Día de la Madre
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Editorial

Día de la Madre

 


En el calendario cívico del mexicano, hay una fecha especial, que nadie medianamente cuerdo debe omitir: El “Día de Madres”. Como tal vez pocos países en el mundo, aquí la madre reviste un papel esencial, no sólo en la realidad del hogar y lo que significa, sino asimismo, por el ícono que hace de ella el mexicano: “la jefa”, “la jefecita”, la reina del hogar, etc. No es casual que se compare con la madre abnegada de todos los mexicanos a la Virgen de Guadalupe. Hoy es día de fiesta, de remembranzas, de acudir al panteón y llevar mariachis, tríos o solistas, además de veladoras, para aquellas que se han marchado ya. Desde la más tierna infancia nos enseñaron el amor a la madre, a la figura más importante en el hogar, al eje que aglutina a la familia en derredor y cuya ausencia es una pérdida irreparable. No faltarán en los festejos escolares verdaderas apologías a la madre, a la cimiente de la familia, al símbolo más entrañable de los mexicanos. Obvio, ello tiene una repercusión importante en la economía: hacerle un buen regalo, así sea a cambio de estar con adeudos en la tarjeta de crédito, no importa.

Es pues el Día de la Madre quien concita hoy a toda la familia en el hogar. Y el festejo ha sido desde tiempos ancestrales, sin parangón alguno con otro en el transcurso del año, comparado tal vez con el 12 de diciembre. Para los historiadores y escritores como Octavio Paz, la madre mexicana tiene una significación especial, habida cuenta de que es referente en muchos temas, incluso en insultos y amenazas. Por ello, desde las páginas de EL IMPARCIAL. El Mejor diario de Oaxaca, hacemos un reconocimiento a todas las madres oaxaqueñas, que con su esfuerzo, dedicación y coraje, han sacado adelante a sus familias, como es el caso de las madres solteras, hoy lejanas a cualquier tipo de apoyo gubernamental. A las madres que están privadas de la libertad y que pese a todo luchan día a día por su familia; a las madres que han sido víctimas de violencia, pero que a pesar de ello, han sabido superar los agravios; en fin, a todas aquellas cabecitas blancas que con amor y dedicación nos han enseñado a ser mejores ciudadanos en este mundo que se desangra cada vez más en la violencia y la muerte. A todas ellas vaya nuestro reconocimiento, afecto y consideración. Nada más noble y entrañable que rendir un homenaje a quienes nos dieron el ser.

Leyes benévolas e impunidad

Desde la entrada en operación del llamado Sistema de Justicia Adversarial, tal parece que las cosas se han vuelto más benévolas para quienes violentan la ley. Los juicios orales y el debido proceso se inclinan más a favorecerlos, no obstante la cacareada reparación del daño y la atención a las víctimas. Ya es común que presuntos responsables de hechos graves, como homicidios, violaciones o delitos contra la salud, sean liberador en un tris, cuando los abogados defensores demuestran ante los jueces de control, cuestiones simples, como el hecho de que el indiciado no fue puesto a disposición del juez en el tiempo que dispone la ley o que haya rendido declaración sin asistencia legal, entre otros. Lo que está más en boga es el llamado “debido proceso”. Nadie puede ser detenido sin la orden del juez competente ni ser objeto de presión para rendir declaración alguna. Si alguno es detenido en flagrancia, policías o agentes investigadores tienen que acreditar la presunta culpabilidad ante el juez, para que el indiciado no sea liberado.

Sin ánimo de criticar dicho sistema sin los elementos de juicio necesarios, sólo podemos afirmar que en comparación con el antiguo sistema, éste ha abierto más la puerta a la delincuencia, ante la superficialidad con la que se interpreta la norma. De esta suerte, han sido puestos en la calle, narcotraficantes, sicarios del crimen organizado, violadores y asesinos, propiciando en el país un ambiente de impunidad y violencia. Lo anterior viene a cuento, en virtud de que la semana pasada, se dio un hecho en sí mismo deleznable. Trascendió que el ex dirigente de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Ezequiel Rosales, quien fuera Secretario General, a la desaparición de Enrique Rueda Pacheco, aquel que orquestó el movimiento de 2006, fue señalado por una jovencita, quien desafortunadamente fue su compañera de viaje, de haberla tocado y acosado sexualmente. El sujeto, se supo, fue obligado prácticamente a abandonar el autobús, en tanto que la joven ponía la denuncia pertinente ante el Ministerio Público. No obstante la gravedad del caso, Rosales fue puesto en libertad de inmediato. Muchos nos preguntamos, ¿cuál es el móvil para que la cultura de la denuncia no se haya arraigado entre la sociedad? Precisamente eso: leyes benévolas que animan la impunidad.