Oaxaca: sueldos bajos, precios altísimos
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Debates y Deslindes

Oaxaca: sueldos bajos, precios altísimos

 


-La última oportunidad

Una de las cosas que me sorprende de Oaxaca son los altos precios de los alimentos, bienes y servicios; los taxis son los más caros de país, la comida en los restaurantes del centro principalmente y de los portales es prohibitiva, las rentas de las habitaciones son altas en comparación con otras ciudades y observamos que en los mercados públicos no le ponen precios a ninguno de los artículos que se venden. Cuando uno pregunta el precio, el vendedor lo observa y si le ve trazas de fuereño le aumenta el precio desde un veinte hasta un treinta o cincuenta por ciento. A sus marchantes da otro precio más acorde a la realidad económica del producto. Con esta actitud se viola, en todos los mercados públicos, la Ley del Consumidor, que exige que los vendedores pongan a la vista el precio de venta. Oaxaca es una de las ciudades más caras de México y si investigamos mas, es una de las más caras de la región Latinoamericana. Claro que no competimos con Tokio, ni con Paris, que son según los índices de precios las ciudades más caras del mundo. Pero en materia de país y de región estamos entre las ciudades donde la vida, contrario a lo que pasa en Guanajuato donde no vale nada, aquí es más cara en relación con otras ciudades también turísticas.

Paradójicamente, es uno de los lugares donde se pagaban los salarios más bajos, solo nos ganaba Chiapas en explotación de los trabajadores y de los grupos indígenas. Ahora con las disposiciones del presidente de México Andrés Manuel López Obrador, de aumentar el salario mínimo, el modelo de explotación de los dueños de prestadores de servicios, hoteles, restaurantes y comerciantes, sigue manteniendo la misma estructura de comprar barato y vender caro. El mejor negocio en Oaxaca no es la producción, ni la transformación, es el comercio. Los grandes millonarios son los que participan en el sector restaurantero. La otra noche me senté en uno de los establecimientos de la Plaza de Armas, que están en los portales, como soy abstemio, pedí una jarra de agua de limón y cuando me trajeron la cuenta casi me ahogo, 170 pesos por cuatro vasos de agua, cinco limones y un poco de jarabe. Le comenté a la mesera que el precio era un robo, que en cualquier lugar de mundo este servicio no cuesta más de cien pesos. La empleada, apenada, me comento que llego una nueva mercadóloga y que puso esos precios altos. En la caja me dijeron que me podían dar un papel para que escribiera mi queja. Preferí publicarla en el periódico para que el público consumidor vea bien los precios antes de pedir y cuide su dinero.
Estoy completamente convencido que esta queja es inútil, nadie puede obligar a los restaurantes que fijen un precio, determinado, vivimos una economía de libre mercado, en la cual solo el consumidor dejando de asistir a esos sitios puede modificar la voracidad de los proveedores de servicio. Pero la alerta ahí está, hay que fijarse muy bien si existe una relación honesta entre el precio, calidad, volumen y producto que nos oferta. No estaría de más que la Procuraduría del Consumidor se diera una vuelta por esos establecimientos y comentara que en esa forma se explota al turista, no al turismo y que la mala fama de la ciudad más cara del país nos quita visitantes. Habrá también que corregir. Esa actitud de los vendedores de los mercados públicos de no dar a conocer los precios de venta de sus productos.

Existe una clara relación de costos y ganancia ética. Lamentablemente entre los establecimientos que son frecuentados por el turismo esa relación parece que no existe y cuando no hay turismo, esa voracidad se le aplica a los oaxaqueños. El problema es muy grave, porque vivimos una economía deformada, con una inflación arbitraria, casi personal con el garlito de que somos una ciudad turística, es cierto, pero también somos una ciudad que habitan cerca de un millón de habitantes que tenemos derecho a una vida sin explotación desorbitada por el sector terciario de la economía, tenemos derecho a que el gobierno cuide nuestros recursos, sin paros de maestros, sin chantajes sindicales y sin empresarios voraces y deshonestos. La sociedad es un todo. Alguien tiene que verla en esa forma, pensar en las mayorías y en modificar las formas de convivencia que se han establecido; vivimos una ciudad sin ley, o la ley del más fuerte. Es el momento de modificar nuestra conducta colectiva. El problema es ¿quien le pone el cascabel al gato? Ya di la entrada. Ojo, Procuraduría del Consumidor.

Otra oportunidad

La política del presidente de México de promover el desarrollo del sureste de México es una de las grandes oportunidades que tiene Oaxaca de subirse al tren del desarrollo. Hemos tenido dos oportunidades históricas de acelerar nuestro crecimiento cuando fue presidente don Benito Juárez, quien de su bolsa puso 300 pesos, para colaborar en la introducción del ferrocarril de México a Oaxaca y aplico una serie de medidas en beneficio de la población. La otra oportunidad, fue cuando Porfirio Díaz, el presidente desarrollista, fue gobernante durante 30 años. Es verdaderamente increíble que en esos treinta años Oaxaca no haya avanzado, no haya tenido la posibilidad de crear una infraestructura, nuevas formas de producción, escuelas de artes y oficios y una educación generalizada.

¿Que nos paso, porque nos quedamos atrás de todos los estados, porque perdimos todo el impulso que se dio en el siglo XX de desarrollar al país? En ese tiempo no había los maestros de la 22 que han detenido el desarrollo del estado con sus paros y huelgas, eventos que han propiciado la corrupción del gremio en el último tercio del siglo XX y primeros años del XXI. ¿Porque no hubo posibilidades de desarrollarse? ¿Faltaron gobernantes honestos y preocupados por el pueblo? ¿Fue la falta de vías de comunicación, carreteras, teníamos el ferrocarril, pero para recorrer la distancia de Oaxaca a la ciudad Capital del país se hacían 20 horas? ¿Nos falto una clase empresarial inteligente y con deseos de progresar? ¿Los grupos indígenas impidieron el desarrollo? Hubo un poco de todo, finalmente no avanzamos, nos quedamos rezagados, empezamos a exportar mano de obra a otros estados y los oaxaqueños con deseo de progresar su fueron hasta los Estados Unidos. Ahí radican los grupos más numerosos de nuestros paisanos que no aceptaron un destino de pobreza, de ignorancia y analfabetismo. De aislamiento económico y social, de desarrollo en general.

Ahora estamos nuevamente ante una posibilidad real de avanzar. Hay la voluntad de un presidente de México, que sin ser oaxaqueño, vive la miseria del sureste como propia y quiere sacarnos adelante.

No desperdiciemos esa nueva oportunidad. Estas situaciones solo se presentan cada siglo. Por primera vez en nuestra vida dejemos a un lado nuestra terquedad, nuestra condición de Yopez que se oponen a todo el progreso y el bien común. Pensemos en este pueblo que tiene hambre, que esta pobre y no es pobre, y que está en el umbral de un nuevo desarrollo.

Por primera vez un Presidente, vive nuestras carencias como propias y quiere que salgamos adelante, aprovechemos esta oportunidad única que nos da el gobierno de la República, preocupado por las mayorías y que no se cansa en insistir: hay que desarrollar el sureste. No se nos va a volver a presentar otra oportunidad como esta en cien años. Siempre fuimos entenados y no hijos de los gobiernos centrales. Hay una nueva correlación de fuerzas y un nuevo sentido del desarrollo. Aprovechemos estas nuevas corrientes del gobierno de la República que quieren un sureste desarrollado. No nos traicionemos una vez más como lo hemos hecho a través de nuestra historia. Fin