Alberto Martell
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Alberto Martell

 


A don Alberto Mateos Cruz le faltaron solamente ocho días para entrar a sus 90 años de edad. Falleció la semana pasada. Nativo de Santiago Zacatepec, Mixe, donde el servicio a la comunidad ha sido una ley, este campesino indígena aportó su trabajo gratuito a su pueblo en épocas cuando la paga era totalmente desconocida, por el contrario, el que llegaba a ser autoridad sacaba de su bolsillo para sufragar gastos que ni siquiera eran suyos sino de la población.
A don Alberto le tocó la época de quien llegaba a ser presidente municipal o a ocupar otros cargos del cabildo o a nivel comunal sabía muy bien a lo que lo metían sus paisanos, ya no dependía de él y habría que cumplir. La historia de este ciudadano mixe es la misma que tuvieron otras personas durante muchos años, antes de que se destinaran recursos por millones de pesos que circulan ahora en las arcas municipales y que a veces, dicen, no alcanzan para satisfacer las necesidades básicas de un municipio.
Nuestro personaje, quien nació el 2 de mayo de 1931, tuvo una vida muy singular. Inició sus servicios a la comunidad desde temprana edad. Cuando en el siglo pasado se asomaban a las comunidades indígenas las primeras señales para progresar, Santiago Zacatepec vio la oportunidad para ir en su conquista por los medios a su alcance y echó mano de sus mejores jóvenes ilustrados quienes habían cursado la educación primaria, que entonces era considerada de gran importancia.
Don Alberto, quien fue más conocido entre sus paisanos como Alberto Martell, era un joven inquieto, dispuesto a todo con tal de salir adelante, encontró la oportunidad para aprender a escribir en máquina mecánica. Fue llamado por el líder natural de la población, Luis Rodríguez Jacob, para que le sirviera de ayudante y aprendiera al mismo tiempo del saber y experiencia de otros escribanos como José Albino Solís y Gildardo Sánchez López. Como aprendiz, se fue entrenando poco a poco hasta que sus líneas escritas fueron aprobadas por don Luis.
En la década de los años 60 del siglo pasado fue designado como encargado de la telefonía rural en su natal Zacatepec y años después como mensajero de la oficina de correos. Como en aquellos tiempos todo era servicio gratuito a la comunidad, Alberto joven no recibía ni un peso por el trabajo que realizaba a favor de su pueblo. Así pasaron los años. La recompensa llegó al fin cuando vía telegrama con las clásicas 10 palabras consiguió que su solicitud de empleo fuera atendida por la superioridad y se convirtió en administrador de correos del pueblo, en cuyo cargo se jubiló.
En un pueblo como Zacatepec, que se rige por el sistema de usos y costumbres, todo es diferente en comparación con lo que se vive en la ciudad. Don Alberto fue llamado a desempeñar diferentes responsabilidades propias de la comunidad, tanto en el ayuntamiento como en la iglesia. Llegó a ser presidente municipal por un año sin percibir alguna dieta que ahora es común en los ayuntamientos; fue también presidente de la comisión de vigilancia del comisariado de bienes comunales durante tres años, igual, sin recibir nada de dinero para sus gastos familiares.
Junto con otras personas de la población mixe, fue un incansable gestor de las cosas buenas como la construcción de la carretera federal y su pavimentación. Que ésta atraviese el extenso territorio mixe en beneficio de las poblaciones indígenas, donde hay recursos naturales y humanos que aprovechar, sobre todo la parte baja de la región colindante con el estado de Veracruz y el Istmo de Tehuantepec.
Don Alberto falleció el pasado día 24 de este mes y ya no alcanzó a ver a sus hijos y paisanos salir el fin de semana con todos los comuneros, como lo hizo él en vida, para limpiar las colindancias que tiene Santiago Zacatepec con los demás pueblos hermanos. Él formó parte de las generaciones que se esforzaron por mantener y procurar relaciones de amistad y solidaridad. Su vida de servicio marcó una ruta a seguir.