Violencia política
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Opinión

Editorial

Violencia política

 


Una pésima lectura para el proceso de entrega recepción de la estafeta municipal se dio en algunas poblaciones del estado. Una de ellas fue la agresión a quien fuera presidente municipal de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, Alejandro Aparicio Santiago, quien fue asesinado luego de haber rendido protesta como edil de dicha comunidad y cuatro personas más del Cabildo, uno de los cuales, el Síndico Perfecto Hernández, falleció también. Los sicarios, sin duda alguna, fueron contratados ex professo para cometer su fechoría. El gobernador Alejandro Murat lamentó este hecho y urgió a las instancias competentes una investigación a fondo para dar con los autores materiales e intelectuales. Por su parte, dirigentes del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), emplazaron a las autoridades estatales a resolver dicho crimen. En otros municipios de la entidad, la transición se llevó a cabo con civilidad, gracias a los buenos oficios de la Secretaría General de Gobierno para evitar hechos de sangre o confrontación entre las mismas comunidades. No hay que soslayar que el relevo municipal es uno de los dolores de cabeza para las autoridades, tanto los que se rigen por el sistema de partidos como en los que lo hacen por sistemas normativos internos. Hay demasiada polarización y encono en nuestra atomizada nomenclatura municipal.

En la capital oaxaqueña se notó la ausencia de quien fuera presidente municipal, José Antonio Hernández Fraguas quien, días antes de la entrega de la estafeta a Oswaldo García Jarquín, solicitó licencia al Cabildo para ausentarse, dejando las riendas del poder municipal por sólo cinco días, en manos del Síndico Primero, Juan Enrique Lira Vásquez. Este fenómeno se dio en otras cabeceras municipales, sin que por lo visto, los ediles irresponsables hayan sido motivo de sanción alguna, sino que tal parece que lo hicieron en absoluta libertad. Esto es, por supuesto, una mala lectura para el futuro, habida cuenta de que los ediles electos por la voluntad popular lo son hasta el último día que termina su mandato, una de cuyas responsabilidades debe ser, asimismo, entregar el cargo a su sucesor. No obstante, se reportan varios casos en los cuales los ediles se ausentaron, dejando casi el cargo en ausencia. Es importante destacar, empero, que pese a varias irregularidades y al lamentable homicidio del presidente municipal de Tlaxiaco, la mayor parte de los relevos municipales se dio –insistimos- en una calma relativa.

La agenda pendiente

Los pasados festejos decembrinos exhibieron una capital oaxaqueña sujeta a los arbitrios de mafias del comercio en la vía pública y grupos que a trancas y barrancas se disputan el monopolio del Centro Histórico, cual si fuera propiedad privada y no espacio público. Dicha situación dejó entrever la complicidad del mismo ayuntamiento capitalino, dejando al arbitrio de los dirigentes del ambulantaje el crecimiento de ese rubro, sin importar la pésima imagen que han dado a la ciudad. Es más, en días pasados, una vez que se registró la anormal solicitud de licencia del ex edil, José Antonio Hernández Fraguas, aparecieron en calles lejanas al centro de la ciudad, nuevos puestos en la vía pública, sin importar las protestas del comercio establecido y las organizaciones de empresarios que una y otra vez han insistido en acotar dicho mal. Insistimos: nadie se opone a que haya personas que deseen ganarse la vida con la venta de mercancías, así sean de manufactura china o guatemalteca, siempre que no representen una competencia desleal y lo hagan en los espacios que legalmente son públicos. Desafortunadamente, siempre ha habido temor de las autoridades para poder imponer la ley.

Si las nuevas autoridades tienen como propósito devolverle a la ciudad capital su decoro y belleza, deben iniciar acciones para limitar o reubicar al comercio en la vía pública en sitios construidos ex professo. No es justo que con el argumento de que se trata de espacios que pertenecen a todos, hagan de ellos tianguis y se beneficien solamente los líderes, que sin quienes venden los espacios a placer. Hay que ir desmantelando el andamiaje de complicidades y corrupción que se ha tejido desde hace mucho tiempo para volver a dichos grupos y organizaciones en sujetos intocables. La autoridad municipal debe aplicar la ley sin demora ni restricciones, porque el crecimiento del ambulantaje se ha dado en virtud de las dudas y vacilaciones en actuar. Ante la amenaza de toma de las oficinas de la Plaza de la Danza hay que actuar en consecuencia y sin temor alguno. La ciudadanía oaxaqueña sabrá agradecer y ponderar la acción de las autoridades ante un mal que amenaza con engullirse nuestro Centro Histórico y opacar nuestra arquitectura novohispana, para dar lugar a un escenario grotesco, asemejando un pueblo desordenado y sin gobierno. Eso, sencillamente, no debe ocurrir.