como dijo el gran mexicano don Daniel Cossío Villegas, ya es tiempo de hacer “pública la vida pública”. Y en efecto, hay funcionarios a los cuales hay que recordarles que su misión es cumplir con la encomienda que les otorga el ejecutivo estatal y no poner como pretexto su vida personal. Es inmoral cobrar un salario cuando existe de por medio una gestión mediocre, con altibajos, con medianías. Es el caso de los responsables de la seguridad pública que, sin hacer juicios de valor, parecen no haber encontrado cuál es su responsabilidad en este gobierno. Igualmente preocupan los compromisos que el gobernador podría haber adquirido con quienes están al frente de la seguridad pública, pues cualquier mandatario federal o estatal, debería realizar los cambios a la brevedad posible. Aquí, como mucho hemos dicho, tal parece que no pasa nada. La sociedad oaxaqueña en general espera que la administración actual no esté a merced de incapaces e ineficientes funcionarios, cuya parálisis e incapacidad ha hecho crear en el pueblo la sospecha de que hay complicidad para que este panorama siga como hasta hoy.

Polución citadina

Ya son nota cotidiana de estos días, los gravísimos niveles de contaminación que hay en la Ciudad de México (CDMX) y de las contingencias ambientales. Sin embargo, en Oaxaca no estamos mejor. La contaminación provocada por vehículos automotores, los hornos de ladrillo y la indolencia de personas que queman basura, ha generado preocupantes niveles de contaminación, sobre todo en esta época. A ello se han aunado los incendios forestales que, por fortuna, no han impactado severamente a la capital oaxaqueña aunque sí en otras comunidades laceradas por los siniestros. Desde hace tiempo se ha buscado convencer a los propietarios de hornos de ladrillo que dejen de elaborarlos durante temporadas en que la calima desciende sobre la ciudad, pero poco se ha logrado. Por fortuna, las autoridades ambientales han logrado que en los hornos ya no quemen llantas de caucho, generando una polución peligrosa, sino al menos usen leña u otros combustibles más racionales para el medio ambiente. En efecto, sería muy difícil evitar que alguien haga su trabajo habitual tomando como bandera la contaminación.

Otro de los factores de contaminación, y lo hemos dicho con insistencia en este diario y otros lo han copiado, es el de nuestros ríos y afluentes. Muy poco han logrado organismos civiles que lograron un amparo de un juez federal en cuestiones del medio ambiente, para que el Río Atoyac sea limpiado y liberado de una cantidad impresionante de casetas y construcciones que de manera ilegal y anormal se han montado en sus riberas. Lo grave de ello es que son los sindicatos del transporte, de los que ya hemos comentado en este mismo espacio, los que se han apoderado materialmente de lo que corresponde a los márgenes de los ríos. Ello se trata sólo del Atoyac, pero está asimismo el Río Salado, en donde a diario descargan toneladas de heces fecales, producto del desazolve de letrinas o fosas sépticas, sin que ninguna autoridad del medio ambiente, llámese SEMAEDESO, PROFEPA, SEMARNAT u otras, digan o hagan algo al respecto. Dichas dependencias o áreas de gobierno, sólo ven minucias y no la gravedad de focos de contaminación que ponen en riesgo la salud de miles de oaxaqueños. La polución del medio ambiente, de ríos, afluentes y demás, no es un artificio, es una realidad que urge atender. Atención pues para los organismos que tienen a su cargo esta delicada tarea. No hay pretextos para simular o parecer omisos.