Autarquía: retroceso económico
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Autarquía: retroceso económico

 


La autarquía se define como el interés de un gobierno por hacer autosuficiente la economía de su país: producir todos los bienes que la población necesita, tratando de maximizar la explotación de los factores económicos: tierra, capital y trabajo. En la autarquía se pretende producir todo, sin importar nada del exterior y sin exportar excedentes, ya que se piensa—si los hubiere—que éstos servirán como reserva de alimentos, insumos y materias primas.

En la autarquía se pretende desconocer el funcionamiento del comercio internacional, se elude la aplicación de las ventajas comparativas y se concluye en una economía cerrada, concepto que está más que proscrito de la teoría económica moderna.

Dos gobiernos dictatoriales impusieron principios autárquicos. Uno de ellos fue la Alemania Nazi, que a partir de 1933 con el triunfo del Nacionalsocialismo, logró dar empleo a seis millones de parados mediante una política de gasto público expansivo en obras de infraestructura y en industria militar. Los logros en cinco años fueron espectaculares y Alemania recuperó su estatus de superpotencia militar y económica, al impulsar también la agricultura y lograr el autoabastecimiento de alimentos. Pero el inicio de la guerra, en 1939, y las complicaciones de tener muchos frentes a lo largo del conflicto, demostraron que se iba careciendo de materias primas indispensables para la producción bélica y lo mismo ocurrió con el petróleo. Alemania estaba cerrada al mundo y al final cayó en el ya conocido derrumbe en 1945.

La otra dictadura que se quiso valer de la autarquía fue la España de Franco. El país estaba proscrito del concierto mundial de naciones desde 1939 ya que se la identificaba con Alemania Nazi e Italia Fascista durante la Segunda Guerra Mundial, de manera que las potencias aliadas le vetaron cualquier tipo de ayuda. La economía industrial española se había reducido notablemente, pero la población pudo ser autosuficiente en alimentos por la rica agricultura y su gran potencial pesquero: los españoles se alimentaban satisfactoriamente, pero carecían de bienes manufacturados y otras complejidades de que empezaban a disfrutar países europeos de la posguerra. La autarquía hizo de España un país pobre en Europa hasta 1959, año en que sus lazos con Estados Unidos para la apertura de bases militares y su anticomunismo en la Guerra Fría, le permitieron una leve mejoría.

La autarquía en Alemania Nazi y en España franquista, se caracterizó por permitir la expansión de la libre empresa y del capital privado, pero la economía nacional estaba controlada y dirigida conforme a los intereses de Estado. Es algo que en Estados Unidos y Gran Bretaña sólo se dio durante el período bélico, pero al terminar la guerra, la empresa privada y la industria transitaron en la libertad productiva, el libre comercio nacional e internacional y las ventajas comparativas. El mismo modelo fue adoptado por Alemania Federal y por Japón, gracias a lo cual son actualmente dos de las economías más grandes y sólidas del mundo, a pesar de haber sido los dos grandes derrotados en 1945.

El pretendido modelo económico de economías cerradas y autosuficientes no sólo es equívoco e irracional, sino contrario al interés público y al bien común. La autarquía y el proteccionismo exacerbado son contrarios a la libertad individual y a la libertad empresarial. Ninguna nación puede obtener grandeza ni riqueza si se cierra al mundo y si se pretenden colapsar las iniciativas del individuo. En la Alemania de Hitler y en la España de Franco se coartaron las libertades públicas, como ocurre también en los extremos contrarios de esas dictaduras: la Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez-Maduro, la Nicaragua de Ortega.

A pesar de los escarceos de autarquía, sería trágico que México cayera en el cierre hacia el mundo. Sería una política equivocada, como equivocado lo es repartir dinero entre desempleados en lugar de generar empleo para combatir los grandes peligros del paro laboral.