Navidad, Fin de año y Día de Reyes
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Navidad, Fin de año y Día de Reyes

 


Con la navidad, el fin de año y el 6 de enero (Día de los Reyes Magos) temporada en la cual la humanidad desparrama calidez humana, es tiempo de hacer algunas reflexiones que resultan no tan convencionales, pero que nos permiten observar aspectos que muchas veces no advertimos ni medimos sus efectos, muchos de ellos en perjuicio de las limpias e inocentes mentes infantiles.
En la euforia de los buenos deseos que imponen las añejas tradiciones, poco nos damos cuenta que con esa lluvia de regalos muchas veces costosos e innecesarios, se hace una cruel discriminación en contra de miles y miles, por no decir millones de niños que no reciben nada y pasan esos días en la más completa marginación.
No se trata de descalificar a nadie, solo es una invitación a la reflexión, nada perdemos con reconocer que hay una discriminación en esa costumbre de decirles a los niños que si se portan bien habrá muchos regalos como premio y reconocimiento familiar. Poco pensamos en el complejo de culpabilidad que echamos encima de las conciencias de los niños marginados que son los más, y que no reciben ningún premio ni reconocimiento a su buena conducta.
Porque esos niños que no tienen nada ni reciben nada, seguramente en su inocencia pensaran que no reciben recompensas porque se portaron mal, es ahí donde nacen los sentimientos de culpabilidad, y ahí mismo empieza a despertarse en ellos el resentimiento social que más tarde les hará un daño mayor. Creo sinceramente que esa costumbre de premiar, o castigar no premiando la conducta de los niños debería revisarse especialmente por los medios de comunicación que de alguna u otra forma llegan a los niños ricos y pobres.
Entiendo el papel tan importante que los medios de comunicación masiva juegan en la promoción comercial de la temporada navideña, fin de año y seis de enero (día de los Reyes Magos), solo apunto la necesidad de cuidar el lenguaje, y de no exaltar el concepto popular de que solo los niños buenos reciben regalos.
Sugiero como tarea de reflexión y de análisis para los animadores y comentaristas de los medios masivos de difusión, la posibilidad de buscar y generar una nueva forma de expresión, para que sin quitarle lo bueno que la tradición de navidad, fin de año y seis de enero tienen, podamos eliminar del lenguaje publicitario la idea de premios y castigos con los regalos a los niños.
Una forma de sensibilizarnos sobre la importancia de acotar este tipo de discriminación, aprovechando esta temporada “navideña”, darnos tiempo para hacer una nueva lectura al “Sermón de la Montaña”, resumen del ideario social y espiritual del ilustre carpintero de Galilea. La fuerza histórica de ese discurso de Jesús, la encontramos hoy y siempre, en que es incluyente, y concibe a todos los hombres con las mismas oportunidades para alcanzar su desarrollo en plenitud.
Al margen de sentimientos religiosos, Jesús de Nazaret, sabia de lo que hablaba, cuando propone en el Sermón de la Montaña una sociedad de hombres libres, con derecho a desarrollarse en las líneas intelectual, social, con la esperanza razonable de una sociedad justa, equitativa y con posibilidades de alcanzar las alturas del desarrollo del hombre en su conjunto. Jesús, no discriminó a nadie.
Jesús, como otros gigantes de la sabiduría universal, no solo enseño y sano por igual a ricos y a pobres, ilustro y se enfrentó a los sacerdotes que se creían dueños del templo e infalibles en la interpretación de la sagrada escritura. A los sacerdotes que tanto lo odiaron, no solo los toleró, sino que los perdonó por la sencilla razón de que “no sabían lo que hacían”.
Asimismo, Jesús, conocedor de la sabiduría trascendente de su pueblo, el pueblo judío, no descalificó con generalidades que pudieran parecer ofensivas a sus antepasados, solo agregó un mandamiento “Amaos, los unos a los otros, como yo los amo a todos”. Insisto, en esta temporada navideña, bien vale la pena releer las dos veces el milenario mensaje del ilustre carpintero de Nazaret.
Quizás, esa relectura, nos inspire a ser menos excluyentes con los pobres que en estas épocas navideñas también sienten y aman, y que merecen ser amados y tratados con respeto en toda la extensión del concepto. Esto es importante. Y ¡Hay que decirlo!
“Nunca subestimen el poder de la palabra escrita”
Es mi opinión. Y nada más…
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